Solo si buscamos la respuesta a esos interrogantes en nuestro propio hacer, entenderemos lo ocurrido a lo largo de más de doscientos años de luchas revolucionarias y de resistencia de los trabajadores y los pueblos en este convulsionado planeta. Y, posiblemente, estaremos en mejores condiciones de mirar hacia adelante en esta segunda década del siglo XXI.
Hay que recuperar la mirada de largo aliento. El período de tiempo que va desde la revolución francesa (1789), la revolución de independencia estadounidense (1783), y las rebeliones indígenas y comuneras (1781) precursoras de la independencia de los pueblos latinoamericanos, hasta nuestros días, es relativamente corto respecto del extenso devenir de la humanidad.
En el camino se han presentado numerosas revoluciones, rebeliones y alzamientos. Nos hemos ido encontrando entre sur y norte; occidente y oriente; negros, blancos, amarillos y cobrizos; mujeres, hombres y nuevos géneros; naciones, pueblos, etnias y culturas; racionales, irracionales, espirituales, mágicos y brujos. ¿La aldea global nos dará una nueva perspectiva?
Es cierto que la resistencia y la rebelión continúan. No obstante, hay que reconocer que el gran capital nos tiene a la defensiva. La revolución proletaria de octubre de 1917 fue un punto culminante que desencadenó una oleada de revoluciones populares, anticoloniales y anti-imperialistas que impactaron el mundo en el siglo XX. Pero algo se rompió en el camino.
La denominada revolución de 1968 fue uno de los últimos estertores libertarios en Occidente; mientras, al otro lado del mundo, se vivía en paralelo la llamada revolución cultural china. Ambas parecen haberse perdido en los recovecos de la historia… ¿O no?
En la actualidad podemos enumerar con los dedos de una sola mano las resistencias organizadas y sostenidas conscientemente por pueblos rebeldes. Los indígenas del sur de México, los kurdos de Rojava y los mapuches de Chile, parecieran ser los únicos ejemplos. Protestas puntuales y actividades políticas dirigidas a ser “solo” gobiernos, se han convertido en una dinámica institucionalizada y controlada por el Poder del capital. ¿Acaso no podemos romper con ello?
Los alzamientos populares de América Latina fueron canalizados hacia procesos electorales y ejercicios de gobiernos progresistas y de izquierda que han mostrado enormes limitaciones. Dejaron numerosas lecciones que todavía están por sistematizar. Igual pasó con la primavera árabe o con el movimiento de los indignados. ¿Fueron llamaradas de hoja de lata? ¿Cómo avanzar?
Impune e injustamente apresan a Lula y a Assange, y no pasa nada. Algunos se ilusionan con la “resistencia” del gobierno bolivariano, la reelección de Evo y el regreso de Cristina, pero no podemos negar que —a pesar de la crisis sistémica del capital— los oprimidos y excluidos estamos a la defensiva. Muchos ni siquiera son conscientes de la opresión y la exclusión.
No es casual que la mayoría de los filósofos actuales sean pesimistas y escépticos; muchas personas ya sienten el control total de “Matrix”; las derechas clericales hacen fiesta acusando al “marxismo cultural” de todo lo que ellos ven como pecado y castigo; y la desesperanza y falta de utopía lleva a millones de personas a buscar el consuelo en el consumo obsesivo, el placer artificial, las drogas, el suicidio, las nuevas religiones y el “oráculo virtual” en todas sus presentaciones.
El “mundo líquido” de Bauman pareciera diluir los vínculos humanos y las ansias de cambio y transformación. No obstante, también parece que el viejo topo sigue cavando, esta vez en forma de mujer libertaria, de indígena rebelde, de inmigrante resistente, de joven artista, de hacker colaborativo y de viajero soñador. ¿Ellos podrán sacudir y mover al trabajador aislado y sometido?
Las ciencias y las filosofías del siglo XX y XXI siguen aportándonos nuevas miradas, viejos esquemas se resquebrajan ante las nuevas realidades, la lucha por sobrevivir como especie y por preservar la vida en la tierra parece alimentar una nueva utopía que ya moviliza a millones de jóvenes quinceañeros y puede despertar a quienes han aceptado la narcotización existencial como forma de vida.
¿Podremos reaccionar? ¿Cómo hacerlo? ¿O todo está bien?