Durante la última semana no hemos hecho otra cosa que destruir a Nairo Quintana. Con una autoridad moral que nunca hemos tenido, incluso gente obesa que nunca se ha subido en bicicleta se transformaron en jueces y dictaminaron su sentencia: Nairo era un hampón, un traidor a la patria, un tipo que había que quemar cuando llegara a Colombia. En redes daba asco leer a la gente. Que estaba acabado, que siempre fue un mediocre. Pobres millenials, no saben lo que es sufrir.
Nairo es el único colombiano en lograr podio en las tres grandes vueltas, Nairo ha sido el único que ha logrado dos subcampeonatos del Tour y también nadie sino él estuvo a punto de vencer a Froome en el 2015 en el furibundo ataque al Alpe d’Huez. Nairo ha ganado más etapas que cualquier otro ciclista en Europa, 38 etapas, Nairo ha ganado todo lo que ha corrido y no le pudimos perdonar que ganara lo único que le falta, el Tour de Francia.
¿De cuándo acá somos tan exitosos que queremos ganarlo todo? ¿Quiénes somos para exigirle victorias a nuestros mártires?, ¿A quienes le hemos ganado? Ni siquiera sabemos elegir a nuestros líderes, somos culpables de escoger a gente que no apoya el deporte, hemos forjado, a punta de nuestra ineptitud, de nuestra ignorancia, un país sin futuro, sin esperanza, un país cuyas únicas alegrías provienen de las victorias de nuestros deportistas.
Porque nadie nos ha dado mas que nuestro Nairo. Hoy el país celebró a rabiar la cachetada que le pegó a sus compañeros del Movistar. Sentimos que nos vengaba, que nos sacudía de siglos de desprecio europeo. Los colombianos no nos merecemos a Nairo. Merecemos mejor a criminales como Pablo Escobar y no a héroes como nuestros campeones. Somos un asco. Lo peor es ver como todos los infames, los que hablaron a rabiar de Quintana, se subirán sin pudor al bus de la victoria.