Todo comenzó con la adolescente sueca Greta Thunberg. Como una estudiante de noveno grado preocupada por la falta de acciones contundentes por parte de las autoridades para enfrentar el calentamiento global, el pasado 20 de agosto empezó a faltar a clases para sentarse ante el parlamento sueco a manera de huelga escolar por el clima. De cara a las elecciones generales en su país, lo hizo todos los días durante dos semanas; y una vez pasadas estas, cada viernes.
Su caso cobró tal notoriedad en tan poco tiempo que en noviembre fue invitada a hablar en TEDx Estocolmo y en diciembre pronunció un elocuente discurso ante la 24 Conferencia sobre el Cambio Climático (COP24) de Naciones Unidas, en Katowice, Polonia, donde habló fuerte a los poderosos y cobró aún más notoriedad.
En enero participó en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, donde se dan cita directivos de organismos multilaterales y de empresas trasnacionales, académicos, líderes de opinión y periodistas de todo el mundo, y repitió la dosis. “Nuestra casa está en llamas. (…) O elegimos continuar como civilización o no. Los adultos dicen: Tenemos que dar esperanzas a la próxima generación. Pero no quiero tu esperanza. (...) Quiero que actúes como si tu casa estuviera en llamas, porque eso es lo que está pasando”, dijo.
Entrevistada por medios como The New York Times, CNN, la revista Rolling Stone o The Guardian, sus declaraciones se reproducen por doquier: “Estamos ante una amenaza existencial, a la mayor crisis de la humanidad. Debemos actuar ahora porque mañana puede que sea demasiado tarde”.
Y desde entonces, esa gota de agua con nombre propio se ha ido convirtiendo en un verdadero tsunami. La justa causa defendida por Greta tiene cada vez más eco. Y ya no son solo estudiantes como ella los que se han sumado. Miles de personas se han manifestado pacíficamente en más de 270 ciudades de países como Bélgica (sede de la Unión Europea), Holanda, Alemania, Reino Unido, Francia, Austria, Dinamarca, Finlandia, Suiza, Australia, Japón, Canadá y Estados Unidos, entre otros.
Y Colombia no es la excepción, pues estudiantes en las principales ciudades han emulado los justos reclamos dirigidos a quienes detentan el poder y pueden tomar las decisiones necesarias para revertir el calentamiento global, entre otros graves daños que hemos causado al planeta.
Como cada viernes desde hace varios viernes, para este 15 de marzo se ha convocado una gran movilización internacional que promete ser “una de las mayores protestas ambientales jamás vistas”, según dimensiona el diario británico The Guardian.
Independientemente del eco que esta gran movilización en favor del planeta tenga en Colombia, es un hecho que Gobierno, empresarios y sociedad civil en su conjunto deben urgentemente meterle la ficha en serio a un problema que en la actualidad es el mayor desafío que enfrenta la humanidad.
En su geografía y biodiversidad, Colombia es uno de los países más privilegiados del mundo. Ubicado casi en la línea ecuatorial y abrazado por las tres imponentes cordilleras de los Andes, su territorio, repleto de verdes montañas, presenta una gran variedad de pisos térmicos y microclimas que a su vez albergan una gran diversidad de flora y fauna.
Sin embargo, entre otras malas prácticas ambientales, son muchas las hectáreas de bosque o selva virgen que se talan cada día ante la inacción de las autoridades, son muchas las especies exóticas que se trafican, son muchas las montañas (fábricas de agua) que se sacrifican ante cuestionables edificaciones o nuevos predios agrícolas, son muchos los buses-y-camiones-chimenea que circulan impunemente (contaminando el aire) y es mucha la basura, sobre todo plástica, que se genera y se bota sin una adecuada separación, recolección y reincorporación en el ciclo productivo (reciclaje, economía circular).
Como potencia en biodiversidad, Colombia debería ser también líder en la región en materia de desarrollo sostenible, lo que incluye la protección ambiental, y en redoblar esfuerzos para revertir los graves estragos que hemos causado al planeta, incluido el calentamiento global y el basurero plástico en que lo hemos convertido.
Otros países de la región también deben redoblar esfuerzos en la materia, pero ojalá la gran movilización de este 15 de marzo, cuyo epicentro ha sido una adolescente sueca preocupada por su futuro, empiece de verdad a sacudir conciencias en sectores cada vez más amplios de la población. El planeta no da espera.