Óscar y Valeria, la imagen más diciente del drama de la migración

Óscar y Valeria, la imagen más diciente del drama de la migración

El pasado domingo, padre e hija murieron ahogados en el río Bravo, todo en un intento, como el que hacen muchos otros, de llegar a EE. UU.

Por: Fernando Alexis Jiménez
junio 27, 2019
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Óscar y Valeria, la imagen más diciente del drama de la migración
Foto: Twitter @gonzabanez

La crisis económica, la miseria y el hambre no tienen edad ni nacionalidad, tampoco conocen de matemáticas para calcular que un caudal de 68 metros cúbicos por segundo arrastra a quien sea en el río Bravo o río Grande, que en su espacio más estrecho tiene más de una cuadra de diámetro.

Para millares de personas, esta enorme cinta de agua que atraviesa la frontera norte de los estados mexicanos de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, los separa del sueño americano.

Para Óscar y Valeria Martínez marcó un antes y un después. Fue la línea divisoria entre la vida y la muerte. El último tramo hacia la tierra prometida. El espacio en el que sus sueños murieron para siempre, al menos los sueños del padre de 25 años, quien intentó surcar el río nadando en medio de la desesperación que despierta el recrudecimiento de la política migratoria en México, tras el acuerdo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador con la administración de Donald Trump.

Los sueños de un migrante

Óscar Martínez Ávalos y su hijita Valeria, de 23 meses, habían peregrinado un largo camino desde El Salvador, unas veces caminando, otras en camiones y, en la mayoría de las veces, acudiendo al buen corazón de quienes veían reflejado en los ojos de aquél hombre, la ilusión de un porvenir, una palabra que a veces resulta ambigua y etérea ante la incertidumbre de lo que traerá el mañana.

La imagen de sus cadáveres a las orillas del río Grande, le han dado la vuelta al mundo e, inmediatamente, remiten hacia la crueldad de una política migratoria como la de Trump, que en unos despierta admiración por sus tintes nacionalistas, y en otros rechazo, porque fueron muchos latinos quienes creyeron en sus cantos de sirena, durante el proceso electoral que lo llevó a la presidencia.

Probablemente habrá quienes, siendo hispanos, caigan nuevamente en las redes de sus discursos y lo acompañen en la nueva contienda electoral que ya le respira en la nuca de los sufragantes.

Nada pudo detenerlo

Rosa María Ramírez, la madre de Óscar, cuenta en una entrevista que concedió al Canal CNN, que muchas veces le insistió en que pensara cuidadosamente sobre la decisión de ir tras el sueño americano. “Nada podía detenerlo. Era como si un imán lo atrajera hacia un destino incierto, en el que sabía que ponía en juego todo, incluso su vida”, explicó.

No ocultó que lloró bastante. “Yo sentía en mi corazón que era la última vez que lo abrazaba. Le dije que lo amaba mucho, que se cuidara. Igual, él me dijo que me amaba y que, primero Dios, él iba a pasar y que él quería ayudarnos a nosotros también, a la familia", le dijo a la BBC, que reprodujo su entrevista en el portal digital.

Pese a la dolorosa experiencia de esta familia, los migrantes siguen multiplicándose como crispetas.

Están convencidos que más allá de la frontera los esperan la prosperidad y el bienestar para su generación. Se cansaron de caminar con la pobreza a su lado, como una sombra que se extiende a sus espaldas cuando el sol declina al atardecer.

La madre de Óscar relató que en su última llamada telefónica, él le dijo que todo iba bien.

A finales de la semana pasada, había llegado a Matamoros, en el Estado de Tamaulipas, en el norte de México. Una ciudad grande bajo el colapso desatado por la migración. La lista de espera para poder ser atendidos por la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU., era muy larga. Por esa razón, dominado por el desespero de ver pasar los días sin que se resolviera la situación, decidió aventurarse a cruzar el río.

Era domingo, pero no con la misma alegría que tenían en su tierra. Acá eran horas de desesperanza, pintadas de gris aun cuando todo alrededor luciera radiante. Son los colores que ven los protagonistas del éxodo hacia norteamérica, de los peregrinos en un sendero que jamás termina.

Imágenes que retratan el desespero

El retrato que evidenció la desesperación de Óscar fue captado el 24 de junio por la periodista Julia Le Duc, en las horas posteriores a su deceso, junto a la menor.

No es una fotografía cualquiera. La imagen representa una conmovedora muestra del peligroso recorrido que los migrantes enfrentan en su paso rumbo hacia Estados Unidos.

Las trágicas consecuencias a menudo pasan inadvertidas. Solo se visibilizan cuando hay registros así, como también ocurrió en Colombia cuando un video sacó a la luz el dolor de la muerte cuando asesinaron a María del Pilar Hurtado, frente a la mirada impotente de su hijo de 9 años.

El deceso de Óscar y Valeria, captado por una cámara, hace recordar la fotografía del niño que fue rescatado de entre los escombros en Alepo después del ataque aéreo o la toma de 1993. Su cuerpo estaba cubierto de sangre, muy próximo a la inanición.

Esos retratos despiertan la conciencia pública. Tanto así que un día después, los demócratas en la Cámara de Representantes de Estados Unidos enfilaron baterías hacia la aprobación de un proyecto de ley de emergencia de ayuda humanitaria por 4.500 millones de dólares destinados a abordar la difícil situación de los migrantes en la frontera.

El presidente de México, quien negoció con los Estados Unidos una política migratoria como una salida —permítame redundar, desesperada— para evitar una crisis económica en su país, se pronunció con unas cortas palabras que lo dicen todo: “Es muy lamentable que esto suceda, muy lamentable que esto pase”. Frases de cajón que no traerán de vuelta a la vida ni a Óscar, ni a Valeria ni a los cientos de quijotes migrantes que han muerto antes de llegar a territorio estadounidense.

Como se recordará, el 23 de junio, dos bebés, un niño y una mujer fueron encontrados muertos en el valle del río Grande, al ser superados por el calor extremo. Un niño pequeño —proveniente de India— fue hallado muerto en Arizona, hace unas semanas.

También fallecieron tres niños y un adulto oriundos de Honduras. La balsa en la que se desplazaban se volcó mientras cruzaban el río Bravo.

Pero ni esas imágenes ni las noticias que abren titulares ni los relatos que no aparecen en los periódicos porque nacen y mueren en el anonimato, disuadirán a los migrantes que quizá, en pocas horas, estarán ideando cómo cruzar la frontera hacia los Estados Unidos. Apuestan su vida en la ruleta de la incertidumbre, que quizá les resulte contraria.

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