Todo acabó en un segundo. La cuerda se soltó y el suboficial técnico jefe Sebastián Gamboa y su compañero el técnico cuarto Jesús Lacides Mosquera López cayeron al vacío. Como el símbolo de sacrificio la bandera de Colombia los acompañó en la caída. Aún no se saben las razones de una muerte tan absurda, de un descuido que le da la vuelta al mundo y que pone en entredicho la confiabilidad del ejército.
Sebastián Gamboa era un muchacho de 27 años nacido en Agua de Dios, Cundinamarca. Entró a la Fuerza Aérea Colombiana a los 20 años. Soportó el final de la guerra con las Farc en Caquetá, donde empezó su servicio. El año pasado fue trasladado a Rionegro Antioquia. Gamboa no era ningún inexperto, incluso era considerado el mejor de su promoción. Hizo un curso de Seguridad y Defensa de Bases Aéreas. El 10 de junio se graduó y ese mismo día pidió un permiso para estar con su mamá y sus abuelos en su casa en Agua de Dios. Hacía mucho rato no pasaba tanto tiempo con los seres que más quería. Duró un mes en esa casa y la separación fue muy dura. Sin embargo la pasión que sentía por llevar el uniforme del Ejército Nacional era el mejor consuelo para soportar cualquier adversidad.
Para los ejercicios aéreos que harían los Comandos Especiales Aéreos del Comando Aéreo de Combate Número 5 en la cabecera del aeropuerto Olaya Herrera de Medellín él había sido el escogido. Él y Jesús Mosquera, un muchacho de 25 años nacido en Quibdó que tenía otra vocación además de servirle a la patria: ser ciclista. Todo se truncó en la tarde del domingo 11 de agosto cuando la cuerda del helicóptero donde cargaban la bandera de Colombia se soltó. El país aún no se recupera de esas imágenes perturbadoras. La familia de los soldados tampoco.
