"A tan sólo 50 días de las elecciones para elegir Presidente en Colombia, la campaña, y sus candidatos, se mantienen a fuego lento. La sociedad presencia sin lugar a dudas los comicios más opacos de las últimas décadas".
La fluctuación de los resultados entre firmas encuestadoras, las acusaciones del lote de aspirantes contra el presidente y el leve ascenso del voto en blanco, marcan la tendencia de una contienda electoral sin propuestas, sin debates y con una apatía ciudadana en ascenso. El gris es el color oficial de la primera vuelta.
El vaivén de las encuestas
Las recientes mediciones de las principales firmas de opinión, y la disparidad de métodos e inexactitud de los resultados finales, le otorgan vigencia a aquella frase de Álvaro Gómez Hurtado, quien al ser preguntado, en plena campaña del 90 hacia la presidencia, sobre su discreto lugar en los sondeos, simplemente atinó a responder al respecto con una lacónica frase: "Las encuestas son como las rellenas o morcillas inventadas en Boyacá y producidas con la sangre de los cerdos: son muy ricas pero es mejor no saber cómo las hacen..".
En efecto, el escándalo reciente que involucra a Datexco, y que fue reseñado de manera oportuna por el portal La Silla Vacía (http://alturl.com/sopaj), relacionado con las inconsistencias de su más reciente encuesta, en la cual el candidato Peñalosa aparece sobredimensionado porcentualmente, nos muestra que existe, así no quiera reconocerse, una campaña de poderes a la sombra pugnando por favorecer a sus postulantes respectivos. Los métodos utilizados por esta firma y otras (Como el Centro Nacional de consultoría) para la recolección de información, basados en encuestas telefónicas, permiten que los márgenes de error se eleven. Los muestreos finales de este par de encuestadoras, carecen de representatividad socioeconómica y omiten totalmente a las pequeñas ciudades y cabeceras municipales (Las llamadas se realizan únicamente en grandes urbes de manera aleatoria simple).
Sin embargo, las mediciones de otras casas encuestadoras como Ipso-Napoleón Franco, Cifras y Conceptos e Invamer-Gallup, reflejan de manera más cercana, el verdadero clima electoral. Las encuestas personales, estratificadas y efectuadas en diferentes conglomerados urbanos son técnicas utilizadas por estas tres compañías que devuelven parcialmente la confianza a la opinión pública sobre los resultados finales. En términos generales todas coinciden en ubicar a los candidatos y candidatas en este orden: Santos, Peñalosa, Zuluaga, Clara López, Martha Lucía Ramírez.
El vaivén de la reelección
A pesar de contar con el poder de la chequera estatal, las huestes reeleccionistas no consiguen despegar en las encuestas fortaleciendo la posibilidad de vencer a sus oponentes en primera vuelta. El estancamiento del presidente-candidato es evidente. La ciudadanía cada vez más termina por convencerse, a raíz de los casos de corrupción en la contratación estatal, las denuncias de fraude en las pasadas elecciones parlamentarias y la calculada destitución, con tintes netamente electorales del alcalde Petro, que Juan Manuel es Santos, el candidato de la clase política. La lectura de la reciente encuesta Polimétrica de Cifras y Conceptos, publicada el pasado 31 de marzo (http://alturl.com/ushen), le endilga el decrecimiento de 31 a 23% en la intención de voto a la decisión contra el burgomaestre distrital.
La ausencia de rivales con cierto carisma que se erijan en símbolos del cambio, le ha permitido tenuemente al actual mandatario encabezar todas las encuestas de manera incipiente (oscilando en todas con una intención de voto del 20 al 30%). La estrategia del siempre ladino premiere estatal, basada en mantener la actual contienda en obra gris, sin sobresaltos ni entusiasmos, sin debates ni acusaciones, sin propuestas novedosas, puede dar un giro inesperado a sus aspiraciones de quedarse en el solio de Nariño otros cuatro años si las convulsiones sociales anunciadas logran estallar de manera simultánea en época electoral. Ante la inacción reinante, Santos ha optado por aceitar la maquinaria y sellar el matrimonio con la clase política de su coalición, con Vargas Lleras fungiendo de lobbista oficial.
Al estancamiento en los sondeos, el presidente-candidato suma a su inventario de obstáculos el paro agrario convocado por diferentes sectores para el 28 de abril, la gaseosa referencia de disímiles sectores a la eventual realización de una nueva constituyente (Petro, Uribe, las FARC) y aún las proyecciones climatológicas que vislumbran una inminente sequía en diferentes regiones del país. Con chequera en mano seguramente la Unidad Nacional querrá paliar las diversas inconformidades de manera parcial.
Los vaivenes de la anti-política
En momentos, donde la desazón generalizada hacia la clase política en general crece vertiginosamente, otro político, hijo de un connotado ex ministro, otrora liberal, otrora cercano a Cesar Gaviria y Álvaro Uribe, intenta capitalizar el descontento reinante vendiendo su propuesta bajo un sello temporal aprovechado en el pasado por otros aspirantes: la de Anti-Político. La estrategia de campaña de Enrique Peñalosa, basada en prescindir de las maquinarias, prometiendo derrotarlas, de lucha contra la corrupción sacando del sector público a los burócratas para darle cabida a los gerentes, apunta a darle un nuevo respiro, a relegitimar a la ineficiente tecnocracia que ha tenido las riendas del poder con más ahínco en los últimos 25 años. Posicionarse como el único postulante capaz de combatir la ineptitud en la ejecución y la corrupción en las instituciones es el caballito de batalla de la versión Peñalosa 2014, en la carrera por resurgir la “Ola Verde” del 2010.
La profundización del modelo económico actual y el resquebrajamiento paulatino del Estado son las cartas ocultas de un discurso colmado de eslóganes de campaña, con olor a viejo en un empaque nuevo, con intenciones soterradas. La disputa por el centro político y el populismo anti-clientelista con el cuál Uribe logró ganarse el electorado de opinión en 2002, además del objetivo de posicionarse como una opción independiente al dúo Uribe-Santos, son las obsesiones del ex burgomaestre bogotano. No es descartable, si el viento juega a su favor, que el hasta ahora reacio candidato Peñalosa, acepte negociar con la clase política tradicional si su candidatura logra alcanzar la segunda vuelta. Sin embargo, la versión "Peñalosa en formato afiche en medio de dos niños afro a orillas de alguna ciudad del pacífico nacional" es tan poco creíble, oportunista, como la visita de Germán Vargas Lleras con la esposa del presidente Santos a una plaza de mercado de algún barrio del sur de Bogotá. Afán electorero en su más excelsa expresión.
Los vaivenes de los otros candidatos
Si en el cuartel reeleccionista la preocupación es desbordada (al punto de existir roces internos entre J.J Rendón y otros asesores de imagen por el tema del estancamiento de la campaña), en las huestes opositoras el sosiego es casi inexistente. A pesar de los más de dos millones de votos logrados por Uribe Centro Democrático en las pasadas elecciones parlamentarias, su candidato, el ex ministro Zuluaga, no logra un considerable repunte en los sondeos de opinión, a pesar de haber subido un par de puntos debido al desinfle ya ineludible de Martha Lucía Ramírez. Su impávido rostro, sumado a su ausencia de carisma, lo convierten en un aspirante a la sombra de Uribe, sin voz, ni propuestas propias, reafirmando aquello de que los votos no son endosables. Su intención de voto en cualquiera de los casos fluctúa entre el 8 y el 14%.
Por los lados de la Izquierda, Clara López ha conseguido un notorio aumento como consecuencia de su alianza con la candidata de la Unión Patriótica Aída Avella, lo que asegura los votos de la izquierda casi en su totalidad, pero hace imposible acercarse y captar al electorado centrista. A su favor juega el hecho de ser realmente la única opción programáticamente alternativa al viejo y desgastado modelo neoliberal en temas sustantivos como empleo, salud y educación. Las encuestas otorgan a la dupla López-Avella entre un 5 y un 10% del electorado. Un caudal importante para dejar una constancia histórica, más no para acariciar una victoria.
Cerrando la lista se encuentra Martha Lucía Ramírez quien promete convertirse en la Noemí Sanín de esta contienda. Con un partido dividido entre la mermelada sabor a miel y la lealtad a Uribe, la candidata conservadora mira como, poco a poco, su postulación se derrumba ante el pragmatismo burocrático de la casa azul. Lograr una votación siquiera significativa le puede dar algún margen de negociación en la segunda vuelta. Los sondeos en ninguno de los casos la ubican por encima del 6%.
Visto desde el balcón, la primera vuelta de la elección presidencial es una casa embolatada, en obra gris, como las 100.000 viviendas prometidas por Santos. Es sorprendente que el primer mandatario, no obstante cargar con un lastre de opinión altamente desfavorable, se da el lujo de puntear sin contratiempos. ¡A pesar de los vaivenes!
* Felipe Pineda Ruiz - Publicista – Politécnico Grancolombiano, Realizador Web -
Activista social
@pineda0ruiz / [email protected]
Fuente: Semanario Caja de Herramientas
http://www.viva.org.co/cajavirtual/svc0394/articulo03.html