Neiva y el Huila empiezan su concurso “Quién quiere ser millonario”

Neiva y el Huila empiezan su concurso “Quién quiere ser millonario”

En la novela 'Montaña sin Lúmen', Óliver Lis propuso el primer concurso sobre el departamento y sus dinámicas políticas. Aquí algunas de las preguntas

Por: Andrés Óliver Ucrós y Licht
julio 03, 2019
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Neiva y el Huila empiezan su concurso “Quién quiere ser millonario”
Foto: Idea SV - CC BY-SA 3.0

Aunque Neiva fue fundada entre tres ríos: Las Ceibas, el Magdalena, el río del Oro, derivando su nombre de “La Ciudad Entre Ríos”, el acueducto de Neiva suprime casi a diario el suministro del agua.

  1. No es posible
  2. Verdadero

En las fiestas Sampedrinas los neivanos sufren de sed porque los gerentes del acueducto reciben dinero para que los turistas se bañen en las piscinas.

  1. No es posible
  2. Verdadero

A Neiva se le conoce también como:

  1. “El país de las montañas azules” según los cronistas del siglo XVII.
  2. El país de los tanques azules (los de reserva de agua, en el techo).
  3. El Valle de las Tristezas o Valle de las Tristuras, por la arquitectura que niega la existencia de civilizaciones como Grecia y Roma hace dos mil años y la falta de oportunidades.
  4. Gayva, la ciudad del Sampedro gay.
  5. Todas las anteriores.

Bogotá le manda a Neiva sus indigentes en camiones.

  1. Falso
  2. Verdadero

Neiva es una de las ciudades del mundo con mayor cantidad de indigentes, sin que haya políticas de rehabilitación.

  1. Imposible
  2. Verdadero

Neiva tiene subdiagnósticos de depresión, borderline, TAB y consumo de SPA, sin que haya políticas en salud mental.

  1. Falso
  2. Verdadero

En Neiva aunque se haya sido un político corrupto basta con haber sido secuestrado o asesinado para convertirse en héroe.

  1. No es posible
  2. Verdadero

En Neiva se hace proselitismo político en los entierros. Y lo hacen las mamás de los difuntos.

  1. No es posible
  2. Verdadero

 En Neiva los alcaldes no pavimentan las calles porque:

  1. Neiva quiere volverse la ciudad del Rally Mundial
  2. A los alcaldes les gusta sentirse como en su casa y “andar a pata limpia”
  3. Asfaltar calles no redita los mismos serruchos que remodelar estadios
  4. Todas las anteriores

Neiva destruyó su estadio buscando un serrucho que se le perdió a un alcalde, matando ocho obreros sin que el pueblo protestara; y el alcalde facilitó que le dieran más dinero a la concesión:

  1. No es posible
  2. Verdadero

Neiva solo tiene una ruta pavimentada que la conecta con el centro del país en cuatro siglos.

  1. No es posible
  2. Verdadero

Para viajar de Neiva a Popayán que está a menos de 200 kilómetros, el transporte terrestre se demora entre 9 y 14 horas.

  1. No es posible
  2. Verdadero

Neiva estaría a 4 horas del mar por carretera, pero en más de cuatro siglos ninguno de sus dirigentes se interesó en darle la salida al mar Pacífico.

  1. No es posible
  2. Verdadero

La cultura musical de la capital del bambuco se reduce a una sola canción, que no es musicalmente un bambuco.

  1. No es posible
  2. Verdadero

El nimno del Huila no habla de ninguno de sus más de cincuenta héroes de la obra Neiva en la Independencia de José María Restrepo; y solo habla de paisajes güevones que podrían ser los de cualquier ciudad del mundo.

  1. No es posible
  2. Falso

En más de cuatro siglos en Neiva no hay parques recreativos.

  1. No es posible
  2. Verdadero

 El parque Santander es una plaza con jardines mal dispuestos, y no un parque.

  1. Falso
  2. Verdadero

El jardín botánico de Neiva es un peladero.

  1. No es posible
  2. Verdadero

 Las mártires de la Independencia de Neiva (Rosaura Rivera, Dolores Salas, Martha Tello, entre otras), jamás existieron.

  1. Verdadero
  2. A nadie le importa

Las maquinarias políticas se han robado el Huila, se venden avales y se compran alcaldías; y el personaje más importante del siglo XXI es un bachiller.

  1. Verdadero
  2. Falso

Parecen estar aún vigentes las palabras de Gustavo Andrade Rivera en el Manifiesto de los Papelípolas (1958). Las transcribimos a continuación:

Empiezo esta carta con algo que para ti —en contacto por más de tres años con la vieja y eterna cultura—no tendrá el significado de blasfemia que sí va a tener para el huilense raso: José Eustasio Rivera es un mito que nos está haciendo estorbo.

Sí, Rivera es un mito porque su prestigio no se tuvo por el huilense de ayer —tan igual al huilense de hoy— como una gloria purísima de las letras, sino a la manera de un comodín para presumir cultura, y a la manera de una cerca de alambre de púas para atajar el paso a la cultura. Vale recordar que José Eustasio tuvo que huir, emigrar de su "Tierra de Promisión" para evitar La Vorágine de nuestros medios caseros de demolición; y que su prestigio se aceptó entre nosotros a regañadientes, cuando ya no había más remedio que aceptarlo porque tenía consagración nacional y americana. Fue como si al valle árido —al pobre Valle de las Tristezas— le hubiera nacido de pronto una eminencia que rompía la monótona mediocridad de las líneas horizontales, mientras la indiada se arrodillaba en desnuda adoración.

[...] El huilense de hoy —tan igual al huilense de ayer— sigue cultivando amorosamente el tabú con el mismo doble oficio de comodín y talanquera. José Eustasio, entonces, como un viejo guáimaro sigue dominando la cumbre con altura tan empinada y tal poderío de brazos ramazonados, que todo el Departamento cabe debajo de él. Pero su sombra no es buena, protectora y estimulante, sino que la han convertido en mala sombra que asfixia y que apenas nos deja prosperar como arbustos raquíticos. Dicho en el lenguaje del analfabeto de esquina nos sobran esquinas. Ramiro aquí nadie puede ser escritor y poeta porque ya tenemos a Rivera. Y nos enfrentan al hombre que, de vivir, sería un glorioso mecenas setentón, con los ojos llenos de colinas para su valle, empeñado en sembrar un bosque, todo un bosque de guáimaros.

Estamos, pues, enfrentados a Rivera. Y sin embargo, la lucha no es con él ni contra él. La lucha es con nuestro medio, el mismo que tú conoces y que en buena hora dejaste. La lucha es con el mismo medio hostil y voraginoso que José Eustasio tuvo que vencer a lo Arturo Cova. Con el mismo medio desagradecido que tasa los centavos de la estatua pero que no tiene vergüenza de usar La Vorágine y Tierra de Promisión para presumir de culto sin serlo.

¿Somos entonces un pueblo inculto? No. Ya intentaré otro día —en otra carta— un estudio más a fondo sobre esta materia. Por ahora te anticipo que somos un pueblo que padece una mala definición y una mala ubicación de la cultura. En esos dos errores que se complementan y armonizan, está la causa y razón de nuestro prolongado estiaje intelectual. Definimos la cultura como el tránsito por una universidad y ubicamos la cultura en quien nos muestra un título de doctor.

El profesional, no podía ser menos, se lo creyó así, sin auto examen de conciencia, y va gozosa y golosamente a las preeminencias que nuestra tontería le ofrece, traducidos en las posiciones rectoras del gobierno y la política. De esta manera, desembocamos en el doctorismo, pero también en la más desoladora medianía, porque nuestros doctores son de una mediocridad tan desconcertante que con frecuencia abarca a los linderos mismos de su profesión. Tiene que ser así porque nuestro desenfado profesional casi siempre es el producto de dos factores: un padre enriquecido e ignorante empeñado en tener “dotor” en la casa, porque “pa’ eso es la plata”; y un muchacho con tozudez filial sobre los libros hasta que al fin lo gradúan. No importa que la tierra paterna se desperdicie y se muera por falta de brazos para trabajarla; no importa que al hijo se le note a distancia el pelo de la dehesa, que por todos los poros trasciende a corral y sementera, que él mismo parezca un sólido estantillo para desbravar animales: ha de ser odontólogo, ingeniero, abogado o médico. Tan cierto es esto, que la única actividad conocida del profesional huilense, aquella por la cual no vacila en dejar negocios y oficina, es la ganadería o la agricultura. Las cosas, Ramiro, vuelven al lugar de donde salieron.

¿Recuerdas aquellas altas madrugadas que nos sorprendían sobrándonos dedos de la mano para las excepciones? Ninguno con madera bastante para que el país lo mire y nos mire con el respeto que inspiran la inteligencia y la sabiduría. Y cómo nos escandalizábamos repasando la lista de nuestros titulados senadores y representantes, de nuestros gobernadores… A algunos, muy pocos, se les recuerda por la carretera, el puente o el matadero cementoarmado donde pusieron la quintaesencia de todo su poder creador. Pero nadie dejó —no podía— la obra de aliento espiritual que pusiera su nombre más allá de la placa deleznable, en la memoria y el afecto de toda una generación. El Huila, Ramiro, es un cero a la izquierda, mas no por la pobreza erial de su geografía y la pastoralidad de sus gentes, sino por la insuficiencia graduada de sus doctores.

Como todo lo dicho, es pura poesía y ficción...

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