Y con hablar bien me refiero a decir algo. Un deportista que genere tanta empatía como lo es Rigoberto Urán no puede quedarse en un par de palabras chistosas, otras tantas muy coloquiales y nada de contenido. De Urán esperamos que gane, sí, pero también entendemos que no lo haga. Igual ya demostró por qué es un gran ciclista y favorito en cada carrera en la que participa. Pero ya no me aguanto más su gaminería y sus chistecitos. Es imposible escuchar una declaración suya, que importa y vale mucho cuando se trata de leer una carrera como el Tour de Francia, sin que la ridiculice y la llene de "groserías" (usadas por todos nosotros en la jerga colombiana).
Nunca dice nada, y todos los periodistas se conforman con tener un famoso "mijito" para el noticiero del mediodía, infalible para la emisión, pero no le aporta nada a nadie. La primera vez que salió con una respuesta de esas fue chistoso, fue original, fue natural; hoy solo es un libreto que le sirve para cobrar en publicidad y promocionar su marca de ropa. ¿Y la carrera? A Urán pareciera que le faltara inteligencia para leer una competencia como el Tour, porque no es capaz de decir nada importante o inteligente cuando la prensa lo busca desesperada antes del banderazo inicial o cuando llega sin oxígeno al final de una etapa.