La frondosa mamertería criolla, que tiene ahora nueva comandancia –la señorita Goebertus- alumna del magistrado de la JEP Eduardo Cifuentes, quien no perdió su tiempo como decano de Derecho de la Universidad de los Andes para convertir al socialismo a los hijos del capitalismo criollo, está en plena revolución.
¡Volvió la Guerra! Hemos perdido el don preciado de la Paz. Botamos a la basura el más grande intento de la humanidad para reconciliar las clases, los grupos, a la gente alrededor de una vieja guerrilla que ha resuelto dejar las armas para darnos el más moderno concepto de la Democracia, del respeto a los derechos humanos, de desarrollo económico impulsado por el verdadero socialismo.
Y se conmueve el mundo entero. La ONU, a la que no le importa que Maduro cierre las puertas a la ayuda humanitaria para un pueblo enfermo y hambriento, esta vez, esta vez si, reacciona indignada. La señora Bachelet ordena que se subsane, ya, el error cometido. La Corte Penal Internacional, que no ha dicho una palabra sobre las penas alternativas para los peores criminales del mundo, exige respuesta para este atentado contra la Paz, contra la Justicia, contra los Derechos Humanos.
¿Y qué ha pasado? ¿Acaso una masacre horrenda cometida por el Estado? ¿Tal vez se descubrió una espantable cadena de crímenes, de ejecuciones extrajudiciales a cargo de nuestro Ejército? ¿Se fusiló sin fórmula de juicio a los jefes de un grupo que alzó la bandera blanca de la rendición y de la Paz? Nada de eso, por supuesto. Es que el Presidente de Colombia, Iván Duque, ha objetado por inconveniencia 6 de 159 artículos de una Ley, la primera en el mundo dictada para su provecho por los delincuentes más temibles. La primera que gobernará la acción de una Corte elegida por sujetos extranjeros, de casualidad todos simpatizantes de agrupaciones criminales –la ETA, Sendero Luminoso y Montoneros-, la que no ha empezado a dictar sentencias pero no ha parado de enredar entre sus muros a sus amigos y parientes, la que ya quedó en evidencia negociando fallos por dinero, la que sigue defendiendo a capa y espada a un narcotraficante despreciable, el tal Santrich.
Nada menos que eso hizo Duque. Merece las penas del infierno socialista. Mamertos del Mundo, uníos. Llegó la hora culminante de la especie humana. O esos seis artículos o la muerte. La muerte de la civilización, del Derecho, el entierro anticipado del porvenir.
Mamertos del Mundo, uníos.
Llegó la hora culminante de la especie humana.
O esos seis artículos o la muerte
Ese círculo ridículo, que dirige tras de bambalinas el antiguo profesor de los Andes y que representa una señorita de muy cercano ancestro extranjero, acompañada por otro extranjero reciente, un tal Mockus y combatiendo al lado de un espejo de caballeros, asesino, narcotraficante, secuestrador, terrorista y violador consumado de niñas y niños campesinos, el tristemente célebre Carlos Antonio Lozada, nos trae conmovidos.
No vamos a discutir el derecho a la nacionalidad de los Goebertus y los Mockus. Ni más faltaba. Si algo le faltó a Colombia fue una migración más numerosa y laboriosa que la que dejamos llegar, sobre todo en la segunda posguerra.
Lo que si conviene es destacar las incoherencias de estos nuevos nacionalistas, de estos amigos de la más pura tradición indígena. Porque son los Goebertus y los Mockus, dignamente representados por otro criminal recalcitrante, Pablo Catatumbo, los que andan en el Cauca defendiendo el derecho indígena a taponar las carreteras, destruirlas, condenar a la miseria y al hambre miles de compatriotas nuestros, porque esos socios suyos, unos pocos, como siempre, llegaron primero que nosotros a estas tierras. Y por eso les asiste el derecho a cometer todos los desafueros, ofender todos los derechos, maltratar a todas las personas.
Esos mismos, exactamente ellos, son los que libran en la Corte Constitucional ardua batalla para impedir que caiga glifosato sobre los cultivos de coca. Porque de lo que se trata, en todos los casos, es de abrirle espacios a las Farc, las de esos demócratas impolutos que están en el Congreso, bueno será repetirlo, porque asesinaron mucha gente, pusieron muchas bombas, secuestraron y mataron miles de trabajadores del campo, destruyeron las selvas y los ríos de la Patria y demostraron su espíritu revolucionario reclutando y violando las niñas y los niños campesinos, indispensables distracciones para su ánimo guerrero y justiciero.
Alto ahí, noveles aprendices de la brujería socialista. A propósito del ejercicio elemental y consuetudinario de la facultad presidencial de objetar por inconvenientes las leyes, todas o sus partes, no nos van a armar semejante francachela. Ni nos van a ocultar, bajo la manta de sus ridículas dudas constitucionalistas, sus verdaderas intenciones políticas. Lo que quieren es el poder, para ustedes y sus socios criminales. Lo que quieren es entronizar el comunismo marxista en Colombia. Díganlo y lo discutimos en la academia o en las urnas. Donde quieran. Para eso están. ¿No les parece?