Es posible que a usted le hayan preguntado en múltiples ocasiones y en tono acusador: “cómo es posible que no tengas casa?”. También es probable que lo hayan hecho sentirse como una persona negligente, falta de iniciativa, incapaz de gestionar un crédito ni en la tienda de la esquina. Como si fuera poco, le restriegan en la cara que usted no quiere a su mujer ni a sus hijos porque cuando muera no les va a dejar a ellos ni en dónde caerse muertos. De nada sirve que usted no crea en las bondades del capitalismo salvaje, al fin y al cabo usted, según sus críticos, es un desadaptado social porque no hace parte de los beneficios que le ofrece la banca privada y el gobierno.
Pues bien, usted ahora decide probar con la banca privada luego de descartar al Fondo Nacional del Ahorro (FNA), porque los trámites son tan lentos y dispendiosos que los certificados se vencen mientras esperan turno para ser sometidos a estudio. De modo que, cuando lo llaman por teléfono, es para decirle que debe volver a iniciar el proceso con documentos actualizados, así en un círculo vicioso que se prolonga por meses enteros. Además las empresas constructoras no quieren entregar viviendas respaldadas por el fondo porque, aparte de los trámites, demoran hasta un año para pagarles.
Por eso usted, que se gana un sueldo de profesional equivalente a $4.056.000, de los cuales solo recibe $3’675.960, por las deducciones parafiscales, decide ir al banco para gestionar el crédito.
Una vez en el banco, y para evitar un desgaste emocional y de tiempo, como el que tuvo con el FNA, le solicita al “asesor comercial” que, antes de iniciar el proceso formal, le haga una proyección sobre el monto que le pueden prestar, las cuotas que deberá pagar mensualmente y los años en lo que debe pagarlos. Es lo que elegantemente le llaman un crédito hipotecario. Pues bien, el estudio arranca confirmando que usted no esté reportado ante una central de riesgo y que además goza de un buen puntaje, para lo cual se requiere que usted haya comprado a crédito algunos artículos para el hogar o para su uso personal, es decir, se requiere que usted haya sido un “buena paga” en el comercio, por lo que es es necesario que fie y no compre de contado. Con todos los intereses que ello implica.
Superado ese escollo, y de acuerdo a las disposiciones legales, a usted el banco le ofrece el 70% para la adquisición de un apartamento que previamente le ha ofrecido una constructora a un costo de $ 160´000.000. De modo que a usted el banco le podría prestar $105.000.000 de pesos, por el cual deberá pagarle (incluido un seguro de $157.176 pesos) la suma de $ 1’347.376 pesos mensuales durante los próximos 20 años. Esto quiere decir que usted deberá tener disponible en su bolsillo los $55’000.000 de pesos faltantes; pero resulta y acontece que usted no los tiene, porque sus cesantías las ha retirado para pagar estudios de sus hijos. Pero no se preocupe, el banco le recomienda que gestione, en otro banco, porque en el mismo no puede, un crédito de libre inversión por $60´000.000 millones, por el cual debe pagar $1´554.000 pesos mensuales durante los próximos seis años. Es decir queda endeudado con dos bancos.
El caso es que usted deberá estar dispuesto a pagar de entrada mensualmente $2’901.376 pesos mensuales, lo cual se eleva a un poco más de $3’000.000 por concepto de papelería y otros menesteres. De modo que, si cuenta con suerte, a usted le estarían quedando de su sueldo de profesional $675.960 mensuales, con los cuales deberá pagar mensualmente por administración de su apartamento $300.000, por lo cual le quedan $375.000 pesos para el pago de servicios públicos, las tres comidas diarias para su esposa y sus dos hijos, el transporte público; además, el pago anual del impuesto predial. Así las cosas, usted se da cuenta que en Colombia los créditos de vivienda son al fin y al cabo un cuento chino, porque el sistema financiero mantienen sus espacios cerrados para la clase media profesional y que las bondades de este sistema financiero no son más que, por decirlo de una manera muy fina, como diría Martín Caparrós, un gran tarro de mierda.