En Colombia, la gente no cree en los políticos, en las instituciones ni mucho menos en los partidos o en el Congreso. Esa es la consecuencia de una clase política que históricamente ha gobernado para favorecer sus intereses y no los de la sociedad en general. Una clase política que, como dice William Ospina, se siente desgraciada por haber nacido en América y mira con nostalgia hacia Europa. De ahí su indiferencia y desprecio hacia el resto de la población.
Hemos sido víctimas de políticos que roban el dinero del Estado para engordar sus propios bolsillos y los de sus amigos. Que pactan alternarse el poder para excluir de participación política a sectores sociales populares y emergentes. Que incentivan un conflicto donde los muertos los ponen los pobres. Antanas Mockus ha sido un faro moral en medio de ese caos político.
De ascendencia lituana, Mockus es antes que nada un intelectual destacado. Matemático, filósofo, con estudios en Europa, fue profesor de la Universidad Nacional y logró convertirse en rector de esa institución. Ya desde la época en que fue la máxima autoridad de la Universidad Nacional, se tiene registro de los comportamientos poco ortodoxos que habrían de escandalizar a ciertos sectores de la sociedad colombiana, hermética y cerrada en sus costumbres, como el famoso de los calzones en el auditorio, pero que muchos resaltan como formas pedagógicas para modificar determinados comportamientos sociales.
Gracias a Mockus empezó a hablarse en Colombia de “cultura ciudadana”, un concepto que produjo un cambio en la manera de abordar ciertas problemáticas colectivas. En su primer periodo como alcalde de Bogotá (cargo que habría de ocupar dos veces) lo concibió y lo hizo real. Iniciativas desarrolladas en su administración como la del payaso y el mimo que ayudan a la gente a pasar por la cebra, o el de las tarjetas de fútbol para evaluar la conducta de un peatón, son expresiones de la cultura ciudadana, que busca la modificación de comportamientos sociales no deseados a través de formas creativas y pacíficas, que apuestan por la autorregulación.
La cultura ciudadana, al resaltar la importancia de la tolerancia y el respeto, resulta muy valiosa en una sociedad como la nuestra que históricamente se ha valido de la violencia como único método para lograr cambios.
Y cómo olvidar cuando Antanas fue candidato presidencial en el 2010, con todo el fenómeno de la ola verde. Representaba una opción fresca, renovadora, alejada de la clase política tradicional y alejada de las prácticas políticas habituales. Un profesor, exalcalde de Bogotá, que junto con otro profesor, el exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, se propusieron romper los esquemas de cómo hacer política en Colombia. Sin un gran presupuesto, sin grandes maquinarias que los apoyaran, se enfrentaban a la gran fuerza del uribismo y aun así se convirtieron en una opción sería de poder. Hacían un llamado a la decencia y al diálogo. Su discurso no era ofensivo sino que invitaba a la reconciliación. Defendían la transparencia en el manejo de lo público y la vida en todas sus formas. Entendían que por encima de los egos está el bien del país.
Esos han sido otros de los legados importantes de Mockus a la política colombiana. Primero, la transparencia absoluta con que se deben administrar los recursos públicos. Porque es gracias a estos que es posible la construcción de escuelas, hospitales, bibliotecas, carreteras, de manera que cuando su manejo no es pulcro son los pobres los que resultan más afectados, aumentando las brechas de desigualdad.
Segundo, su visión de que la vida en todas sus formas es sagrada. La vida es el valor supremo, en cuanto de él dependen todos los demás. Y todas sus expresiones deben respetarse, no sólo la humana. Afirmación que toma una dimensión especial en un país tan biodiverso como el nuestro. Una sociedad que no valora lo suficiente la vida es cercano a la barbarie.
Por todas las razones anteriores es que a muchos colombianos nos causó indignación profunda la burla que algunos hicieron en los últimos días al profesor Antanas por sus movimientos inconscientes, consecuencia del Parkinson que padece, en la réplica de la oposición al gobierno. Mockus es de los únicos personajes políticos respetados en el país, probablemente el más respetado, al que como ciudadanía le debemos mucho. Y además, más allá de quien sea, un acto de inhumanidad como ese requiere un rechazo vehemente. Por eso, mediante este escrito, me uno al hashtag que se hizo famoso en Twitter #MockusSeRespeta.