El 13 de mayo de 2005 Alberto Santofimio Botero salió del apartamento que tenía en Armenia acompañado de su esposa Liliana Correa. Se subieron al auto y llegaron al centro de la ciudad a una de las sucursales de los Supermercados Inter. Lo esperaba una patrulla del CTI que obligó a la pareja a abordar el vehículo. El exsenador y exministro de Estado nunca perdió la tranquilidad en el momento en el que lo detuvieron. Su esposa, en cambio, explotó en llanto. No se calmó ni siquiera cuando vio a su esposo entrar al Palacio de Justicia de Armenia. A partir de ese momento Alberto Santofimio Botero murió políticamente y empezó una pesadilla que fue igual de tortuosa que sus crímenes.
Dos años después, el 11 de octubre del 2007, el Juzgado Segundo de Cundinamarca lo sentenció a 24 años por la muerte de Luis Carlos Galán y le ordenó pagar $ 1.725 millones a la familia del candidato presidencial y $ 231 millones a la del escolta Santiago Cuervo Sánchez, quien murió con él en la plaza de Soacha. Pagaba las consecuencias del cinismo y la ambición desbordada que lo puso al lado de Pablo Escobar y a explotar al máximo su relación.
El poder que ejercía Santofimio sobre el capo era único. En el viaje que hicieron a España en 1982, invitados a la posesión del presidente Felipe González en Madrid, según relató el periodista Gonzalo Guillén en su libro Los confidentes de Pablo Escobar y posteriorimente su hijo Juan Pablo en el libro Lo que mi padre nunca me contó. Testigos cuentan que el entonces senador le daba órdenes a Escobar e incluso en más de una ocasión le servía los tragos de whisky en una reunión que tuvieron en la capital española.
Nadie sabe con exactitud cuándo Santofimio conoció a Escobar, lo único seguro es que él era el gancho con el que personalidades de la política colombiana como Jorge Tadeo Lozano, Ernesto Lucena y Jairo Ortega, congresistas de principios de los años ochenta, para acercarlos al capo a quien buena parte de la clase política le rendía pleitesía. El punto es que Santofimio, quien en 1989 competía con Galán la precandidatura presidencial del liberalismo, convenció a Pablo Escobar para que retara a Galán. El capo, quien nunca perdonó la expulsión que le hizo el líder liberal en el parque Berrío de Medellín, cuando denunció sus nexos con el narcotráfico, aprovechó su rencor añejado para darle rienda a su odio.
Los testimonios de John Jairo Velásquez Vásquez alias Popeye, Virginia Vallejo, examante del Capo, sirvieron como base para su condena. Sin embargo, un año después, fue absuelto inexplicablemente. La acumulación de pruebas y testigos, unida a la presión mediática y de la familia Galán hicieron que el 9 de enero del 2011, el político tolimense se entregara en el búnker de la Fiscalía, un día después fue trasladado al Pabellón Erre de la Picota, donde permaneció seis años.
Logro hacerse a un pasar tranquilo en La Picota. Mucho estudio, mucha lectura y muchas visitas. Su elocuencia y habilidad nunca la olvidaron en el Tolima donde su prontuario parecía no pesar. En la cárcel releyó a Dostoyevsky y otros ídolos de su adolescencia. Además, redescubrió su gusto por la horticultura. En la pequeña granja de la cárcel las plantas empezaron a secarse el 17 de mayo del 2017 cuando gracias a su buen cuidado cosechó beneficios como una rebaja de tres años, 2 meses y 27 días, con lo cual le fue autorizado el traslado a su residencia para terminar de cumplir allí su pena. Santofimio está cerca de los ochenta años.
El 23 de mayo de 2017 llegó a su cómodo apartamento de 200 metros en la calle 94 contiguo al parque del Museo del Chicó donde ha vivido en otras oportunidades. Llegó eso si con una deuda de $ 1.725 millones por los perjuicios provocados a la familia de Luis Carlos Galán y a la esposa de Santiago Cuervo, las víctimas del magnicidio del líder liberal. En los dos años que permaneció en su residencial le dio nuevamente brillo a su humor y su cinismo probado con comentarios a sus visitantes cuando tomaban el sillón de cuero de su sala: “usted no sabe cuántos presidentes se han sentado donde usted está”. Pero durante el tiempo que estuvo libre no le alcanzó para recoger el dinero que adeudaba a los Galán y el Juzgado 16 de ejecución de penas revocó su beneficio de detención domiciliaria por no pagar la deuda. Ahora, Santofimio está de regreso a la cárcel La Picota, donde ahora la esperanza de salir está lejana. Tendrá por delante retomar las obras completas de más de uno de sus escritores que lo han acompañado siempre.