Tras el paro, otro mundo

Tras el paro, otro mundo

Por: Johan Andrés Higuita Granada
abril 23, 2014
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Tras el paro, otro mundo
Imagen Nota Ciudadana

Desde el campo, a lo largo y ancho de la geografía colombiana empieza a organizarse la cosa. De nuevo esos seres olvidados, abandonados y marginados por el modelo económico-político impuesto desde un gobierno despatriado y unas lógicas de mercado globales, se alistan para ocupar calles, vías y carreteras en defensa de sus territorios, en defensa de su cultura, en defensa de la vida.

Echan mano de la dignidad que se les niega para emprender la protesta; con temores, miedos y prevenciones, pues como lo muestra nuestra lamentable historia, en Colombia protestar es un "delito", acarrea persecuciones, asesinatos y desapariciones por parte del Estado y su aparato represivo y también por las fuerzas para-estatales (¿la misma mierda son?); sin embargo también está presente en las reuniones preparatorias la esperanza, los sueños, las ganas, la pujanza tan característica de nuestros campesinos, el deseo no sólo de un país, sino de un mundo distinto.

Quienes hemos participado de los distintos espacios organizativos y preparatorios a nivel nacional, regional y local nos hemos acercado a ese otro país negado, a ese otro país que los poderosos han querido eliminar. Las asambleas, los debates, la construcción colectiva lleva a pensar que el auto-gobierno y la democracia directa son posibles, que la democracia representativa es una falacia, que la prevención de que el pueblo no sabe, que necesita quien lo dirija, es una mentira. Pura excusa para someternos. O los gobernantes no conocen realmente a sus pueblos o los conocen y los ignoran, porque la gente sí sabe, porque la gente construye planes de vida, conoce el lugar que habita, tienen una concepción autóctona de desarrollo, se sabe organizar, se sabe dirigir.

No digamos que todo es armónico, obvio no, está presente el conflicto y la diferencia —como lo está en el senado y las instituciones— pero se sabe construir no sólo a pesar de esto sino a través; y además como ya lo decía alguien por ahí: "como bailando se aprende a bailar, participando se aprende a participar" y a eso estamos aprendiendo los pueblos en las distintas organizaciones, a participar, no en la institucionalidad, no en el armatoste viejo y corrupto del Estado, sino en los espacios alternos, populares que hemos sabido construir, crear y defender en el barrio, la vereda, la comuna, entre otros. Espacios no oficiales pero sí legítimos.

Este Paro Nacional que se avecina no pone de manifiesto sólo un Pliego de Exigencias y unas reivindicaciones, se pone de manifiesto también el proyecto de país que los movimientos sociales han estado construyendo, la alternativa que representamos. Y quizá es algo que no se visualiza desde la simpleza de la mirada, porque exige de la experiencia, no basta de un vistazo ligero al Pliego sino de una convivencia con quienes lo construyen, requiere de desacomodarse para "ensuciarse" de pueblo. Porque en medio de todo y aún con mil fallas construimos relacionamientos distintos y de esto he sido testigo: el otro mundo que develan los de abajo.

Con incertidumbre va marchando la cosa. Nos alistamos pa' dar la pelea, nos alistamos por el derecho a existir y habitar dignamente nuestros territorios. Nos alistamos no sólo para reclamar y pedir —no somos mendigos— nos alistamos también para decir en voz alta que el poder estatal y económico que detentan los de siempre será destruido tarde o temprano porque la gente se ha cansado, porque ya nadie nos representa, porque exigimos auto-gobierno, soberanía, autonomía, libertad, porque no sólo la exigimos sino que la construimos y la defendemos. Por esto las fuertes arremetidas contra la protesta, por todo lo que significa para el poderío corrupto; por esto los campesinos, negros e indígenas son acribillados en las calles, vías y carreteras, molidos a bolillo, mutilados con artefactos. Y sin embargo, a pesar de tanta adversidad ahí estamos y con seguridad estaremos, porque en más de 500 años de lucha y resistencia no han logrado eliminarnos. La cosa continúa y muestra de ello es el Paro que se avecina. Ojalá esta vez no se desangre en las calles el anhelo de un país distinto, aunque así es la “democracia” de Colombia y es de esperarlo.

Pero bueno, en las calles nos veremos, porque así nos tocó: salir a pelear si queremos seguir existiendo. Mientras tanto que siga "la insurrección de la alegría" como llamaba alguien los espacios comunitarios levantados por la gente pada decidir y mandatar sobre el futuro de sus vidas: insurrección porque nos rebelamos y alegría porque construimos y creamos. Que sigan los espacios no sólo preparatorios sino constructores de otras formar de ser, hacer y habitar el mundo. Tras el Paro, otro mundo.

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