Universidad proviene de la palabra universal. En efecto, la universidad es un ambiente pedagógico en el que se pueden encontrar diferentes disciplinas como experticias con las cuales los integrantes pueden mejorar, ampliar como profundizar sus competencias gruesas y blandas. De igual modo, desde la teoría del capital humano se supone que al ingresar y terminar uno sus estudios en una universidad tiene más posibilidades de ingresar al mercado laboral, en virtud que continuar preparándose genera movilidad social.
Con el mismo propósito, en el año 1989 se puede decir que inició lo que hoy denominamos neoliberalismo en Colombia. Precisamente, para ese año, el hoy expresidente Gaviria, que para ese entonces era ministro de Hacienda del expresidente Barco, pidió unos préstamos a un ente multilateral y este en contraprestación exigió que la economía colombiana pasara de la sustitución de importaciones a las exigencias del Consenso de Washington y los de Basilea I y II, que en términos generales es el neoliberalismo. En efecto, tal ideología pregona la extinción del Estado de bienestar desde los postulados de Keynes: reducción del Estado a su mínima expresión y sobre todo la “libertad económica”, entendida como la individualización de los costos sociales.
Ahora bien, con la llegada al neoliberalismo a Colombia los sectores económicos paulatinamente se fueron incrustando a las exigencias de la doctrina y uno de ellos fue el servicio de la educación y entre ellos una de sus oferentes las universidades. En particular, el lenguaje economicista permeó las aulas de clase y emergieron palabras como “cobertura”, “calidad”, “eficiencia”, “competitividad”, ”competencia” y “eficacia”. A esas le siguen otras variables como mercantilización de la educación y lo que denunciamos como “universidades de garaje.”
Las “universidades de garaje” nacieron como una oferta que buscaba ampliar la cobertura, de llegar a los estratos socioeconómicos más bajos para que estas personas pudieran generar movilidad social y así poder mejorar su calidad de vida, su entorno y sobre todo para poder competir en un mundo que tiende a ser globalizado. Sin embargo, lo que inició o se profundizó con estas directrices fue la proliferación de “rotos” o “chuzos” o en términos más refinados de “garajes educativos”. Ya que en vez de potencializar lo antes dicho, estas instituciones lo que han generado son una sobreoferta de egresados y programas que han contribuido con la reducción de los salarios reales como la pauperización del conocimiento, en virtud que estas instituciones pregonan un mar de encantamientos pero que en la realidad son un robo disfrazado. A continuación describiré qué características poseen las “universidades de garaje”:
- Son instituciones que no tienen en promedio campus universitario.
- Utilizan colores y frases llamativas como emblema de mercadeo para impulsar imaginarios colectivos y poco razonamiento de sus compradores. Algo así como lo que hacen algunos políticos que apelan a los sentimientos pero no a los razonamientos de sus votantes.
- En promedio sus profesores no tienen maestría.
- Precarios o nulos procesos de investigación.
- Limitados tiempos para graduarse. Son las que afirman que en tiempos ridículos se pueden graduar sus educandos.
- Son lugares donde sus estudiantes en promedio tienen calificaciones altas con lo cual tratan reducir la deserción.
- Limitados procesos de proyección social.
- Costos de matrículas bajos y los compensan con economías a escala. Por ello, se ofertan cursos de 40 y hasta 50 estudiantes en un salón.
- Salarios mediocres para su personal y las hay donde laboran 48 horas. Donde una universidad máximo laboran 40 horas los profesores.
- Imagen corporativa reprochable tanto en el medio educativo por sus prácticas como en el aparato productivo.
- No son reconocidas por el Ministerio de Educación como universidades acreditadas.
- Muchos de sus programas no son acreditados por el Ministerio y varias veces les han negado los registros calificados.
- Líos jurídicos de sus dueños o el dueño que salen en primera plana en los periódicos.
- Dueños o el dueño que no tienen que ver con la academia y lo ven más como otra unidad de negocio.
- Rotación constante de directivas como de profesores con los cual perjudican los procesos como la trazabilidad de los mismos.
- Limitados procesos de internacionalización.
- Se vanaglorian en promedio por logros extracurriculares. En efecto, son las que en sus páginas web salen más imágenes de que alguno de sus estudiantes o grupos ocuparon el tercer puesto jugando baloncesto que por procesos académicos. Sin desconocer lo benéfico de lo extracurricular, el objetivo de ir a estudiar no es ir a jugar sino prepararse.
- Donde no hay estudiantes sino clientes y los clientes siempre tienen la razón.
Por estos motivos señor padre de familia, posible estudiante o educando le sugerimos que antes de ingresar o inscribirse a esas mal llamadas “instituciones de educación superior IES” usted debe de indagar: ¿en qué clase de institución va a estudiar?, ¿qué imagen tiene la IES frente al aparato productivo como en la academia?, ¿qué clase de profesores son lo que enseñan?, ¿por qué es tan barata o tan costosa la matrícula?, ¿si es cierto lo que dicen?, ¿sí tienen los programas acreditados por el Ministerio de Educación Nacional?, ¿qué internacionalización ofrecen?, ¿quiénes son sus dueños y que trascendencia tienen en el mercado de la educación?
Si no responde estas preguntas de manera satisfactoria lo pueden estar robando y en vez de salir como un profesional puede ser otro egresado más o en vez de tener un diploma con soporte solo puede tener un papel con colores. Por eso este llamado es en aras de fortalecer la educación en un país que necesita profesionales no egresados… realizo un llamado de atención... ¡No se deje estafar!