Peñalosa dice que su urbanismo es envidiado en todo el mundo. No lo sabemos, lo que si es cierto es que una estación de trenes llena de perros furiosos es lo más cercano que hemos estado en Colombia de los campos de concentración de la Alemania Nazi. Antes de llegar a campos de concentración como Austwitz o Treblinka los pobres judíos tenía que llegar a estos lugares de esta manera:
Allí morían muchos. En los trenes de Peñalosa todavía no han matado a nadie pero al ritmo que vamos no estamos muy lejos de que ocurra. Montar en Transmilenio es la experiencia más asquerosamente erótica que he tenido en la vida; es una especie de orgía en la que muchos cuerpos se tocan. El calor de tanta gente en un espacio tan pequeño es una sensación que asemeja a una violación. Ahora con los perros furiosos tenemos la posibilidad de vivir la experiencia de un campo de concentración en nuestra propia cuidad.
Si hay algo que le agradezco al alcalde es que durante su período desarrollé el gusto y la costumbre de moverme por Bogotá en bicicleta. El transporte público es cada vez menos una alternativa a tener en cuenta.