A mediados del 2012 una llamada cambiaría su vida. Un hombre al otro lado de la línea le ofrecía seguridad para él y su familia “A mí todos me quieren acá en Valledupar, yo pa qué voy a querer guardaespaldas” “Créame que los va a necesitar” el hombre colgó. Silvestre Dangond creyó que era una broma. Al fin y al cabo era el cantante más popular del país, el digno sucesor del rey Diomedes. Sus números no mentían: 5 discos de diamante por sus discos multimillonarios y más de 500 millones de reproducciones en youtube lo convertían en un gigante de la música latinoamericana. En cada gira los estadios se llenaban. No pasaba nada. Pero pasó.
Unos cuantos meses las llamadas arreciaban. Le pedían una fortuna por su seguridad. Cada vez que se negaba la violencia al otro lado de la línea se acentuaba. Entonces empezaron las amenazas: “lo vamos a secuestrar a usted y a su familia” Silvestre, que desde su casa en Valledupar podía desplazarse sin problema a los lugares entrañables de su infancia como Urumita, entonces empezó a pensar en irse. Esperó. Las llamadas se terminaron. Solo era la calma antes de la tormenta.
Ver esta publicación en Instagram
El 3 de diciembre del 2013 Silvestre recibiría el primero de dos ataques que terminarían sacándolo del país. Un par hombres identificados como miembros de los urabeños entraron a la finca La Victoria, ubicada en la vereda El Tropezón en la vía que conduce al municipio de Plato, Magdalena. No tenían uniformes, si iban armados. Al administrador y a los tres trabajadores de la finca les quitaron sus celulares y los acosaron boca abajo. Mientras uno de los urabeños se quedó vigilando el otro rociaba con gasolina a un tractor avaluado en $100 millones. Le echó un fósforo encima y el tractor se incendió. Luego tomó un machete y atacó a doce reses en las patas. Antes de salir de la finca los hombres hicieron seis disparos al aire. Les advertían que este solo era el comienzo.
Dos días después los urabeños cumplieron con su promesa. Entraron a la otra gran finca del cantante, Orinoco, en la jurisdicción del municipio de Astrea. Esta vez eran ocho hombres armados que volvieron a poner bocaabajo a los trabajadores amordazándolo. Esta vez no quemaron ninguna maquinaria sino que se llevaron doscientas veinte reses. Dangond estaba angustiado. La respuesta del ejército fue inmediata: la Décima Brigada Blindada estableció un puesto de mando armado en Bosconia. Pero Silvestre quería más. En el desespero empezó a escribir en su cuenta de Twitter: . “En la finca de Bosconia, Cesar, presidente Juan Manuel Santos y gobernador Luis Monsalvo les pido ayuda, soy una persona indefensa y sola”. Además se lamentaba: “Tengo miedo. No voy a poder ir a Valledupar en diciembre con mi familia”. La respuesta del gobierno no fue la contundente.
Así que Silvestre, con todo el dolor del alma, salió corriendo a Miami junto a su esposa y sus tres hijos. Seis años después el vallenatero se acostumbró a su vida en la Florida y, aunque le falta la cotidianidad de su Valledupar querida, vive allí con todos los lujos de una megaestrella. Acaba de estrenar una mansión en Pinecrest, una villa en el condado Miami-Dade. En septiembre del año pasado había comprado un lote por más de USD 1 millón. Allí construyó una casa con siete habitaciones, seis vestidores, ocho baños, una sala de cine, una playa privada y un cuarto de servicio. La casa puede costar más de 14 mil millones de pesos. Además está lleno de juguetes que ha comprado en los últimos meses. Tiene un Porshe deportivo y unas motos de colección BMW. El año pasado compró un avión privado y un yate.
Sin embargo la vida en Miami no llega a atenuar su viejo sueño, el que espera cumplir próximamente: regresar a Valledupar y vivir como lo que siempre ha sido: un rey.