Enrique Gueguia, médico ancestral y alguacil de Torbio, era una de las voces que más se escuchaba en la comunidad Nasa en el Cauca. Era uno de los más radicales opositores a la siembra de cultivos ilícitos y le apostaba con convicción a la sustitución. El 3 de agosto pasado se levantó muy temprano y repasó las palabras que diría en el homenaje a su amigo Gersaín Yatacupe, integrante de la guardia indígena y coordinador de la misma en la vereda San Julian.
Pero la cita para despedir a su amigo se convirtió en una fatalidad. Se montó en la moto y, de camino al homenaje, mientras salía del corregimiento de Tacueyó, cuatro hombres en dos motocicletas lo cercaron, le ordenaron bajarse de la moto y lo asesinaron. Una realidad tan dolorosa como inesperada que rebasó la gota para los Nasa, que han puesto una trágica cuota de muertes inocentes.
En ocho meses han sido asesinados 33 indigenas pero además han ocurrido siete atentados como el que ocurrió el 26 de julio miembros de la Guardia Indígena Kiwe Thegnas fueron víctimas de un atentado y han circulado 38 amenazas. Panfletos que vienen de un enemigo temible y relativamente nuevo en la región: el temible Cartel de Sinaloa, que cada vez gana más terreno desde su llegada al Pacífico a principios del 2014.
La primera señal de la presencia de los narcos mexicanos en el sur del país fue la caída de su jefe en Colombia, Héctor Coronel alias Rincón, en un hotel de Cali. Nacido en Culiacán mantenía comunicación directa con el Chapo Guzman y luego con su sucesor Mayo Zambada. Fue quien estableció las alianzas con los Urabeños, los Rastrojos, la Empresa y con el Frente Daniel Aldana de las antiguas Farc en Tumaco para asegurar la calidad de la producción de coca en los laboratorios de coca, ubicados en el Pacifico y en los esteros de los ríos hasta Buenaventura.
Alias Rincón cuando estaban en pleno auge, contaban además con un submarino, mejor conocido como el Narco Sumergible, capaz de soportar 1.5 toneladas, pero. Cayó por las fiestas con las que agasajaba a sus socios colombianos en Cali. Tampoco eran extraños los agasajos en Pasto, la capital de la costa nariñense.
El despegue importante de los mexicanos se dio a mediados del 2016 con la irrupción de las lujosas y excesivas 4 X 4 por las veredas y zonas cocaleras como Llorente, llegando hasta el casco urbano del Bajito de Vaquería, un islote cercano. Llorente revivió su vigor de centro cocalero que había perdido cuando con el Plan Colombia durante el gobierno Uribe se convirtió en el corazón de las fumigaciones donde se establecieron pilotos norteamericanos y policías antinarcóticos colombianos.
El Cartel de Sinaloa controla el 20% del mercado de producción de coca del país y hasta el momento las autoridades no han logrado desarticularlos. Su capacidad de corrupción es grande y se ha visto en la cobertura de territorio que han conseguido en relativamente poco tiempo. Su influencia ya ha trascendido a Nariño y ha llegado a su vecino departamento del Cauca. De allí la alerta del CRIC: los narcotraficantes mexicanos los están matando para impedir la erradicación voluntaria por parte de los campesinos y cocaleros.
Por eso las diez etnias que conforman el CRIC, Misak, Nasas, Yanaconas, Eperaras-siapiraras, Totoroez, Polindaras, Kisgo, Ambalo, Kokonukos e Ingas, han lanzado el grito de alerta. Su S.O.S va dirigido al Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Derechos Humanos, a la OEA y a las instituciones nacionales como la Defensoría del pueblo para que frenen la violencia en sus territorios ancestrales.