Mucho se ve por estos días a aquellos vicarios de la liturgia democrática en Colombia pregonando la necesidad de salir a votar para apropiarnos del destino del país. Y nosotros, los que no asistimos a la orgía falaz del voto, no por la lluvia, el sol o dormir hasta tarde, quedamos siempre reducidos a contumaces apátridas que no ejercemos nuestro deber como ciudadanos. Sin embargo, nunca se detienen a pensar si estamos con condiciones de realizar elecciones en éste país.
Dijo Montesquieu que en una democracia “el pueblo, en ciertos aspectos es monarca, en otros, súbditos; no puede ser monarca más que por sus sufragios, que son sus voluntades; por tanto la voluntad del soberano es el soberano mismo”, lo cuál implica que en todos los casos en los que se presume una democracia, el ejercicio del poder es sólo la expresión del verdadero poder. Lo dicho anteriormente puede resultar en una dulce homilía hacia nuestro sistema de gobierno e inspirar tiernos suspiros, sin embargo, hablar de democracia en Colombia no es más que una patraña. Inflamos pecho y levantamos el mentón al hablar de las elecciones, y andamos como misioneros de una nueva iglesia predicando las ventajas de ésta sin ni siquiera detenernos un segundo a cuestionarla.
Hablar de una democracia política sin libertad es tan difícil como cerrar los ojos e imaginarse un objeto sin espacio. Decir que en Colombia existe libertad democrática es un argumento producto quizás de un retraso mental, pero no de una persona medianamente consiente. Qué libertad para elegir puede tener una persona que sólo desayuna el día de las elecciones; a quién le cabe en la cabeza pensar en elecciones en un país con uno de los peores resultados GINI del mundo, por encima tan sólo de Haití y los países subsaharianos; cómo hablar de voto racional en un país con el ÚLTIMO lugar en las pruebas PISA. La práctica de del voto democrático en un país con las condiciones antes dadas no es más que la abdicación de los individuos como ciudadanos, no es más que una distracción, una desviación de los intereses, UN INSTRUMENTO PARA GARANTIZARSE EL EJERCICIO DEL PODER A TRAVÉS LA LEGITIMIDAD QUE OTORGA EL VOTO.
Dicho de otra manera, en un país con las condiciones ya mencionadas, el voto “libre y democrático” no es más que la abdicación cívica de los ciudadanos, una transferencia de los intereses colectivos, la falsa voluntad política del ciudadano quedó expresada en el voto y se renovará hasta las próximas elecciones en las que volverá a caer, con la terquedad de la burra al volver al trigo, sin que las cosas cambien para bien. Pero tranquilos hijitos, estamos en una democracia que se sustenta en seguridad, también democrática. Decir que existe democracia en Colombia es una falacia que insinúan los más atentos y observadores, quizás en un fallido intento por alentar a los demás a sentirla y defenderla. Fallido intento.
Por otro lado, aquellos misioneros de la democracia resecan sus gargantas promocionando el voto, sin embargo, no he escuchado a ninguno de ellos hablar de revocatoria de mandato, de plebiscito, de consulta popular, y otros mecanismos que la Constitución Política de 1991 nos otorga y que no son menos democráticos que el voto, pero que en realidad garantizan un constante ejercicio ciudadano.