A propósito de la puesta al aire de una de las veinte emisoras que promueven la convivencia y la reconciliación en una de las zonas más afectadas por el conflicto armado, recuerdo en el año 2012 entablar una charla con mi profesor de ciencias políticas. Nuestra conversación se basaba en el proyecto de paz que se iniciaba en la capital noruega y las dudas iban dirigidas a las acciones formativas en pro del posconflicto con el objetivo de preparar a la sociedad colombiana para la reincorporación de los excombatientes a la vida civil y para ver a los dirigentes de la guerrilla en la vida política.
Después de varios años decidí realizar un análisis sobre las posturas del docente frente al entonces naciente proceso de paz. Recuerdo que su principal argumento se fundamentaba en la pedagogía ciudadana como herramienta útil, tanto en las fases de planeación y ejecución, promoviendo conductas e ideologías del reconocimiento del otro como sujeto portador de derechos. Sin embargo, tuvieron que pasar casi ocho años y dos gobiernos presidenciales para dar inicio a esta labor.
Si el gobierno hubiera iniciado con la práctica pedagógica de la paz y el conocimiento los acuerdos hubiesen sido estudiados sin ningún tipo de desinformaciones ni criterios partidarios, los niveles de polarización política serían tan bajos como la votación de Humberto de la Calle en primera vuelta.
La preparación para la reincorporación debió planificarse desde todas las entidades gubernamentales en los diferentes campos, como en infraestructura, cobertura y en pensamiento adaptativo a la transición.
Las prácticas formativas debieron y deben hacerse sin corresponder a ningún guion político. De hecho, estas deben ser instauradas desde un marco ético de legalidad, permitiendo el empoderamiento social y no individual.
Ojalá esta nueva emisora a través de sus ondas sonoras contribuya en la construcción del verdadero concepto de sociedad.