El 8 de marzo vi pasar en Facebook muchos mensajes de apoyo a las mujeres, pero reflexionaba sobre la ambigüedad de compartir un mensaje por la mujer y al mismo tiempo seguir apoyando ideas y prácticas que promueven el sexismo.
Este fin de semana, en una reunión, escuchaba una conversación sobre cómo se trata en Canadá el aspecto de la sexualidad de los hijos cuando aún son adolescentes. Escuchaba comentarios de asombro y de desacuerdo acerca de que los padres aceptan abiertamente las relaciones sexuales de esos jóvenes. Me di cuenta también de que el asombro o el desacuerdo era mayor cuando se trataba de una hija (cuando se trata de un hijo, eso pasa).
No hay sociedad ni cultura perfecta, pero particularmente estoy de acuerdo con esa visión que tienen los padres de familia en Canadá, porque ellos aceptan ese hecho y por igual, sea un hijo o una hija, simplemente porque no lo ven como algo "incorrecto". Piensan que las jóvenes adolescentes tienen el mismo derecho que los jóvenes adolescentes a vivir su sexualidad sin esconderse, sin avergonzarse.
Comprendo que uno no puede cambiar de cultura como cambiarse de ropa. No intento juzgar una u otra manera de pensar, pero creo que nos debemos un análisis. Cuando mis hijos llegaron a la adolescencia yo sentí ese conflicto de valores. Debí informarme, leí y consulté profesionales de la salud para saber sobre la relación entre la edad y el comienzo de las relaciones sexuales. Llegaba siempre a la misma conclusión: Luego de la pubertad todo lo demás no era más que cultural.
No creo que lo ideal sea seguir apoyando ideas solamente porque "esa es la costumbre" o "así me enseñaron en mi casa". Si ese argumento fuera válido, todavía defenderíamos la idea que el honor de la familia debe medirse según la integridad de la vagina de las mujeres que hacen parte de ella.
La discriminación ligada a la sexualidad es la realidad de muchas mujeres en América Latina y en el mundo. Aún existen países en donde se sigue creyendo que las mujeres no debe tener placer sexual, llegando incluso a prácticas como la mutilación genital.
La sexualidad hace parte de la experiencia humana y es un derecho. Cada persona debería vivir esa experiencia sin sentimientos de culpa, sin tener la sensación de que es algo incorrecto o vergonzoso. No hay orgullo por el momento en que comenzaron nuestras relaciones sexuales sino más que todo por la manera cómo las asumimos.
Por favor, los invito a que contribuyamos a combatir el sexismo y, en general, como padres, a reflexionar sobre nuestro rol de gestores de cambio. Es por una buena causa.
