Distintas formas de la desnudez
Opinión

Distintas formas de la desnudez

Amar, erotizar, / descubrir y descubrirme. / Rechazar lo no esperado. / Sola y meditabunda / me revelé a través de la palabra, / poeticé. Del epígrafe del quinto poemario de Dina Luz Pardo

Por:
marzo 23, 2019
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En la noche del pasado jueves 21 de marzo tuvo lugar en Barranquilla la presentación de quinto poemario de la poeta Dina Luz Pardo, un texto para el cual escribí las palabras del prólogo que hoy se convierten en columna de opinión.

Dina Luz Pardo, poeta y periodista nacida en San Marcos (Sucre), que reside en Barranquilla desde 1991, ha escrito y publicado cuatro libros de poemas antes de este que ahora nos entrega y al que tengo yo la oportunidad de referirme en esta breve nota que ilustra su publicación. Esos poemarios han sido los titulados “Quebranto de flor” (1998), versos tempranos que eran sin duda atisbos de un naciente malestar espiritual, como se supone que tiene que ser siempre la asunción de la poesía; luego vendría “El leve trazo de mis huellas” (2008), en el que se nota el paso de lo que significa un década en el alma de alguien que escribe; y en ese mismo año el tercer poemario titulado “Albricias y un ponqué de ilusiones” (2008), un trabajo en el que es poderosamente sensible la traición del excesivo sentimiento; y, desde luego, su cuarto trabajo que personalmente considero un salto cuantitativo en el sentido de su visión poética y su escritura. Me refiero a su libro “Concierto sobre el fuego”, en el que la temática de la cocina y de lo culinario aparece poetizada con el especial aliño de lo erótico en el que lo íntimo y lo cultural de las costumbres alimenticias del Caribe colombiano son sujeto de un tratamiento interesante y llamativo. Libro en el que su autora suelta amarras en el decir de lo íntimo y logra una marca personal en el lenguaje.

 

 - Distintas formas de la desnudez

 

Llega ahora este nuevo libro titulado Callar nunca fue una opción, en el que la explicitación de su estructura: poemas, relatos y autorretratos nos entrega una abierta información de su naturaleza y pretensiones, pero que no arruinan ni agotan las sorpresas ni los hallazgos. Un epígrafe propio aclara el programa expresivo de este nuevo proyecto: “Amar, erotizar, / descubrir y descubrirme. / Rechazar lo no esperado. / Sola y meditabunda / me revelé a través de la palabra, / poeticé. He aquí el fruto: / Libertad.”  

Una claridad que ratifica y profundiza lo que su libro anterior ya había adelantado respecto de decir lo íntimo que ya señalaba arriba. Y que se desarrolla plenamente en cada aparte que el libro presenta:

“La mujer que ama y erotiza”, o la abierta referencia del ejercicio amatorio respecto del propio cuerpo y el del otro como territorio del deseo.

“La mujer que poetiza desde la cocina”, o la reafirmación de la fórmula de Concierto sobre el fuego.

“La mujer que reflexiona”, o el intento de ir más allá de lo erótico para intentar asomarse a otra ventana distinta del deseo, que, pienso, puede quedar simbolizada en este breve poema final de ese aparte: “Hoy / que soy / pájaro de agua / al despertar / hojarasca en vuelo / al morir el día”.  

“La mujer en soledad”, o  el espacio que queda en la mente y el cuerpo cuando el amante ya no es, o ya no está, y que pueden expresar bien estos versos finales de uno de sus poemas: “Todo te nombra / existes en mi lengua / en la palabra”.

“La mujer que se revela”, o una afirmación de esa que ahora es otra, la que ha descubierto un nuevo momento de su identidad.

“La mujer en la despedida”, o la llegada de lo inevitable en el amor, que queda dicho en este también breve poema titulado precisamente Adiós: “Llega la noche / mi memoria no te halla / Te vas quedando lejos / En la lejanía / acecha el olvido”.

“Lecciones aprendidas”, o aparte que puede quedar definido por esta intrigante pregunta de un verso final: “Si acudiéramos a los antecedentes amorosos / y judiciales de la boca que queremos besar… ¿provocaría besarla?”.

Y cierra el libro con un último aparte titulado “Despues de todo, yo”, presidido de un epígrafe de Ana María Matute, novelista española, Premio Cervantes 2010, que podría aparecer editorializando no la última parte sino el libro todo, que dice “Escribir para mí no es una profesión, ni siquiera una vocación. Es una manera de estar en el mundo, de ser, no se puede hacer otra cosa. Se es escritor. Bueno o malo, ya es otra cuestión”. Este último aparte solo contiene un breve texto confesional en prosa que no es otra cosa que la reafirmación de la desnudez, o del desnudamiento, que la poeta ha estado mostrando página tras página en su libro, en el que ha quedado clara su postura: callar nunca fue una opción. Y se asumen los riesgos del decir.

 

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