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¿Cómo lograron los indígenas del Guainía dejar de talar árboles?
Hace 50 años Guamal era una selva espesa bañada por un caño, donde había especies nativas de flora y fauna como la danta, el oso palmero, el oso hormiguero, el cajuche y el gurre. El primero en llegar allí fue Antonio Da Silva, un indígena de la etnia curripaco que nació en un poblado cerca de Manaos, Brasil. Él aprendió a adorar a los dioses de sus ancestros, pero todo eso cambió cuando la ola de evangelización, provocada por la misionera del evangelio Sofía Müller, llegó hasta su choza. El jovencito dejó la bebida, el cigarrillo y también el taparrabo.
Medio siglo después, Guamal es un poblado de 50 casas adobadas en bahareque, donde desde hace un tiempo se hace un esfuerzo importante por preservar el medio ambiente. Don Antonio, uno de sus habitantes, a veces hace reuniones en su casa para leer la biblia, la cual fue traducida a su idioma por Müller en 1948, ya que los indígenas de Guamal no tienen un lugar para congregarse y no quieren talar los grandes árboles que les rodean para edificar una, entienden el impacto de la deforestación. Por eso a través de BanCO2, un esquema de pago por servicios ambientales, la comunidad recibe apoyo del Éxito, que a través de este tipo de iniciativas busca mitigar y compensar su impacto en el medio ambiente, además de generar conciencia sobre el cuidado de la naturaleza. Siendo este un ecosistema clave, ya que se encuentra en una zona estratégica de conservación como es la Estrella Fluvial de Inírida —donde confluyen el río Guaviare, Inírida y Atabapo—, la alianza es de gran trascendencia.
“Teníamos una casetica bien pequeña, y llegó el programa BanCO2 con recursos que da el Éxito y empezamos a construir una más grande en la cual, en cambio de utilizar 300 palmas, decidimos comprar materiales diferentes y no talar el bosque”, afirma Misael Yuvabe, capitán de la comunidad el Guamal, mientras mira con felicidad cómo con la ayuda de grandes superficies y de estos programas, su comunidad y familia han logrado preservar el medioambiente y cuidar de ellos mismos.
Los curripacos, al igual que otras etnias como los puinave, acostumbraban cortar los árboles de las riveras para levantar sus casas. Eso acababa con el rebalse de sus laderas, la tierra que absorbe el agua en época de lluvias, y provocaba inundaciones como las que se vivieron en el 2016. Gracias a la labor de concientización de la cadena de supermercados, los bosques de las orillas del río Inírida están volviendo a crecer. Además, los curripacos ya tienen el dinero suficiente para levantar una iglesia, que estará lista en el mes de julio.
Pero esto no es todo. Los recursos no solo alcanzaron para hacer la iglesia, sino para construir un salón comunal del que están orgullosos. “Acá podemos recibir hasta al presidente”, dice otro de los pastores del lugar. Guamal es otra de las perlas que tiene el Guainía, un lugar que está destinado a ser uno de los puntos turísticos más importantes del continente y es que apenas el turista aterriza en el aeropuerto César Gaviria Trujillo de Puerto Inírida le despliegan un folleto de los sitios más destacados del Guainía, uno de ellos es esta población ubicada a 15 minutos de la ciudad. Los atractivos van desde el avistamiento de aves hasta comer los domingos un sabroso ajicero, un plato de pescado picante que revitaliza al agonizante. Ese día los indígenas que componen el lugar reciben a los visitantes. Ya no se reúnen en torno a un salón sino a la cancha de fútbol. Allí juegan hasta que se les hace la noche, acostumbrados al vapor infernal que podría derretir a un atleta tan completo como Cristiano Ronaldo.
Con soluciones como las de BanCO2 empresas como el Éxito contribuyen a conservar ecosistemas estratégicos como páramos, bosques y manglares en diferentes lugares del país para compensar su impacto en el planeta.
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