Tres encore como dicen los refinados, o mejor piezas adicionales, indican la complacencia del público que colmó el recinto del Teatro Julio Mario Santodomingo el jueves anterior para escuchar la orquesta de Israel bajo la dirección de Zubin Mehta.
Quienes hemos disfrutado los múltiples videos de sus presentaciones en los mejores escenarios del mundo nos impresionamos por sus limitaciones físicas que lo obligan a dirigir sentado. El programa preparado para esta gira incluyó un gran contraste entre los períodos musicales de las obras escogidas y, como lógica consecuencia, también en las características sonoras de las mismas, escritas por dos músicos famosos.
Por un lado, Haydn (1732-1809), quien fue el creador de las sinfonías, como empleado con contrato con la noble familia Esterhazy llegó a completar ciento cuatro piezas de este género, además de muchísimas otras composiciones.
Gustav Mahler, 1860-1911, un hombre totalmente diferente a Haydn, se convirtió al catolicismo con el único fin de poder llegar a ser director de la Real Ópera de Viena. Un perfeccionista que jamás estuvo satisfecho con ninguna de las orquestas que interpretaron sus obras. A su esposa, también compositora, le hizo la vida imposible. Este matrimonio terminó con características de telenovela.
El concierto se inició con la presentación de la orquesta por parte del director del teatro, quien saludó y agradeció la presencia de los expresidentes Uribe y Samper. Contraste adicional de ideologías.
Se escuchó al inicio la Sinfonía concertante HoB 105 escrita en 1792 cuando el compositor había viajado a Londres, ciudad en la que se convirtió en una estrella de la música. Los instrumentos solistas son violín, fagot, oboe y chelo y los músicos que los interpretaron lo hicieron con magnífica afinación.
La tercera sinfonía de Mahler se caracteriza por su duración, compuesta por diversos movimientos, con títulos que traducidos tienen nombres bastante explícitos. Inicia con lento arrastrado, un andante denominado Floral, en el cual aparecen bellas melodías, continúa con muy vigoroso no demasiado veloz, después solemne y mesurado, sin arrastrar y el final es una agitación tormentosa.
La ubicación de mi puesto en el teatro me permitió observar los gestos del director. Parecía, especialmente en los pasajes con gran influencia de los bronces de la orquesta, que él deseara poder estar de pie como en sus mejores épocas para magnificar los gestos que perciben los integrantes de la orquesta.
Desde el punto de vista interpretativo, desafortunadamente en Floral la terminación en pianissimo no resultó afortunada. En el lento arrastrado los cornos tienen un papel preponderante con una serie de trinos, que no sonaron bien. La agitación tormentosa permitió escuchar de repente el golpe de la percusión y los platillos, que despertó a muchos de los asistentes.
El resumen ya se mencionó al inicio de este escrito: una gran orquesta que colmó la expectativa del auditorio.
