Un reciente trino del presidente Uribe revela que su pelea no es con Fecode, ni con 320.000 educadores del sector público. Su propósito va más allá, en la mira de sus pretensiones políticas está el debilitamiento de la educación pública.
Su fórmula es tan directa, como descabellada: "Abuso de algunos profesores justifica poner competencia a la educación pública, que estudiantes puedan ir a la privada y el Estado pague el 100 % por estudiante de familia de bajos ingresos (...) Educación sin adoctrinamiento, pagada por el Estado a los de menos ingresos, con competencia".
Un abierto regreso al recetario del neoliberalismo puro y duro, consistente en desmantelar lo público para entregarlo al sector privado, a nombre de una pretendida eficiencia, tal como se hizo con la salud. Ahora tantea terreno con la educación. Poco importa que el modelo privatizador, del cual fue ponente y defensor a ultranza, se haya convertido en un modelo donde campea la corrupción y el enriquecimiento ilícito, como lo demuestran palmariamente Salupcoop, Café Salud y el grado de postración e ineficiencia en que se encuentra la salud pública.
El trino en su brevedad parte de una falacia: considerar que la educación privada es mejor que la educación pública. Se confunde un 5 % de la educación de élite, que efectivamente tiene una educación de reconocida calidad. El resto de la educación privada no es de calidad y la mejor prueba de ellos son los pobrísimos resultados que obtiene el país en las pruebas internaciones en las cuales participa tanto el sector público como el sector privado. Uno y otro sistema educativo reflejan la baja calidad de la educación colombiana en su conjunto y nos coloca en los últimos lugares de las pruebas Pisa y demás pruebas en las que participamos.
La educación es un derecho fundamental y para garantizar tal derecho es necesario que exista un sistema público de educación que la garantice. Por desgracia la educación pública ha sido asumida en nuestro país como educación pública pobre para pobres. El ideal democrático de una educación pública a la cual asisten todas las clases sociales, sin distingo entre ricos y pobres, como ocurre en Estados Unidos, Alemania, Francia, desgraciadamente no forma parte de nuestros propósitos educativos como nación.
Profundizar la brecha entre una educación pública y la educación privada
es contrario a los más elementales principios de equidad
Su propuesta de que los “estudiantes más pobres puedan ir a la educación privada y el Estado pague el 100 % por estudiante de familia de bajos ingresos”, devela cuanto de demagogia e incoherencia hay en la cacareada cohesión social, uno de sus tres huevitos preferidos de siempre. Profundizar la brecha entre una educación pública y la educación privada es contrario a los más elementales principios de equidad, que solo conduce a perpetuar una sociedad segregada, profundamente inequitativa.
La alternativa privatizadora del expresidente refleja el inveterado desdén y miserabilismo de las clases dirigentes frente a la educación. Como lo señala Armando Montenegro “los orígenes del abismo educativo latinoamericano —buena educación privada para las élites y mala educación pública para las mayorías— se encuentra el hecho de que los líderes de las nuevas repúblicas en el siglo XIX, al tener resuelta la educación de sus hijos en colegios privados, carecieron de incentivos para crear un sistema público para todos. En Estados Unidos y varios países europeos, en cambio, se estableció una educación pública general, de tal forma que si los dirigentes querían mejorar la instrucción de sus hijos, debían apoyar el sistema del Estado”.
El desarrollo de los grandes países capitalistas ha sido posible gracias a la existencia de una sólida educación pública. Alemania, Francia, Finlandia, los Estados Unidos, que gobierna un ultraconservador como Trump, tienen y defienden la educación pública. A ninguno de ellos se le ocurre desmontarla en beneficio del interés privado, por más neoliberales que sean sus políticas de gobierno.
La educación es mucho más que un servicio que puede ser prestado por el Estado o por un particular, como lo piensa Uribe. Es en primer lugar un componente fundamental de la misión social del Estado moderno, es más, es una de las razones de ser del Estado democrático. Es el medio a través del cual el Estado adquiere sentido y justificación ante la sociedad, esto porque a través de la educación realiza otras funciones de su misión social, cómo lo son la justicia y la equidad social. En segundo lugar, la educación es talvez el principal instrumento para la realización de la dignidad humana, que convierte al hombre y a la mujer en fin de sí mismo. En tercer lugar la educación es un derecho humano fundamental de los niños y las niñas y de la persona, como lo define la Constitución del 91. Y por último, la educación permite a la sociedad la realización de la república democrática, participativa y pluralista de que habla la C.P.
Estos valores de la educación solo son posibles en la educación pública, porque es la única que puede ser pluralista, es decir, una educación ajena a la imposición de un pensamiento único o confesional.
El fortalecimiento y mejoramiento de la educación pública es el mayor desafío que enfrentamos los colombianos hoy. Limitar la acción educativa del Estado a financiarles la matrícula a los pobres en colegios privados es un asalto a los principales valores de la educación.
La acción educativa del Estado no puede reducirse a subsidiar a los pobres
para que vayan a estudiar a colegios privados
La acción educativa del Estado no puede reducirse a subsidiar a los pobres para que vayan a estudiar a colegios privados. Su obligación es fortalecer un sistema educativo público abierto y pluralista
Sin un fuerte y poderoso sistema público de educación no serán posibles los principios fundamentales fijados en la Constitución en materia social. La destrucción de la educación pública implica la destrucción de la libertad y la democracia, porque tal acción conduce al despotismo. La educación privada no permite cultivar el pluralismo y las libertades de conciencia y expresión.
Los trinos del presidente se saben dónde empiezan pero no en que terminan. Sus cuestionamientos y ojeriza contra la JEP empezaron con trinos y mire donde vamos. En el caso de su desafortunada propuesta sobre la educación hay que tomársela en serio o terminaremos perdiendo uno de los principales instrumentos para lograr la equidad y la superación de la pobreza y el atraso.
Colofón: Hace más de cien años, Rafael Uribe Uribe escribió: “He conocido en Colombia muchos ministros de instrucción pública, secretarios departamentales…, que llevan a sus hijos a establecimientos privados, especialmente a los dirigidos por órdenes religiosas extranjeras. Es una paladina confesión de su propia incapacidad y reconocimiento de que el producto que fabrican no sirve, pues son los primeros en no consumirlo…”.