En 2016 se firmó el acuerdo de paz con la guerrilla más antigua del continente. A juzgar por las diferentes reacciones en la política interna, me atrevo a intuir que la construcción de la añorada paz estable y duradera va a ser un trabajo de largo aliento. Unas regiones que se resisten a la continuación del conflicto alzan la voz de alerta frente a un gobierno que intenta desconocer sus llamados.
Sin la menor vergüenza, el gobierno le pone objeciones a la posibilidad de funcionamiento de un organismo creado para que se encargue de esclarecer la verdad del conflicto y garantice la no repetición del mismo, la Justicia Especial para la Paz. Como era de esperarse, estas fueron rechazadas. Lo anterior me lleva a pensar que el camino para la construcción de paz es largo. Como lo diría un gran líder político, Alberto Rojas Puyo, la paz es un largo proceso. Un proceso que ha tenido empujes fuertes como el promovido por el gobierno de Belisario Betancur y también estancamientos enormes por diferentes procesos fallidos.
Sin lugar a dudas ha sido un proceso largo que ha dejado un gran legado, como lo diría Rojas, “la conciencia de la necesidad que había de cambiar las cosas” (pág. 198). La conciencia de que “la combinación de todas las formas de lucha” lleva inevitablemente al fomento del conflicto. También queda la conciencia de que no reconocer al otro como un interlocutor válido lleva a generar graves atropellos de carácter humanitario.
Con este contexto histórico relacionado al conflicto, no queda más que acudir a la conciencia adquirida sobre la inutilidad del mismo. Sobre los costos humanos de la prolongación de una confrontación armada. Confrontación que parecen estar estar añorando algunos sectores, retardatarios, que hacen uso de sus puestos dirigentes para azuzar el odio contra los que piensan diferente a ellos.
Por estos motivos, considero pertinente generar memoria en torno a la noble conciencia de una sociedad diferente. Una sociedad que se plantee como proyecto la construcción de una paz estable y duradera. No se trata de una paz como política de gobierno y que se retroceda cada que haya cambio del mismo. Se trata de una paz integral que se atreva a vincular sectores sociales con ideologías diferentes. Una paz de largo aliento, respaldada por las instituciones en el marco del derecho. Un largo proceso que permita escuchar las voces que desde las regiones más afectadas reclaman atención. Un proceso que permita poner sobre la mesa discusiones como la equidad y la justicia.
En síntesis, el llamado a la conciencia es inevitable. A la conciencia de que es necesario cambiar las formas de hacer política. Que es necesario escuchar al otro y llegar a acuerdos. A ser conscientes que la transformación de la sociedad no se da fortaleciendo y/u apoyando a quienes se esconden en la guerra para beneficios personales, como el acaparamiento de tierras. Una paz para todos, incluidos los que tienen visiones contrarias a las nuestras.
Bibliografía
Rojas Puyo, Alberto. La Paz, un largo proceso. Relato autobiográfico de Alberto Rojas Puyo; Siglo del Hombre Editores & Universidad del Rosario, Colombia 2018.