En los muchos comentarios que he tenido oportunidad de leer en los medios sobre la muerte de Gabo, me quedaría corto si no reaccionara diciendo que son muy pocos los acertados, muy pocos los que se preocupan por reconocer y hacer un homenaje a lo que, independiente de su vida personal, de sus elecciones, de sus gustos, de su manera de pensar, fue su obra, su trabajo literario. La mayoría, que estoy seguro ni siquiera han tenido ni el tiempo ni mucho menos la voluntad para leer al menos una cuartilla de cualquiera de sus libros, lo tratan de apátrida, de auspiciador de la guerrilla, de comunista, de Castrista…. Como si esto fuera malo, como si esto fuera un disparate, como si un hombre inteligente no tuviera el derecho de elegir, ser y hacer lo que le dé la gana. Cuando puedo asegurar que ninguno de estos críticos da la talla para ser Colombiano. Colombia como país no existe fuera del papel. Aquí abundan los apátridas, los que se valoran más por su sangre extrajera. Aquellos que antes que ser colombianos, sinónimo de estupidez, de pobreza, quieren ser extranjeros, estos sí sabios, ricos, importantes, verriondos. Aquellos que ven con mejor ojo a un gringo ladrón o a un europeo cabrón que a un indio digno. Les recomiendo leer y escribir y dejar de criticar tanto, dejar de ver solo lo malo, lo feo, lo indigno. Lo que no nos gusta que definitivamente es lo que más nos gusta ver en los otros. Lo que nos distingue no como colombianos sino como seres abyectos tratando de ser humanos. Somos la peor especie que habita el planeta. Que viva la fiereza del hombre tigre, la nobleza del hombre perro, la agilidad del hombre águila, la inmensidad del hombre ballena, la inteligencia de aquellos animales que en silencio se atreven a escribir y contar… Vivamos, si es verdad que somos capaces, sin joder a los demás. Aprendamos a respetar y a ver lo mejor, no lo que sabe a mierda que parece es lo que queremos ser.
