Los intentos del gobierno de Duque —hasta ahora infructuosos— dirigidos a “hacer trizas el proceso de paz” crearon un clima de tirantez y pugnacidad que ha obligado a todos los partidos y sus líderes a tomar posiciones definidas frente a esa pretensión desestabilizadora.
Ese proceso creó tensiones, reacomodamientos y fisuras al interior de todas las cofradías políticas. Aparecen nuevas alianzas como la de César Gaviria con los Char en la Costa Caribe y otros reagrupamientos que todavía no se hacen públicos. Es un fenómeno pocas veces visto en la política colombiana de cara a las elecciones regionales y locales.
Si bien las elecciones para alcaldías y gobernaciones tienen su propia lógica y mecánica, que es fruto de la historia local y regional, del trabajo de los actores sociales y políticos, y de las rivalidades personales que se acumulan con el tiempo, en esta ocasión se percibe con mayor nitidez la influencia de la política nacional en las dinámicas municipales y departamentales.
Tres clases de agrupaciones políticas actúan como atractores en ese sistema dinámico que es la lucha electoral. Y aunque se presentan variantes en cada municipio y departamento, cada fuerza de atracción se hace sentir sobre la política local y regional. No es una regla rígida y fija, pero inevitablemente marcará tendencias visibles y medibles.
Esas fuerzas son: el uribismo, el no-uribismo y el antiuribismo. Alrededor del uribismo se están alineando los conservadores, los grupos evangélicos y las fuerzas políticas más corruptas de cada localidad o región. El atractor principal es el odio al “petrismo”, a la izquierda y las prebendas que les ofrecen desde el gobierno de Duque. Chantajean con recursos económicos y fuerza coercitiva.
En torno al “no-uribismo” se concentran los liberales gaviristas, vargaslleristas y santistas clientelares. En aquellos departamentos y municipios donde tiene fuerza el partido liberal, Cambio Radical o la U, podrán atraer a sectores de centroizquierda e izquierda en los casos donde los uribistas estén muy fuertes y arrolladores. Claro, todo dependerá de la calidad y seriedad de los candidatos y de la forma como se construyan los acuerdos.
Alrededor del “antiuribismo” se han venido unificando las fuerzas de Alianza Verde, Polo Democrático, Colombia Humana, Mais, UP y otras expresiones sociales y políticas democráticas y anticlientelistas. En las zonas y regiones donde tienen candidatos viables y competitivos, pueden atraer a liberales independientes, y a dirigentes de Cambio Radical y de La U que se han mostrado en esta coyuntura en favor de la continuidad del proceso de paz.
Claro, es inevitable que muchos dirigentes y candidatos de partidos “no-uribistas” y “antiuribistas” se presten para hacer alianzas corruptas y oportunistas con fuerzas y candidatos uribistas para obtener cargos burocráticos y/o contratos. Gentes sin escrúpulos hay en todas partes.
No obstante, el hecho de que Uribe haya expuesto abiertamente su talante autoritario y espíritu vengativo, hará que las bases y dirigentes medios de los partidos y movimientos políticos democráticos estén más prevenidos y vigilantes respecto del comportamiento de sus dirigentes. Lo que se juega en estas elecciones va a tener importantes consecuencias en el inmediato futuro.
Poco a poco la gente despierta. Uribe mostró sus afilados dientes y mucha gente está alerta. Si los dirigentes demócratas y progresistas se hacen los desentendidos, en octubre podrán pagarlo caro y tendrán la ocasión de confirmar esa verdad. Los “tibios” y oportunistas están en la mira.