Según Wikipedia, el harakiri es “el ritual de suicidio japonés por desentrañamiento. El seppuku formaba parte del bushidō, el código ético de los samuráis, y se realizaba de forma voluntaria para morir con honor en lugar de caer en manos del enemigo y ser torturado, o bien como una forma de pena capital para aquellos que habían cometido serias ofensas o se habían deshonrado”.
Los hombres públicos, como cualquier ser humano, sienten miedo ante resultados ignorados en sus acciones erráticas, llegando al suicidio interpretado como actos de dignidad y otros como cobardía para no enfrentar las penas de la justicia que pudieran caerle.
Cleopatra, reina de Egipto, tras la derrota de sus fuerzas contra el ejército de Octavio en Alejandría decidió suicidarse antes de que su vencedor la condujera a Roma para exhibirla como un trofeo de guerra. Un tóxico elixir que contenía cicuta, acónito y opio. Y no, no murió por la mordedura de un áspid.
El emperador romano Nerón se suicida ayudado por un sirviente. Sus extravagancias personales, múltiples derroches y violencia le perseguían por doquier, pero cuando fue condenado a muerte por el senado no podía soportar el suplicio al que le habían condenado, por lo que decidió suicidarse con su daga. Nerón pidió a Epafrodito, su liberto, que lo apuñalara.
El político bosnio croata Slobodan Praljak, uno de los principales protagonistas de las guerras yugoslavas de la década de 1990, cuando se desempeñó como un alto mando del ejército croata fue acusado de crímenes de lesa humanidad y destrucción del patrimonio histórico de la humanidad. Fue señalado de perseguir y ordenar el asesinato en masa de personas por razones políticas y étnicas. El 29 de noviembre de 2017, el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia en La Haya lo sentenció a 20 años de prisión, acto seguido tomó cianuro de potasio, terminando con su vida de manera instantánea.
Pero el más mediático caso de políticos suicidas ocurrió en 1987. Dawer, prominente funcionario de 47 años de edad, tesorero del estado de Pensilvania y aspirante Congreso en las siguientes elecciones, fue acusado de haber aceptado sobornos por $300 000 para favorecer a la Computer Technology Associates para obtener un leonino contrato. Aunque negó las acusaciones, fue hallado culpable. El 22 de enero de ese año en una rueda de prensa transmitida en vivo sacó un revólver, lo metió en su boca y disparó.
Lepper, político polaco y viceprimer ministro polémico por declaraciones como "es imposible violar a una prostituta" o "me veo como un dictador positivo", cuando fuese acusado por mujeres de su partido de exigirles favores sexuales a cambio de un empleo, optó por ahorcarse.
Con eso en mente, la muerte de García debería servir como reflexión sobre el grado de corrupción generada por multinacionales y la extralimitación de poderes de altos funcionarios, de acuerdo con la conclusión del editorial sobre la actuación de la justicia peruana que de manera ejemplar ha enjuiciado en el caso de Odebrecht a personas desde las más altas encumbradas. Sin embargo, en Colombia no actúa la justicia así y cuando actúa lo hace desviando o dilatando las investigaciones, o tomando de chivos expiatorios a los eslabones inferiores de los latrocinios. ¡¿Hasta cuando NHM abusarás de nuestra paciencia?!