En la mitología griega no faltó la trampa y el engaño. Dolos personificó la astucia y la marrullería.
Con el tiempo surgió la religión católica, en su seno proliferaron las disputas por el liderazgo, abundaron las falsificaciones de la verdad y se sancionaron las dobleces con el precepto: “no dirás falso testimonio ni mentiras”, que terminó siendo un pecado venial.
Al indagar sobre “las disputas por el liderazgo” se encontró que más de un apóstol había prometido la multiplicación de los panes y los peces, como en las cruzadas partidistas colombianas.
Los budistas no se quedaron atrás y señalaron: “No mentirás en público, ni en casa, ni en la asamblea: Ni harás que otros mientan ni aprobarás tal proceder. Evitarás toda clase de falsedades”. Lo de “público”, “falsedades” y “asamblea” deja intuir que la política ya había incursionado en sus feudos. Lo de mentir, en la casa, ha pasado a tener carácter piadoso y, en público, motivo de honra.
El Corán dice: “Oh, creyentes, teman a Dios y cuéntense entre los que dicen la verdad, porque los mentirosos no forman parte de los seguidores de Dios” (9-11). Tantos mentirosos debían haber existido que les prohibieron entrar a las huestes de Alá y su profeta Mahoma.
Todo indica que, desde tiempos inmemoriales, existían gobernantes y gobernados, había comenzado el ensayo de las elecciones, que culminó con la Revolución Francesa, época en que se coleccionaban cabezas de los mentirosos.
Después, alguien dijo: “La primera fuerza que dirige el mundo es la mentira”.
Y, con rapidez, los Estados Unidos dijeron que la URSS tenía armas nucleares. Se cayó la URSS, pero no se cayeron las armas nucleares. Hoy, andan en santa alianza, como unidos por el mismo cordón umbilical neoliberal y atómico, olvidando, los primeros, a Hiroshima y Nagasaki.
Más tarde nos asustaron con las armas “amarillas” teledirigidas de China y Corea del Norte, mientras los aliados de Trump, le colocan flores de reconocimiento y, el propio mandatario de los Estados Unidos pisa, medrosamente, los territorios termonucleares coreanos.
Después, los norteamericanos, al estilo de Piero, nos infundieron, al comenzó de los ochenta, que Gadafi era un monstruo diabólico y acabaron con Libia, un país donde el “dictador” había llevado el país al bienestar: Educación, salud y vivienda, eran gratuitas.
No satisfechos con la falacia internacional, que consumieron, con avidez, nuestros medios de comunicación, nos dijeron que en Granada, Isla del Caribe, la Unión Soviética iba a instalar bases de lanzamientos de misiles de largo alcance, capaces de llegar al Parque Caldas, y la invadieron.
Pero, la madre de todas las mentiras, matrona ejemplar, la más universal de todas, fue la mentira utilizada para atacar a Irak, país que presuntamente portaba “armas de destrucción masiva”, armas que no encontró la ONU, tan proclive al Tío Sam. Se recordará que primero derribaron la estatua de Saddam Hussein, después fueron por él y el petróleo, “aperitivo” que no puede faltar en las ceremonias multinacionales del poder.
Solo en Cuba y Vietnam han perdido la guerra.
Expertos en celebrar “la confianza inversionista”, le han afirmado al mundo que la economía se autorregula gracias a la acción de la mano, creada por Adam, no el de la manzana sensual, que se escribe con n, sino el de La riqueza de las naciones.
Es, en ese contexto internacional, que regresa Don Nicolás, asume la osadía de arrancar la ética de la política y transforma la política en un valor en sí mismo, la aparta de la moral, para deleite de los corruptos.
Don Nicolás Maquiavelo, en estado de total indefensión, pasó a ser maquiavélico, se le aplicaron todos los sinónimos que hasta ahora existen en el diccionario de la RAE: astuto, sutil, sagaz, artero, solapado, hipócrita, falaz y engañoso, cuando, en purísima verdad, se sabe que el Gran Maestro fue el menos maquiavélico de todos los maquiavélicos que hasta ahora han existido en el Universo.
Gran oportunidad para que las candidatas y los candidatos regionales y locales le expliquen a sus adeptos que los señores de la guerra, nacionales e internacionales, son los más afectados en un proceso de paz y, les recuerden, que el gitano Melquíades, en buena hora, forjó alianzas con el Clan de los Buendía, y les dio a beber, a los habitantes de Macondo, un extraño brebaje que, inesperadamente, les produjo la recuperación de la memoria que habían perdido con motivo de “la peste del olvido”… electoral.
Salam aleikum.