Rajados en malicia indígena
Opinión

Rajados en malicia indígena

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abril 05, 2014
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El futuro está en la juventud: Gran verdad.

Un humorista tan serio como Groucho Marx, cuando le presentan un tema para resolver, contesta con palabras parecidas a las siguientes: “Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cinco años podría entenderlo”. Como buen humorista es mentiroso, y como obviamente no sabe enfrentar el problema que tiene entre manos, solo hace un ruego final: “¡Que me traigan un niño de cinco años!”.

Es un buen chiste que enseña cómo somos de brutos los adultos y cómo de lúcidos e inteligentes los jóvenes. Pero, ¿será verdad tanta verdad, será cierto aquello del ingenio del joven y de la mágica manera que tiene para solucionar complicados asuntos con inteligentes razonamientos?

Pues parece que depende, que depende de las nacionalidades. Según la última prueba Pisa, los jóvenes finlandeses o canadienses resuelven los problemas complejos sin ningún complejo.

Y mientras eso ocurre también con los muchachos ingleses o estonios, ni qué decir de los jóvenes de Singapur, nos enfrentamos con la muy triste noticia de saber que los colombianos pierden el examen y quedan de último lugar, donde puede tristemente concluirse que nuestra juventud no puede enfrentar problemas de la vida real, como que no hace nada con una navaja suiza, quedando limitada a tal vez resolver problemas simples en situaciones conocidas. Terrorífico.

Y la ministra de Educación, ante la verdad, muy tiesa y muy maja responde todo tipo de cosas, sin tartamudear, hablando de esto y aquello y de lo de más allá, como si el tema no fuera de su directa incumbencia. Tan divina, como si supiera de lo que habla, pero jamás admitiendo que la falta de modelo educativo tenga la culpa de todo. Como dicen en España frente a quien habla con un descaro monumental: tía, tienes un morro que te lo pisas. Y si, señora ministra, ¿o prefiere que le diga doctora?, usted tiene un morro que se lo pisa ya que, dentro de la infinidad de culpables, usted es la que lleva la bandera.

Usted y quienes la han antecedido. Y los presidentes (el locuaz blablablá Santos y todos los que vienen atrás) y, por supuesto, toda aquella clase política desinteresada y lejana que con bombos y platillos, felices de nuestra democracia, reelegimos con inusitada alegría cada cuatro años.

Pero para la ministra no, para ella ocurre esto y aquello y lo de más allá, jamás dirá que carece de política educativa, que no sabe del tema, que solo está ahí feliz con los dieciséis guardaespaldas que tiene atrás y contenta cada vez que la invitan a Tokio con escala en Berlín a un convenio internacional de educación, todo pago, obviamente. Con discurso incluido.

Este tema, el de la educación y la cultura, es algo sobre lo cual tal vez no tiene sentido ahondar, no sacamos mucho quejándonos de una realidad triste cuando simplemente no existe política educativa, cuando los tiros van por otro lado. No puede ser motivo de alarma que el tema educativo esté en el cajón del fondo del escritorio de allá atrás cuando el país, sin darnos cuenta o sin querer darnos cuenta, está sumido en la corrupción y guiado por una clase política ajena e inquietante, pendiente solo de sus propios beneficios.

Es maravillosamente macondiana la intervención que hace Vargas Lleras en campaña en Tumaco sobre el particular, como si fueran él y su jefe el candidato presidente unos recién llegados al mundo de la política y no llevaran toda su vida chupando de la ubre estatal, cuando afirma impávido que quienes presentaron las pruebas no se formaron en este gobierno. Estudiantes de gobiernos anteriores, debe pensar.

Pero viendo y analizando el examen o prueba de lógica y deducción que rajó a nuestra juventud, caigo en cuenta y entiendo el porqué de tan pésima nota. Vamos al caso: al estudiante se le presenta la pantalla táctil de una máquina expendedora de tiquetes de tren (sic) y se le pide que la use para comprar un tiquete teniendo en cuenta que puede escoger una línea de tren (sic) y el tipo de tarifa y decidir si es más viable un tiquete para el día u otro con un número específico de viajes. La idea es encontrar la mejor opción.

Ante la prueba, el estudiante colombiano se pregunta (lógicamente) qué es un tren, qué vainas es un tren, cómo así que hay tiquetes y cómo así que hay muchas vías. Tren, ¿será parecido a una buseta, pero con menos humo?

No entiende, no comprende, es imposible que pueda razonar sobre algo que desconoce, en un país que hace treinta años tenía tren y que la bella clase política que nos gobierna ha sabido, con sus hábiles pases mágicos, hacerlo desaparecer.

Ni malicia indígena ni tren. Pero estamos en elecciones.

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