Hace poco más de un mes que empecé mis prácticas profesionales. Dentro de la normativa del reglamento, estas abarcan cuatro meses, tiempo quizás muy corto para algunos, pero conveniente y perfecto para otros. Para mí, ese tiempo es el adecuado para empezar hacer la transición de la vida académica al mundo laboral.
Ahora bien, cuando se habla de prácticas profesionales solemos relacionar la experiencia con bajo o nulo sueldo, tareas poco productivas y ambiente laboral poco flexible. Pero esto no aplica para todo los casos, no se asusten. La experiencia que uno obtiene de las prácticas profesionales es pragmática y subjetiva, no importa el caso. Obtenemos conocimiento, pero también reaccionamos con una perspectiva propia al ambiente laboral en el que nos desenvolvemos.
En ese orden de ideas, ser universitario es un reto y las prácticas son parte de ello. Este último paso se convierte en un factor importante de la aplicación de conocimientos teóricos, el desarrollo de habilidades de aprendizaje y el aumento del pensamiento analítico y resolutivo. El verdadero reto es aplicar lo aprendido.
Haga caso a los maestros que dicen que no es necesario aprenderse de memoria los conceptos, al menos no todos. Al final, una agencia, una institución, una revista, un periódico o una empresa pueden estar más interesados en su esfuerzo y dedicación, en su actitud proactiva y en su espíritu innovador que en lo que conoce sobre teoría.
Ser dinámico, reflexivo y abierto es una buena opción. Las empresas necesitan practicantes que sean capaces de ser útiles y que también puedan crear buenas relaciones. Aquí aplicaría la famosa frases de Jorge Bucay: “solo sabiendo quienes somos podremos empezar hacer mejores para nosotros mismo y para los demás”. Nuestro primer trabajo no tiene que ser el más o mejor pagado, sino el que provea suficiencia, conocimientos técnicos y capacidades más desarrolladas.
Ser practicantes profesionales requiere de receptividad y análisis, de encontrar deficiencias y proponer nuevas ideas. Dejemos de pensar que no somos capaces de dar un paso diferente. Para eso es la práctica, para errar e intentarlo de nuevo. Superar barreras y aprender a manejar dificultades.
Las prácticas profesionales deberían tener la siguiente filosofía: “haz lo que quieras, siempre y cuando cumplas con los objetivos”. Sería perfecto, porque así la presión disminuye y el practicante sería más productivo. Aunque realmente es difícil acostumbrarse a esa manera de trabajar. ¿Por qué menciono esto? Porque la adaptación es un factor determinante en un practicante profesional. No importa el ambiente laboral, la metodología de trabajo o la cultura organizacional, el objetivo es cumplir y procurar que sea de la manera más beneficiosa para ambas partes.
La humildad y la disposición a trabajar marcan la diferencia. Si vemos las prácticas profesionales, los jefes y directores como una piedra más del costal, vaya que así será. ¿Qué tal si lo vemos como una actividad más para nuestro beneficio profesional?
Si usted es practicante profesional o va a empezar este ejercicio, espero que pueda entender el mensaje de esta columna. En conclusión, habla de trabajar, de no quejarnos, de no pelear con sus superiores y de ser constante y dedicado para obtener una buena experiencia laboral. Estoy seguro de que con la suma de todo aquello, se alcanza una satisfacción que contribuirá a su plenitud profesional y personal. O bueno eso espero que me suceda.