Una de las frases que hacen carrera en la política internacional es aquella del secretario de Estado de Estados Unidos Mike Pompeo preguntándose en público si Dios escogió a Donald Trump “como a la reina Ester para ayudar a salvar a los judíos de la amenaza iraní”. Hoy dos cargueros de petróleo arden en la puerta del estrecho de Ormuz en medio de la tensión mundial, la disparada de los precios del petróleo y la denuncia de Pompeo apoyado en un video sobre la autoría de Irán. Meses atrás el secretario de Estado se reunió en secreto en Corea del Norte con el enigmático y autócrata Kim Jong-un, estuvo muy cerca de los sucesos que rodearon la fallida entrega de la ayuda humanitaria a Venezuela, y en la retirada de las tropas de Siria. Pompeo está acaparando el protagonismo en la escalada de tensiones que rodean a Estados Unidos. Y no solo por su rol de secretario de Estado.
“Con Mike Pompeo, tenemos una forma de pensar muy similar”, dijo Trump después de despedir por Twitter al exejecutivo petrolero Rex Tillerson y señalar al director de la CIA para sucederlo como secretario de Estado. Sin sorpresas, porque a Pompeo se le había visto abriéndose camino en el círculo interno de Trump con la infalible fórmula de elogios y apoyo público incondicional.
De la CIA pasó a la cabeza de la diplomacia estadounidense. Un halcón político de 55 años que fue el primero de su promoción en West Point en 1986, que patrulló la Cortina de Hierro como jefe de tanques, que fue brillante alumno en la Escuela de Leyes de Harvard. Que comparte con su jefe Donald Trump la postura sobre Irán y Corea del Norte, y que aprendió a presentarle los temas de manera gráfica y breve.
“Con Mike Pompeo, tenemos una forma de pensar muy similar”, dice Donald Trump
Es conservador de los pies a la cabeza, cristiano evangélico, uno de los representantes de la línea más dura del Partido Republicano con amplia experiencia en asuntos de inteligencia, de seguridad nacional y militares. Miembro del Tea Party, por el que representó a Kansas durante once años en el Congreso, oponiéndose al matrimonio homosexual y a la ley de financiamiento de la planificación familiar. Fue de los primeros detractores del acuerdo nuclear con Irán, del que se retiró Trump, reforzó las operaciones encubiertas en Afganistán durante su breve mandato en la CIA y considera que habría que ejecutar al exanalista de seguridad Snowden por traición. Ha defendido programas de recolección masiva de datos personales por parte de la Agencia de Seguridad Nacional y la permanencia del centro de detenciones de Guantánamo, en Cuba. "Estos hombres y mujeres no son torturadores, son patriotas", dijo en su momento, además de defender las tácticas de la CIA como prácticas "dentro de la ley, dentro de la Constitución”. Pompeo no estuvo muy lejos del tono que usa Trump. “Para ser exitosa la CIA debe ser agresiva, implacable, tenaz”.
Ha sido criticado por su visión islamofóbica debido a sus comentarios a raíz de las explosiones en la maratón de Boston y ganó notoriedad en un comité especial que los republicanos formaron para investigar la muerte en 2012 del embajador en Libia y otros tres estadounidenses en Bengasi, algo descrito por los demócratas como la cacería de brujas contra Hillary Clinton. De hecho, a ese informe Pompeo le añadió uno propio de 48 páginas acusándola de engañar a los estadounidenses sobre la naturaleza del ataque.
El californiano casado con Susan y padre de Nick, entró a la política apoyado por petroleros que conoció como CEO de Sentry International, una empresa de fabricación, distribución y servicios de equipos para yacimientos petrolíferos a la llegó después de diez años en Thayer Aerospace, la que él mismo fundó. Se conoce su cercanía política con el senador por la Florida Marco Rubio, a punto de que en la campaña por la nominación republicana viajó a Iowa a acompañarlo en el caucus del partido, según Wichita Eagle. En su página de Facebook Pompeo dijo “Conozco a Marco bien. Creo que puede articular una visión del conservatismo que habla de cada americano”.
Mike Pompeo con Kim Jong-un durante su visita a Pyongyang
La conexión con Rubio en la estrategia para la “cuestión venezolana” salta a la vista. Tanto en la fracasada ayuda humanitaria como posteriormente en la del 30 de abril que terminó con la liberación de Leopoldo López pero sin la proyectada división del ejército. Las quejas de Trump se hicieron visibles como consta en The Washington Post.
Varios analistas matriculan a Pompeo entre un nuevo grupo de halcones neoconservadores que están marcando línea en Washington. En América Latina se asocia con el vicepresidente Mike Pence, muy cercano también a Rubio y al otro congresista de Florida Mario Díaz Balart. Y el enviado especial a Venezuela, Elliot Abrahams, un claro exponente de la doctrina reaganiana para Centroamérica.
Los aliados no ocultan su inquietud ante los sucesos en Venezuela, así muchos de ellos hayan reconocido al presidente interino Guaidó. Ante las sanciones a las empresas europeas que negocien con Cuba. Ante la ruptura del pacto nuclear con Irán. Se dice soto voce se ha regresado a las viejas épocas del Guardián del Universo, o a las del retador cow boy del Lejano Oeste. Qué tanta razón tienen podría verse en estos días cuando el Estrecho de Ormuz está que arde.