En adelanto van estos lugares que las canciones se vuelven esculturas, diría el maestro Leandro Díaz si pudiera recorrer la sala que albergará esta colección de deidades musicales en donde habitan ahora, en una nueva dimensión poética, dos grandes damas de su inspiración.
Hermosa idea la que han tenido los artistas Carla Celia y Joaquín Botero al plantearse el proyecto de recrear, desde la unión de sus talentos en la pintura y la escultura, el universo cuasimítico de la música vallenata que ha consagrado grandes páginas de su cancionística a la memoria de las mujeres que han inspirado, en distintos momentos de la historia de esta música, a importantes compositores de esta cultura sonora del Caribe colombiano.
El resultado es una selecta galería que se nutre del imaginario popular para elevar a piezas escultóricas pictóricamente tratadas las referencias musicales y poéticas de mujeres como la Diosa Coronada y Matilde Lina, de Leandro Díaz; la Alicia Adorada de Juancho Polo Valencia; Joselina Daza, de Alejo Durán; Ada Luz, la Maye, la Brasilera, María Tere, la Vieja Sara, Rosa María y la Patillalera, de Rafael Escalona; Diana, de Calixto Ochoa; La Cañaguatera, de Isaac Carrillo; y la Tomasita que el caimán se comió en Ciénaga y cuya autoría se disuelve en los humedales del mito popular.
Desde luego no es posible saber si alguno de estos grandes compositores de la música vallenata imaginó alguna vez que sus diosas reales o ilusorias tendrían un rostro definido, fotográfico, palpable, que le dieran a los perfiles de sus musas una concreción tan provocadora como son estas piezas de arte.
Los amantes de esta música, de lo que un día fue el Magdalena Grande, ¿qué sentirán al ver estos rostros que hoy dan forma y sustancia de volumen y color a lo que por tanto tiempo han guardado en la memoria como la imagen soñada, imaginada y evocada, a fuerza de canto y de parranda desde siempre?
Recordemos que Gabriel García Márquez, amante él de estas mismas heroínas imaginadas de nuestra cultura popular, se oponía a que el cine aterrizara a la fuerza en una pantalla la imaginación desbordada de sus personajes de Cien años de soledad, porque decía que ya entonces las mil y una maneras en que podían reactualizarlas sus lectores en su experiencia individual con el libro, moriría al ser asimilada al rostro único de un actor o una actriz determinada, y porque las cosas, en consecuencia, no serían ya las mismas que la imaginación era capaz de producir en cada uno.
Estamos hablando de esa riesgosa trasmutación poética
que implica traducir una esencia en otra.
Un canto en una escultura
En todo caso aquí estamos hablando también de esa riesgosa trasmutación poética que implica traducir una esencia en otra. Un canto en una escultura. En donde lo importante lo constituye la asunción del desafío que comporta darle forma visualmente perceptible a una imagen que ya millones de personas tienen fijada en su mente de una manera personal, determinada por el poder comunicador de la música de acordeón, y todo lo social y cultural que suena con ella. Es decir, ahora estas piezas artísticas proponen una imagen nueva que desde luego amplia el horizonte de significación que hasta este momento evocaban las letras y la músicas de estas canciones.
A partir de ahora, esos personajes salen de las canciones en donde han vivido por años arraigados en la cultura popular, a recorrer las galerías de arte de Colombia y del mundo para contar con otro lenguaje y otros alcances estéticos una parte entrañable de nuestra historia regional.
Estos artistas, cómplices en la vida y en el arte, viniendo de procesos diferentes, han logrado vencer las dificultades naturales de la co-creación artística para estrenarse en esto de trabajar a cuatro manos, primero con una serie de cajas pictóricas y escultóricas, que aunque aparecían unidos bajo un mismo título y concepto, Encajados, conservaban cada uno sus responsabilidades individuales en la autoría de cada pieza.
Pero en este nuevo reto, la forma escultórica y el color logran borrar los delicados límites de una y otra zona minada del ego personal de cada uno,
para entregar una pieza unitaria que adquiere una dimensión autoral fascinante, algo que ya no es ni del uno ni del otro.
Diosas / Leyendas titularon los artistas la muestra que por estos días estará expuesta en una galería de Valledupar en el marco de los festejos de la presente edición del Festival de la Leyenda Vallenata. De seguro todas estas deidades de la gran música de Francisco El Hombre, “invitadas” a vivir el festival de otra manera, producirán más de una interesante sorpresa en las personas que hasta ellas se acerquen.
Los personajes salen de las canciones en donde han vivido por años arraigados en la cultura popular, a recorrer las galerías de arte de Colombia y del mundo