En medio de recuerdos que parecen ser cada vez más distantes mantengo el calor de mi tierra y la alegría de su gente, a kilómetros de distancia entre costumbres aún para mi extrañas recuerdo con nostalgia las costumbres de mi patria, un país que en medio de la guerra mantiene la alegría y en medio del dolor aún guarda la esperanza. Una tierra que no se cansa de dar la pelea, y un pueblo que siempre afronta la vida con su mejor arma, una sonrisa.
A pesar de haber nacido en la capital, la mayor parte de mi vida la viví en una hermosa ciudad de la costa, Cartagena, una ciudad llena de color, alegría, música y sueños. Aunque no nací ahí mi corazón pertenece a esa tierra, a ese pueblo de raza negra, mulata, a ese pueblo que inunda cada calle de alegría y cantos.
Mi corralito de piedra es una ciudad sencillamente maravillosa, y mi sentir patriota se llena de orgullo al recordarla. Recuerdo su gente cargada de un calor humano tan alto que por momentos parece asfixiarte, la alegría de nuestras tantas fiestas y festivales, la variedad de nuestra gastronomía, y como no nuestra música cargada de ritmos y tamboras que solo un Colombiano puede descifrar y sentir en el alma.
Aquí en medio de calles tranquilas y calladas recuerdo la algarabía del cartagenero que irrumpe en las calles a toda hora, el sonido de las fichas de dominó que golpean con fuerza contra la mesa los hombres en las plazas, y las mujeres de palenque alegrando las calles con sus vestidos coloridos y sus provocativas ensaladas.
Aquí en medio del viejo continente y hablando en otros idiomas traigo a mis recuerdos las miles de palabras y dichos que solo un costeño entendería y que por cuestiones idiomáticas acá no los podría pronunciar, palabras como enguarepao, enñuñio, farto, y cómo encontrar un sinónimo en alemán para el popular “vale” o mejor aún la palabra que lo resume todo, lo explica todo y lo justifica todo: “ajá”.
Y esto sin dejar de lado los tantos dichos que tenemos, y es que parece ser que para las personas en la costa incluso en toda Colombia es más fácil explicar algo con un dicho o un refrán: “Pregúntale al mango si tiene pepa” “ahí es donde la puerca tuerce el rabo” “báilame ese trompo en la uña” entre otros miles de refranes, dichos, analogías, y cantidades de recursos literarios que condensan el día a día en un par de palabras.
El costeño tiene algo muy característico y es lo recursivo y creativo que puede llegar a ser, tal vez porque en un país donde se crece con las uñas, la recursividad es tu única salida para prosperar, y esas ganas de salir adelante y de no vararse por nada nos llevan a inventar un oasis en medio del desierto.
Toda esta carga cultural, está creatividad y nuestra historia ha hecho que la costa haya parido a grandes representantes como nuestro nobel Gabriel García Márquez, quien con su realismo mágico le dio vida a Macondo, David Sanchez Juliao, Carlos Vives, quienes han representado con orgullo nuestra cultura, Shakira, entre muchos más que nos hacen sacar pecho y sentirnos cada día más orgullosos de nuestra tierra.
Aunque Colombia esté sumergida en el caos, la corrupción, la violencia, entre otros aspectos negativos, es inevitable para mí sacar una sonrisa al recordar mi patria, porque somos un pueblo en donde a pesar de los problemas nunca nos cansamos de dar la batalla, a pesar de las dificultades siempre tenemos una buena cara, a pesar de que no vivamos en un país perfecto donde no nos falta nada si no que por el contrario nos falta todo, a pesar de todo eso, somos felices con lo que tenemos, para aquellas personas que no entienden esto nos tildan de ser folclóricos, de no tomar nada en serio, pero no eso, lo que pasa es que en la costa entendimos que a pesar de las dificultades la vida es muy hermosa y muy corta como para arruinarla sacando a relucir solo las cosas malas, por eso un costeño le saca chiste hasta a la peor de las tragedias, por eso en Colombia y en Cartagena, somos alegría, somos música, somos historia y somos raza.
Aquí en Alemania, a miles de kilómetros de distancia, en un país donde todo funciona en completo orden, un país donde las leyes y las normas se practican y se respetan, donde no existe la pobreza ni la delincuencia, aquí en un país donde todo parece ser perfecto, como sacado de un cuento y el desarrollo parece haber llegado a su punto máximo, aquí entiendo que tal vez mi país no es así de soñado pero que nuestra cultura, nuestras risas, nuestro ritmo, nuestro calor humano, mejor dicho toda esa riqueza cultural que llevamos en la sangre ni todo el dinero del mundo podría comprarlo, aquí en medio de calles frías y caminos empedrados llevo con orgullo mi bandera y con amor mi patria.