Estoy feliz, como la gran mayoría de los caucanos, porque se levantó la minga que tubo bloqueada la vía Panamericana por casi un mes. Todavía no entiendo cómo lo lograron. Se deben reconocer los méritos de Nancy Patricia Gutiérrez que, con paciencia de Job, logró firmar un acuerdo muy por debajo de las expectativas de los organizadores del bloqueo.
No solo no se retomó la promesa de entregar 47.000 hectáreas, hecha en el gobierno anterior, sino que los acuerdos económicos estuvieron ajustados a lo establecido en el Plan Nacional de Desarrollo, lejísimos de los 10 billones que se estaban exigiendo. Mejor dicho, la minga salió peluqueada. Por supuesto también debemos reconocer la sensatez con que la dirigencia del Cric acogió finalmente los postulados oficiales y firmó.
Sin embargo, hubo una exigencia, que se fue moderando con el paso de los días, pero persistió hasta el final: que Duque viniera al Cauca a reunirse con los indígenas de la minga. El tema inicial era que el presidente llegara antes de terminar el acuerdo y desde la Casa de Nariño se respondía que eso no sería posible si permanecían las vías de hecho. En esto también cedió la minga y esperó pacientemente esta visita tres días después de levantado el bloqueo.
Caldono sería el sitio de encuentro. Se movilizaron cerca de 5.000 personas, gobernadores de Cauca, Valle y Nariño, ministros, autoridades nacionales y fuerza pública para la seguridad presidencial. Pero un día antes el inefable fiscal general de la nación dejó saber, en su muy ladina manera de hacer anuncios, que “tenía pruebas irrefutables de que habría un atentado contra el presidente”. ¡Quien dijo pánico! De inmediato se evidenció un temor insalvable por el desplazamiento de la comitiva oficial.
La única bomba que se escuchó fue la lanzada por el Fiscal
para torpedear la reunión
Por supuesto las pruebas, como en muchos otros casos anunciados en rueda de prensa por Néstor Humberto Martínez, no aparecieron y no han aparecido hasta el momento de escribir esta columna. Se habló de interceptaciones telefónicas pero sin dejarlas oír. En fin, la única bomba que se escuchó fue la lanzada por el Fiscal para torpedear la reunión.
El martes el presidente llegó a Caldono, saludó a unas cuantas personas y se refugió en un sitio cerrado, dizque para no dar papaya. Se le exigió a la minga que entraran solo 150 personas de las miles que había en el parque. En esto las autoridades del Cric no cedieron, pasaron varias horas y ni Duque salió, ni los indígenas entraron y se quedó en veremos el dichoso encuentro.
Problemas de seguridad… dijeron además que no provenían del Cric sino de infiltrados que estaban listos a atentar contra Iván Duque. Si al presidente de Colombia, con todo el poder que lo rodea, en un encuentro preparado conjuntamente con la Ministra del Interior y el Consejero de Paz no hay cómo protegerlo, ¿se imaginan lo inseguros que nos sentimos los demás habitantes de este departamento?
El Cauca es sin lugar a dudas el departamento donde más crímenes contra líderes sociales se han cometido y de ellos una buena cantidad han sido indígenas nasa. Tal vez por eso quienes deben sentir miedo no son las autoridades y menos el presidente, sino la ciudadanía y en especial los líderes de la minga.
A Duque le faltaron cinco centavos pa´l peso, uno no puede demostrar ese nivel de inseguridad porque pasa una de dos cosas: o deslegitima la capacidad protectora de las fuerzas militares y de policía o legitima el poder de los grupos ilegales; o las dos cosas juntas, que es más grave. Duque no le cumplió a una dirigencia, que por fin fue sensata, que negoció con la cabeza fría y no con el corazón caliente. No se puede ser soberbio en el triunfo, presidente. Ellos y ellas merecían que les diera la cara y cumpliera su palabra. Lo demás es terrorismo, pero de los fabricados por Néstor Humberto Martínez.