Ya que la agenda mediática por fin comienza a salir del tema Petro, es el momento de abordar algo no menos importante para el futuro de Colombia: las elecciones presidenciales. Como en una columna pasada en EL TIEMPO lo había mencionado Mauricio Vargas, las elecciones para Presidente han estado muy pobres, muy apáticas, brillan por su ausencia las propuestas novedosas que lleven al elector a tomar su decisión de voto por uno u otro candidato.
Hoy ya está listo el partidor. El martes pasado se inscribió el último aspirante que faltaba, Enrique Peñalosa, quien ya lo hizo con el dato confirmado por la Registraduría Nacional de su aplastante victoria en la consulta verde, y acompañado de su fórmula vicepresidencial, Isabel Segovia.
Ahora los candidatos deberán poner sus cartas sobre la mesa para convencer a los votantes de que su plataforma política es la que más les conviene a los colombianos en los actuales momentos que atraviesa la patria. Pero, ¿qué están proponiendo cada uno de los candidatos? ¿Hay algo novedoso en su discurso?
Oscar Iván Zuluaga, el candidato del Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe, parece no tener nada diferente que decir que su oposición total al proceso de paz que el actual gobierno está intentando llevar a buen puerto con las FARC. O manifestar su animadversión por la izquierda dura o moderada, cualquier izquierda, de Colombia. Propuestas sobre temas de comercio, la crisis de la salud, la justicia corrupta, la inseguridad, la educación o el medio ambiente, no aparecen en la agenda política de Zuluaga, quien tristemente funge como muñeco de ventrílocuo de Uribe. Basta con ver el twitter del expresidente para saber lo que minutos después va a retwittear o a hablar en los medios Oscar Iván. Es más, la página del candidato replica los lemas de campaña de Uribe en el 2006: la seguridad democrática, la confianza inversionista, la cohesión social… Ah, y su vicepresidente es Carlos Holmes Trujillo. En fin, más de lo mismo.
Martha Lucía Ramírez es una mujer hecha a pulso dentro de las filas del Partido Conservador. Ha superado grandes dificultades para que los congresistas de su partido la apoyen en sus aspiraciones presidenciales, ya que muchos de ellos quieren apoyar a Santos con el fin de que este les mantenga y aumente la mermelada burocrática a cambio de que le endosen los votos de sus sufragantes para lograr la reelección. Ramírez, sin ser una antena repetidora del discurso político de Uribe, tiene mucha cercanía con los postulados del electo senador antioqueño. Está en desacuerdo en continuar con los diálogos de paz en las condiciones de barbarie que genera las conversaciones en medio del fuego. En lo poco que ha hablado ha hecho énfasis en recuperar la sensación de seguridad que parecen haber perdido los colombianos. Sus otras propuestas no se conocen (ni siquiera en su portal de internet) porque ha estado más ocupada defendiendo ante el Consejo Nacional Electoral la legitimidad de la convención conservadora que la eligió, de los ataques de los caciques conservadores que quieren continuar el status quo del que vienen disfrutando hasta hoy. Su fórmula vicepresidencial es Camilo Gómez.
Clara López Obregón es una alternativa radicalmente opuesta. Candidata presidencial por el Polo Democrático Alternativo, se alió con la Unión Patriótica para presentar una izquierda colombiana unida frente a la adversidad, por lo que su llave vicepresidencial es Aída Avella. Tiene en contra el lastre de los reiterados fracasos de su partido cuando ha estado al frente de la administración de la capital colombiana, lo que a muchos les permite sacar ligeras conclusiones: “Si no han podido gobernar a Bogotá, cómo se les va a soltar el país”. Sus propuestas son opuestas a las de los dos anteriores candidatos. Clara es una defensora acérrima del proceso de paz, insiste en que el país no necesita de más militares ni más armas, sino de más inversión social (algo que es cierto y es obvio). El resto de sus manifestaciones políticas pasan por hacerle oposición al gobierno al criticarle vehementemente la destitución de Gustavo Petro (otra vez Petro) como alcalde de Bogotá.
Finalmente está Enrique Peñalosa. El exalcalde de Bogotá ha sido uno de los más grandes perdedores de diferentes elecciones en Colombia. Ha perdido elecciones para aspirar nuevamente a la alcaldía, al Congreso y a la Presidencia. Definitivamente es un experto en perder. Pero precisamente eso garantiza que su potencial electoral no está en los politiqueros de turno que no ven en él el caballo ganador para ir a ofrecerle sus votos y comprometerlo de una vez. Quienes lo apoyan es porque ven este candidato la gestión que le dio una nueva cara a Bogotá durante su administración. Además, de los diferentes candidatos, es el único que hasta ahora ha hecho nuevas propuestas que no giren alrededor de la paz. Claro, también piensa en el tema, y ya ha dicho que apoyará el proceso de paz si es elegido, lo que ya le granjeó las críticas del expresidente Uribe. Pero ya comenzó a generar polémica con propuestas audaces como la de legalizar la marihuana o la de apoyar el aborto y el matrimonio gay. Incluso, el nombramiento como su llave vicepresidencial de Isabel Segovia es de por sí una propuesta, pues esta mujer viene de trabajar arduamente en el sector educativo y su apuesta es obviamente trabajar por mejorar la educación de los niños y jóvenes del país.
No hablo del candidato/presidente Juan Manuel Santos y su vicepresidente Germán Vargas Lleras porque ya tiene suficiente sobreexposición mediática como para dedicarles un renglón más.
Faltan aún un poco menos de dos meses para el 25 de mayo, fecha de las elecciones presidenciales. Los debates comenzarán y los ciudadanos podrán hacerse una imagen más certera de quien es quien entre los candidatos para así poder depositar su voto por el que consideren mejor. Más adelante, con más argumentos e impresiones, les diré por quién será mi voto.