'La Ronca' nos lleva por su natal San Andrés

Helena Vargas era de Cali, sur de Colombia, tierra caliente y azucarera que enfila hacia el ecuador. Tierra de sancochos y ‘cholaos’ de Jamundí que se mueve al ritmo del titicó. La actriz que le ha dado vida en la telenovela 'La Ronca de Oro' nació en el rincón opuesto. El archipiélago de San Andrés es la Colombia más septentrional, donde se cambia la gallina por el pescado. Tierra de delicioso rondón, aunque comparte con el Valle del Cauca la esencia musical heredada de la inmigración africana. Entre los ritmos de la más pura esencia caribeña y antillana, San Andrés suena a reggae y calypso, sonidos que sonarán en el próximo Green Moon Festival; la salsa es un común entre las gentes de las islas y buena parte de la población valluna. Majida Issa es sanandresana, tierra chica donde vivió y se crió hasta los 12 años. Con todo el gusto acepta la propuesta de Caminantes y Caminos de hacer de anfitriona de su tierra para los lectores de Las2Orillas.

Lejos del mundanal ruido

Lo primero que nos advierte es que “yo soy más de los planes tranquilos y de descanso, soy rumbera de apenas una noche, nada de cinco días pasando derecho como suele decirse. Soy mejor anfitriona de los planes alejados del mundanal ruido”. Su isla favorita, Providencia: “es una isla que está hecha para el descanso y el disfrute, muchas veces en esos sonidos mágicos que produce el silencio. Lo primero que recomiendo es el modo de llegar allá, se puede ir en avioneta desde San Andrés o en catamarán. Yo siempre me inclino por el aire, el aterrizaje es a veces un poco movido por los vientos y la avioneta se mueve un poquito, pero de lejos prefiero esos pequeños instantes de balanceo a estar entre tres o cuatro horas en alta mar. Hay mucha gente que cuando va en un barco lo goza, pero que cuando deja de ver una costa así sea a lo lejos ya no le gusta tanto, y ni qué decir si son propensos al mareo. El paseo entre las islas en un día que el mar esté algo agitado puede ser una experiencia desastrosa, así es que yo definitivamente recomiendo los 15 minutos del avión que las 4 horas del catamarán”.

Majida dice que si alguna vez se pierde, la busquen en Providencia: “es un entorno precioso, conserva esa tonalidad de colores en sus costas por la barrera de coral, es un lugar ideal a los que les guste el buceo tranquilo y sobre todo a los que les guste disfrutar de una gastronomía completamente genuina, con una comida muy fresca hecha por las manos artesanas de los lugareños que te garantiza continuamente el sabor de algo típico no importa en el lugar que uno se pare. La isla es muy pequeña, pero en cualquier rincón uno tiene garantizadas todas esas sensaciones culinarias que además se acompañan de la especial paz que desprende el entorno. No hay un sitio específico que recomendar, cualquiera de ellos le dejará plenamente satisfecho porque todo es comida casera en lugares pequeñitos y llenos de encanto. Providencia no es de grandes hoteles ni de grandes restaurantes, todos son cabañitas o casas de nativos, eso es precisamente parte de la esencia que la hace tan auténtica. La isla tiene una serie de regulaciones para garantizar que conserve ese sabor virgen, de hecho hay algún hotel de una conocida cadena divino allá pero muy adaptado a esta filosofía, pequeño, enclavado en una playa paradisíaca y desierta que no rompe la energía de la isla. La falta de comercios y negocios favorece lo que Providencia persigue, que no es otra cosa que envolverse y disfrutar en su quietud, su paisaje y su mar”.

La isla en bicicleta

Majida no quiere dejar fuera de la visita a su tierra a ese otro público que de repente no encuentre tanta magia en la paz de Providencia. “Para quienes busquen rumba, el bullicio de las zonas comerciales y la presencia de franquicias de todo tipo la opción es la isla de San Andrés. Tengo mis sitios favoritos dentro de ella. Me gusta más el plan de unos hoteles más pequeñitos, con más sabor isleño, casi una especie de mini apartamentos. Algunos de ellos son de ambientación temática y decoran sus habitaciones con motivos, árabes unas, isleñas otras, pero lo hacen con gran gusto y crean un ambiente de fusión con lo rural de la isla, con el sabor más auténtico de la misma, y yo los prefiero a los grandes hoteles”.

Para la famosa actriz sanandresana es imprescindible la vuelta a la isla, y la recomienda en bicicleta, “el plan en los carritos de golf también es chévere pero yo prefiero los pedales, la bicicleta cabe en cualquier lado, uno para donde le da la gana, se come un cangrejito aquí, toma una foto allá, sigue y su fusión con el entorno a través de esa brisa tan rica es una delicia. Es una gran experiencia sobre todo para quien no conoce porque no se puede creer, uno se pone a recorrer el perímetro de la isla y al margen de la fascinación con la vegetación y la costa, uno se queda estupefacto cuando se encuentra de nuevo en el punto de partida y no lo puede creer de lo pequeña que es en sí. También en este recorrido encontramos lugares de comida casera hecha por los isleños. Uno de mis favoritos y recomendado es el rondón, y las empanadas de cangrejo, que son mi auténtica debilidad, a mí me ponen una empanada de cangrejo recién hecha enfrente y no puedo resistir la tentación. Me das un poco de limón y me como mil si hace falta”.

Ese recorrido de la isla es para Majida toda una debilidad, “porque a mí me fascina la playa, y alrededor de la isla se encuentra uno tantos rincones sin gente, donde extender una toalla y quedarse. El mar me relaja mucho, puedo estar todo el día sin hacer nada junto a las olas. Para mí es como una terapia, y hay muchos lugares de la isla que además de todo eso me recuerdan mi niñez y me encantan todavía más. Todas las playas me gustan pero busco siempre para detenerme la más solita, la que menos turistas tenga, siempre encuentro alguna en la zona de San Luis. Además de todo eso es un mar seguro, como por los lados del Cove, y eso es chévere, hay lugares que parecen piscinas, sin olas apenas, incluso hay algunos lugares muy buenos para ir con los niños porque el mar no tiene nada de corrientes y es muy tranquilo”.

La niñez y piscinas entre coral

“Mis recuerdos también me llevan a las excursiones a lugares como Johnny Cay, el Acuario o Cayo Cangrejo. Los cayitos que están más alejados no son tan turísticos pero es un plan delicioso, para arrendar un bote con un lugareño, ir, pasar el día, almorzar y luego regresar. Algunos de estos lugares por seguridad están restringidos pero lo que se puede hacer es buscar a un isleño para que le hagan a uno un tour. Hay un plan que me gustaba mucho cuando era chiquita, que si van a San Andrés y buscan un lanchero seguro que se lo hará. Entre San Andrés y los cayos de Johnny Cay y el del Acuario hay unas piscinas naturales en medio del trayecto que se forman gracias a las barreras de coral y donde la arena es bajita y se hace pie. Es una sensación muy chévere porque uno se va adentrando en el mar y de repente ve que la profundidad decrece, la lancha está como en medio de la nada rodeada de agua pero uno se baja y pisa el fondo. Recuerdo de niña que la pasábamos súper bien, todo eso está lleno de erizos blancos, por cierto toca tener cuidado con eso, es bueno llevar el calzado de playa puesto para no pincharse. Aunque el agua es muy clarita y se ven con facilidad. De chiquita ese era uno de mis planes favoritos, mi papá nos llevaba a pararnos ahí en mitad del mar a jugar con los erizos”.

Para finalizar no puede faltar la música, sobre todo para una anfitriona que viene de interpretar de manera tan soberbia a una de las grandes figuras de la canción colombiana. Majida Issa invita a todos los lectores a participar en la próxima edición del Green Moon Festival que se va a celebrar en la isla a partir del próximo 15 de septiembre, festival del que ya informamos en Caminantes y Caminos, sección de Las2Orillas. “Es un evento en el que participan muchos grupos musicales nacionales e internacionales que son invitados para interpretar su reggae, su ska, su calypso o demás ritmos caribes. Para los grupos sanandresanos es una buena plataforma de darse a conocer y para los turistas amantes de este tipo de música es más que recomendable, porque es una fiesta continua de más o menos seis o siete días donde toda la isla se convierte en un gran altavoz en el que día y noche, atardecer y amanecer, se ven ambientados por el sonido en vivo en plenas playas donde uno puede darse un auténtico baño de mar y de reggae”.