Jaime Cabrera, el hombre que traigo a cuento
Opinión

Jaime Cabrera, el hombre que traigo a cuento

Noticias de la otra orilla

Por:
marzo 29, 2014
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En el contexto de la narrativa del Caribe colombiano actual los cuentos y relatos de Jaime Cabrera González, narrador nacido en Barranquilla y radicado en Estados Unidos desde hace veinte años, se colocan entre las producciones más interesantes de su acontecer literario, no obstante su nombre no sea muy reconocido en un más amplio panorama de la narrativa colombiana de hoy.

Hace apenas unos días fue lanzada en Barranquilla su más reciente colección de relatos titulada Miss Blues 104F, bajo sello editorial de Media Isla, que dirige el poeta y narrador dominicano radicado en Texas (USA) René Rodríguez Soriano. Y aprovecho la ocasión de esta novedad bibliográfica para dedicar esta columna a un narrador en cuyos trabajos he puesto los ojos desde hace varios años y cuyo nombre y trabajo merecen ser más conocidos en nuestro país.

En su primer libro titulado Como si nada pasara, publicado por la Editorial Coral Press de Miami, se recogen textos suyos premiados en Colombia en diferentes concursos locales, nacionales e internacionales, y algunos otros textos que le dan al volumen una contextura segura y seria, por las muestras de oficio, en primer término, y por el universo narrativo en el que aparecen tratados otros motivos y temáticas visiblemente distintas de las que circulan en otros escritores nuestros de su misma generación.

El segundo volumen se trata de la antología titulada Letras en la diáspora,  Cita de seis, publicada también en Estados Unidos, en el que aparece al lado de otros cinco escritores colombianos residentes en USA. En esos textos Cabrera desarrolla en extenso el aliento arriesgado en los cuentos iniciales y se mueve confiado y con osadía en un terreno en el que es claro que se siente a gusto. Su pulso de narrador de historias, su trato con personajes, sus juegos con los tiempos del tiempo, su familiaridad con las minucias del relato y sus atrevimientos con la vida de las palabras, hacen de Cabrera un escritor particular.

Se agrega también a su producción un curioso volumen de textos volantes animados por una evidente aspiración narrativa, pero muy  hábilmente cruzados por un espíritu poético que los redefine y transforma en otra cosa: en un algo sin género en el que estas ideas de Cabrera se desempeñan perfectamente bien debido a un tono abiertamente lúdico, onírico y surreal con el que logra inquietar al lector a través de ráfagas de imágenes impensadas, de visajes rápidos de extraños personajes, que se juntan en esta propuesta de Cabrera para lograr una interpelación provocadora, más allá de todo hilo conductor y de toda lógica convencional. Cada uno de estos breves textos aparece en este volumen creativamente ilustrado, y en veces interpretado, por un dibujo del pintor barranquillero también radicado en Miami, Henry Noguera. El paquete titulado Textos sueltos / bajo palabra, y subtitulado Autobiografía de los sueños.

Otra característica que apuntala la presencia de Cabrera en nuestro quehacer literario, es la de que se trata en este caso de un escritor culto e informado que se nutre del cine, de la radio, de la televisión, de la literatura, de las artes plásticas, de la música popular, del jazz, de la poesía y del lenguaje coloquial del Caribe, armando con todo ello un entramado literario en el que suceden sus historias y se mueven personajes e incidencias que pendulan sin traumas entre lo rastrero y lo culto hasta tocar los límites de un estrato surreal que se estructura en un oficio creativo que asume y actualiza sus materiales de muy diversas maneras: por alusión, por intertextualidad, por deformación en virtud del humor, por reconstrucción de los recuerdos, por la pura invención, por azar objetivo, por experimentación, por reinvención paródica, lejos de la sacralización de la literatura y de la pedantería, y sí en cambio buscando el efecto por la vía de la ironía, la sospecha y la mirada de reojo.

La anécdota, la pureza de una línea argumental, la exactitud histórica, cultural o sicológica de sus historias y de sus personajes no tienen demasiada importancia para Cabrera cuando cuenta; lo importante de sus trabajos es aquello que se cuenta con eficacia y con belleza más allá de la verosimilitud de sus referentes; uno aprende rápidamente que en sus textos el lenguaje inventa ese mundo ilusorio en que sus personajes, como cualquier otro ser de este mundo, buscan la manera de ser feliz, de escapar al dolor, de intentar ser amados, pero también huyentes de la vida lógica…; es decir, finalmente como sucede en la buena literatura, todo es un pretexto para jugar con el destino del hombre, que es desde luego el mismo destino del lector, en esa cortazariana contigüidad de los parques que encarnan la vida y la literatura.

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