El asunto empezó en enero con la visita a Colombia de Mike Pompeo, el secretario de Estado de los Estados Unidos. El hombre traía instrucciones de su jefe, el viejo zorro Trump, de medirle el aceite al presidente de Colombia, Iván Duque, a quien después Trump calificaría de “un buen muchacho que no hace nada” y quien le parecía por entonces un dócil corderito.
A su regreso, Pompeo rindió en Washington informe de su visita al viejo zorro y ambos se desternillaron de risa con la aseveración hecha por Duque de que los padres fundadores de EE.UU. ayudaron a Bolívar en su guerra de independencia. “Qué bruto es ese muchacho, exclamaba Trump. ¿Acaso no sabe que los padres fundadores fueron Adán y Eva?” Y ambos se gozaban de las ocurrencias lambonas del buen muchacho.
“Bueno Donald, pongámonos serios y a lo que fui. El plan sobre Venezuela fue todo un home run, la saqué del estadio. El muchacho aceptó sin reticencia alguna promover la figura de aquel otro tipo, el Guaidó ese que preparamos para Venezuela. Me tocó venderle la idea del cerco diplomático, pues el muchacho estaba enredado con nuestra estrategia de guerra y no comprendía muy bien que Colombia tenía que ser la base de su lanzamiento. Se engolosinó cuando le pinté el prestigio y protagonismo que ganaría con Prosur; se entusiasmó con lo del concierto en la frontera y no poco esfuerzo me costó mostrarle la inconveniencia de treparse a la tarima, guitarra en mano, con el vallenato de Carlos Vives. La recolección y manera de introducir en Venezuela la ayuda humanitaria, sí se las dejé a él para que acordara con Guaidó el plan respectivo. Tenemos que rezar para que les funcione”.
“¿Tan inútiles serán?”, preguntó Trump.
“Pues el tiempo lo dirá”, respondió Pompeo.
Por tan buen comportamiento reportado, Trump resolvió invitar al muchacho y su señora a visitarlo en la Casa Blanca. Bien recibidos y mejor agasajados fueron. Sin embargo, al viejo pavo real se le crisparon las plumas al tener que soportar por varias horas, la visión de la chaqueta de la primera dama colombiana, acostumbrado como está a regodearse mirando los vestidos de Melania. Se prometió a sí mismo que en la primera oportunidad que tuviera se sacudiría el mal rato de tan pésimo gusto. “¿Y es que este buen muchacho no se da cuenta?”, se preguntaba.
Para fines de marzo, el tiempo respondió. “El plan Venezuela fracasó. Duque y Guaidó resultaron unos inútiles”, se dijo en Washington. Y lo peor es que el plan de ataque militar se atascó, pues los aviones rusos ya están en Maiquetía y eso ya es a otro cantar.
Y fue entonces que el viejo pavo real que no permite sentirse tocado, mucho menos derrotado, encontró el momento para sacudirse el polvo y decir en público, con el pretexto de la coca: “El presidente de Colombia es un buen muchacho, pero no ha hecho nada”.
Y Trump no se equivoca. Allí está el paro indígena que va para un mes, simplemente porque el buen muchacho no hace nada. Nada le cuesta ir hasta la minga indígena para que esta se resuelva y no acabe nacionalizándose, más cuando los indígenas lo esperan en El Pital con fiesta y concierto musical a lo que es tan dado el buen muchacho.