Toda la vida me ha encantado estudiar y me meto de lleno cuando el tema me atrapa. Investigo, leo y si tengo oportunidad de matricularme, ni lo dudo. Hasta la fecha lo había hecho en jornadas diurnas entre semana, o máximo los sábados en la mañana. Sin embargo, mis actuales ocupaciones, que incluyen mi trabajo en Blu Radio los fines de semana, no me dejaron otra opción que estudiar de noche… ¡de noche!
Estoy planeando mi actividad para cuando me pensione; no estoy muy lejos, pero tengo el tiempo suficiente para terminar de aprender y organizarme. Tengo un papá que acaba de cumplir 90 años y después de lograr su pensión montó un negocio muy distinto a su profesión y a él se dedica desde entonces. Como siempre dijo él: “la mejor herencia que les puedo dejar es el estudio”, o “los Gracia no le tenemos miedo al trabajo”, o “hay que hacerle la zancadilla al peso”, y la más importante de sus frases para mis intereses actuales: “yo todavía soy útil”. Por eso, comencé hace unos años a planear el negocio al que me dedicaré en un tiempo porque, como decía mi mamá que partió tan joven: “Mijita, el que lo sabe hacer, lo sabe mandar”. Así, a estas alturas de la vida y no como en la adolescencia, estoy siguiendo la sabiduría de mis papás y emprendí este año formalmente el estudio académico y profesional de mi proyecto.
Me tomé todo el segundo semestre de 2018 indagando facultades, leyendo el pénsum de cada una, revisando ubicación y horarios… ¡Todo un trabajo! A propósito de los horarios, me había matriculado para tomar las clases en horas de la mañana, muy temprano. Hasta ahí, todo parecía bien. Sin embargo, por primera vez en mi vida se volvió una opción -por mis compromisos- el horario nocturno.
Cuando estaba en el colegio, casi que era una señal de situación económica difícil si alguien trabajaba de día y estudiaba de noche. En esa época, la gente hacía chistes peyorativos sobre lo que llamaban “la nocturna”. Con el tiempo, las exigencias en el ámbito laboral, la competitividad profesional, comenzaron a cambiar. Los celadores debían ser bachilleres, los profesionales debían tener especialización; los especialistas debían avanzar hacia las maestrías, los doctorados y así sucesivamente. “La nocturna” se convirtió entonces en lo que es hoy: otra opción no solo para quienes tienen dificultades económicas, sino para quienes las tienen en tiempo; eso sí, todos en la búsqueda del ascenso laboral y salarial.
Estuve buscando por todas partes las cifras de cuántas personas estudian de noche en Colombia y no son claras, y menos están consolidadas; ni siquiera en la página de Ministerio de Educación. Hay que ponerse a sumar universidad por universidad… en fin… nada raro en nuestro país. Lo que sí parece ser una tendencia es que “la nocturna”, aunque no es un modelo pedagógico nuevo, ha incrementado su demanda. Todo un reto para las instituciones de educación superior cuya estructura debe ajustarse a la realidad de estudiantes que llegan agotados, en un esfuerzo grande, a aprender para alcanzar mejores oportunidades.
“La nocturna” se convirtió en lo que es hoy: otra opción
para quienes tienen dificultades económicas, y para quienes las tienen en tiempo;
eso sí, todos en la búsqueda del ascenso laboral y salarial.
Almorzando con mi esposo y mis hijos el domingo anterior a comenzar mi primer semestre -en febrero pasado- les dije que, aunque me había matriculado en horario diurno, había una gran posibilidad que tuviera que cambiarme a la jornada de la noche; que todo dependía de cómo me iba con los requerimientos laborales en la mañana. Ellos estuvieron de acuerdo y, tal como lo supuse, el trabajo no me dejó tranquila. Ese mismo primer día me cambié.
No sé qué ha sido más fuerte para mi: si volver a estudiar pero con exigencias técnicas diferentes de cómo presentar un trabajo, de cómo exponer frente al salón un tema que apenas se está aprendiendo (sí, así haya presentado noticias) y hasta qué nota se saca, o… ¡estudiar de noche! Es muy duro, pero todo se mueve entre la ilusión de -Dios permita- la expectativa futura, de seguir aprendiendo, de rejuvenecer el alma con el solo hecho de ir a clase… ¡Una nueva vida planeada y ejecutada a consciencia por uno mismo!
Soy una convencida de que “la vida comienza cada que uno quiere”. Amo estudiar y así será el 2019 para mi porque felizmente eso escogí, con la motivación de estructurar el sueño de un futuro que está encima y que a través de este camino que emprendí, me permite manifestarles mi más sentido respeto a quienes por cualquier razón han salido adelante trabajando de día y estudiando en “la nocturna”.
¡Hasta el próximo miércoles!