Sobre mis hombros cargo mi condición humana, metáfora de una existencia compleja.
Basta asomarse a la ventana y ver cómo funciona el sistema, donde muere su riqueza: el hombre y la naturaleza.
Tan importante es que la condición del uno depende del otro. Quien escribe la historia es el hombre, síntesis de hechos que suceden en el mundo.
Es tiempo de repensar al ser, siempre es el momento justo. La crisis ontológica es génesis de malas elecciones. Siempre somos temporalidad, construcción continúa.
Existe un nuevo poder, fortalecido con la caída del muro de Berlín: el imperio comunicacional. ¿Interpretamos o nos interpretan?
Asusta el silencio de las palabras y la tranquilidad de la conciencia de quienes no se inmutan por una realidad que causa ceguera.
La coyuntura histórica exige: sentipensar, no alejar la razón de nuestra naturaleza humana. Debemos sujetarnos al pensamiento crítico y ejercer nuestra libertad.
El principal seductor de nuestras historias cotidianas es la conflictividad. Hegel lo expresó maravillosamente: es una lucha por el reconocimiento.
Al parecer nos lo tomamos en serio, muy en serio, porque los cinco países que guardan la paz mundial y el orden son los que más armas fabrican. Difícil analogía para saber quienes somos.
Por eso me opongo rotundamente a que "la mano invisible" conduzca el mundo, pues, en la ley de oferta y demanda, el más fuerte se impone. Así de sencillo.
Hay que recordar que América Latina quedó por fuera en esa repartición universal descarada en 1492 hasta el siglo siguiente (XVI). Casi extinguen a los nativos, es decir, nuestro pueblo. Qué desventaja tan grande frente al resto del mundo, por eso no considero justo competir con sus reglas.
Propongo deconstruir la casa, analizar su historia, pensar por sí mismo, reflexionar sobre los problemas del mundo y transformarlo.