Los principales dirigentes de las Farc todavía no se percatan de que fueron derrotados políticamente. En realidad, fue una autoderrota largamente labrada por ellos mismos. Y aunque pueden seguir afirmando de por vida que no fueron vencidos en la guerra, eso no servirá de nada. Tienen con urgencia que explicarse lo que ocurrió y el cómo sucedió.
Dos actitudes predominantes han surgido al interior del llamado “partido de la rosa” o Fuerza del Común. La de quienes priorizan la acción política desde el Congreso y desde allí pretenden defender el proceso de paz, y la de quienes llaman lastimera e infructuosamente a que el pueblo se movilice por la paz, como lo hace Iván Márquez en su último comunicado.
El problema es que si no evalúan las causas de su derrota política… ¿cómo podrían contribuir al triunfo de la paz? Ambos grupos de dirigentes de la antigua guerrilla fariana aún no reconocen la causa de su derrota. Es urgente que lo hagan.
Entre esos errores se destacan los siguientes:
El primero, creer en la palabra de una oligarquía que solo estaba interesada en desarmarlos. El segundo, que esa oligarquía no es monolítica y que en su interior —desde la Colonia— medran gentes que siempre se han encargado de pasar por los cuchillos a los rebeldes. Y aunque los Santos actúen con aparente buena voluntad y buenos modales, a la hora de la verdad no les importa la forma como los uribes cobran su venganza. Algunos gestos ya hacen desde su cómoda posición, pero de allí no pasan porque entre ellos no se pisan los callos.
El tercero, no entender que debido al proceso de degradación política de la guerrilla colombiana, ocurrido durante los últimos 35 años, la gran mayoría del pueblo colombiano los adversa y, solo algunos sectores rurales que necesitan de los servicios de una “policía rural”, extrañan su ausencia por temas de seguridad, pero no se va a hacer matar por su proyecto político, que, últimamente, solo estaba en la cabeza de algunos dirigentes y en los textos escritos de las Conferencias pero, eran olvidados al otro día de haberse aprobado.
Y el cuarto y, más importante de todos, no comprender que la lucha armada para poder “triunfar” en la época del capitalismo neoliberal y despótico en que vivimos, debe estar absolutamente sostenida por un pueblo organizado y ligada a la defensa de un territorio, y que su soporte más importante no son ni siquiera los fusiles sino la capacidad política de quienes han asumido el camino de la rebelión para defender su autonomía, como lo demuestran los pueblos indígenas del sur de México y los kurdos del Norte de Siria.
Coloco “triunfar” entre comillas porque son conquistas parciales, verdaderas gestas de firmeza social y política, que las grandes potencias económicas y los gobiernos de las “naciones subordinadas” deben reconocer y respetar, no porque quieran sino porque en la geopolítica global no pueden avasallar y masacrar a esos pueblos insurgentes, que representan la resistencia y los anhelos de millones de personas que quisieran imitarlos en su lucha pero, que, al no poder hacerlo, por lo menos se solidarizan abiertamente con esos atrevidos y valerosos pueblos que son un faro de dignidad y de valor humano en medio del océano de injusticia, inequidad y despojo que se vive a lo ancho y largo del planeta.
Gustavo Petro tiene razón cuando en un trino le dice a Iván Márquez que “el error no es dejar las armas, el error es no estar al frente de la sociedad para defender la paz”. La verdad es que quienes hoy muestran su ingenuidad quejándose lastimeramente de la perfidia del Estado y se aíslan de la lucha política abierta, con su actitud le ayudan a Uribe a desprestigiar a la JEP y debilitan la acción de los magistrados de las cortes judiciales que se la están jugando, no por las Farc como quieren hacer ver los uribistas, sino por una doctrina jurídica de paz construida al calor de los acuerdos. Márquez debería asumir su curul de senador y el Paisa tendría que presentarse a la JEP, y demostrar que están dispuestos a cumplir con su palabra.
Claro, tendrán que hacerlo con mucha cautela y sapiencia. “No dar papaya”, no confiar ni en su propia sombra, porque como ocurrió con Jesús Santrich, detrás de él mismo estaba el “judas” Marlon Marín, dispuesto a traicionarlo en las primeras de cambio. Ese es otro error, antes de desmovilizarse deberían haber depurado sus filas de tanto vividor y negociante que se les subió a su “proyecto” en la época de las “vacas gordas”.
Las Farc parecen haber llegado tarde y despistados a la lucha política legal, pero si rectifican a tiempo pueden hacer su aporte. Claro, si olvidan su “ego” y aterrizan en la dura realidad.