Colombia, lejos de ser un país civilizado

Colombia, lejos de ser un país civilizado

Si hubiera un campeonato de discriminación, nuestra nación podría ganarlo fácilmente. Casos como el de Sergio Urrego comprueban esta afirmación

Por: Orlando Gaviria Giraldo
abril 23, 2019
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Colombia, lejos de ser un país civilizado

Rememoremos. En 2014 el adolescente Sergio Urrego se quitó la vida, agobiado por el matoneo al que estaba siendo sometido por las directivas de su colegio y por los padres de su pareja —otro chico—. La rectora y la psicóloga del Gimnasio Castillo Campestre, institución donde estudiaba Sergio, violaron los derechos fundamentales del menor al tratarlo como un enfermo solo por ser gay; y los padres de la pareja del joven occiso, negándose a aceptar la homosexualidad de su hijo, denunciaron a Sergio por acoso sexual.

Alejandro Ordóñez, exprocurador general de la nación, se opuso a la sentencia de la Corte Constitucional que dio vía libre al aborto en tres casos específicos. Él trataba de esgrimir razones jurídicas, pero hasta el más ingenuo de los mortales sabía que se oponía por razones religiosas. De igual manera, el salvaguarda de los derechos humanos que violaba derechos humanos se opuso a la legalización de la marihuana con fines terapéuticos: "Se la fumaron verde", dijo, creyéndose chistoso.

En 2018, la Fundación Marido y Mujer cuestionó el concepto emitido por el ICBF ante la Corte Constitucional, en el que el instituto avala la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. ¿Cuál es la razón que esgrimieron los directivos de la fundación? Palabras más, palabras menos, que los homosexuales son un peligro para los niños. Peligro porque para fundamentalistas religiosos como ellos ser homosexual es lo mismo que ser un depravado sexual. ¿Y en dónde está el sustento de esto último? Pues en la Biblia, libro que para las personas como los miembros de la tal fundación está por encima de la Constitución Política y los tratados sobre derechos humanos: "Es la palabra de Dios".

Hace poco, en Bogotá, en el centro comercial Andino, un “ejemplar” padre, indignado porque un par de jóvenes homosexuales se estaban abrazando delante de algunos niños, los empujó de manera agresiva y los insultó: "Porque te vimos cuando estabas con tu novia", le gritaba el energúmeno a uno de los jóvenes. "…con tu novia", a sabiendas de que se trataba de dos hombres. Y por abrazarse, pues los ‘maricas’ tienen derechos…pero en el clóset, en público son un peligro porque podrían contagiar a los demás de esa penosa enfermedad a través del rayo homosexualizador. Lo peor no fue el ataque de homofobia, lo peor fue que la Policía les impuso un comparendo… ¡a las víctimas! Un comparendo porque se estaban demostrando afecto.

En Twitter, la red social en la que más se vomita odio y rencor, atacan a Claudia López no por ser mala política o mala persona, sino por ser lesbiana: "Machorra", "Arepera", "marimacha", son los adjetivos que usan algunos internautas para descalificarla. Es decir, la condición sexual de una persona es utilizada a manera de insulto.

¿Por qué la rectora, la psicóloga, el exprocurador, los miembros de la fundación y miles de internautas —muchos de ellos profesionales y algunos más, líderes políticos— violan los derechos de las mujeres y las minorías? ¿Será que ellos desconocen el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que estable que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…"? Yo no creo que las directivas de las instituciones, Alejandro Ordóñez y demás homofóbicos, xenófobos, clasistas y machistas desconozcan ese artículo, o que no tengan la capacidad intelectual para entender que el ‘todos’ no admite ‘con excepción de’; lo que pasa es que les importa un bledo, y se niegan a reconocer los derechos de las mujeres y de las minorías.

"¿Cómo así que los ‘maricas’ y las ‘areperas’ tienen los mismos derechos que nosotros, los heterosexuales temerosos de Dios?". "¿Cómo así que los negros e indígenas tienen los mismos derechos que nosotros, los blancos?". "¿Cómo así que las mujeres tienen los mismos derechos que nosotros, los hombres?". "¿Cómo así que los ateos tienen los mismos derechos que nosotros, los fieles y devotos?". "¿Cómo así que los pobres tienen los mismos derechos que nosotros, los millonarios, la gente de bien?". "¿Cómo así que los ‘venecos’ tienen los mismos derechos que nosotros los, colombianos?". "Si defiende a los ‘maricas’ y a las ‘areperas’ es porque a él también se le moja la canoa?". Esas son las frases que se leen a diario en redes sociales, y con las cuales, si lo hubiera, podríamos coronarnos como campeones mundiales en discriminación y violación de derechos humanos.

Cuán lejos estamos de ser un país civilizado.

 

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