Haciendo gala de su enorme poder de persuasión y permeabilidad sobre el conglomerado social, la prensa —entendiéndose por esta los medios televisivos, hablados y escritos— suele tomar sendas posiciones.
Aunque debe informar de manera objetiva y ponderada el acontecer nacional mediante ideas y conceptos responsables a sus seguidores, suele hacerlo con claros y manifiestos intereses personalistas o políticos, sirviendo a regímenes y gobiernos que les abren sus arcas de manera irresponsable y generosa, perdiéndose el norte y verdadero sentido de su misión y compromiso.
Acostumbrados al festín regalón y opíparo del gobierno anterior, nuestros principales medios añoran rabiosos y frustrados aquella largueza irresponsable, donde la lluvia de contratos millonarios era manifiesta... una época de bonanza u de oro, servil y entreguista.
Sin embargo, ahora, sin la abundante mermelada santista que los corrompió, fungen como sofistas, filibusteros, corsarios y mercenarios, parapetados tras los micrófonos y las imprentas, como expertos francotiradores, para atacar, herir, urticar y servir de instrumentos y vehículos políticos a las fuerzas opositoras del gobierno.
Prevalidos y amparados en la sagrada misión de informar, prejuician conforme a sus sesgos e intereses mediante entrevistas maliciosas con personajes cuyas posiciones son veladamente antigobiernistas, influenciando la opinión pública, permitiendo que sus invitados se luzcan y despachen en ofensas, diatribas y ataques sin posibilidad de réplica; o por el contrario, con los que hay que cuestionar, destruir y mostrar como mendaces, no lo hacen.
Sea como sea, su tendencia es a lanzar saetas envenenadas, enrareciendo el ambiente, colocando en su boca cosas que no han dicho, haciendo cortes maliciosos, lanzando interrogantes pérfidos cuando concluyen la entrevista, sin posibilidad de respuesta. Esto sin olvidar los prólogos propios que añaden para avalar, desacreditar, mofarse o burlarse de manera irónica, según el caso.
Jamás en la historia de nuestro país, un ejercicio tan noble se había convertido en una profesión tan indecorosa, además de un nido de áspides, coordinando de manera sistemática y escalonada sus ataques contra el actual gobierno. Es que no construyen o edifican, sino que destruyen y exaltan casi hasta al paroxismo a los victimarios de la guerra o a los enemigos y críticos declarados del gobierno, olvidando adrede el drama de las víctimas o los aspectos positivos de la gestión decorosa y decente del actual ejecutivo.
Furiosos anti-Duque y anti-Uribe se enroscan como ofidios venenosos al micrófono, con su lengua bífida, para instilar su neurotoxina (Latet anguis in herba).