“La capital ha despertado en llamas, emergiendo de una cruenta batalla entre monarquía y democracia. La ciudad se ha partido, por cuenta de una decisión política disfrazada de jurídico-administrativa en dos”.
La confianza en las instituciones ha quedado en entredicho. La manguala contra Petro puede costarle a la élite nacional su sostenimiento indefinido en el poder. La consciencia política despertada, en amplios sectores de la capital hasta hace poco apolíticos, arrinconados por la desazón, se convierte en la semilla de un florecer de fuerzas alternativas de aliento nacional. A empellones, casi por inercia puede hacerse realidad aquella frase de Winston Churchill en un tiempo no muy lejano "La alternación fecunda el suelo de la democracia".
En tiempo presente, es notorio el divorcio entre el país de a pie y el político. La ruptura ha sido consumada por el descarado abuso de poder de la vanguardia dominante. Quienes gobiernan la república no han dudado en reducirla mediante un gigantesco contingente de obras a medio hacer, sobornos, componendas burocráticas y alianzas con personas vinculadas a grupos al margen de la ley. La Unidad Nacional de Santos es el Uribismo con diferente camiseta. Atornillarse en su inocuo señorío es su consigna, decirle "Mermelada" al robo cínico de los presupuestos nacionales, su manera sinuosa de reírse de sus conciudadanos.
Santos ha desfalcado al país y se ha quedado con la administración distrital para convertirse en alcalde, presidente y candidato en simultáneo. El desprecio que demuestra por sus gobernados, es tan descomunal como la diezmada simpatía que se empieza a incubar en amplias capas sociales contra su talante elitista, excluyente, corrupto. El debate de fondo no esa la lucha de clases sino la defensa del interés de las mayorías sobre los abusos, con poder en mano, de una indolente, ínfima minoría.
La Bogotá Humana, sin lugar a dudas, se convirtió en la piedra en el zapato de ciertos grupos económicos, que sueñan con una sociedad sometida a sus designios, en donde mediante remedos electorales, de triunfo con cara o con sello legitiman la marginación y la apropiación del recaudo público hacia bolsillos privados. Utilizar con la mayor sutileza posible las supra facultades de la procuraduría para tumbar al alcalde elegido, simulando neutralidad en el proceso, no es más que el capitulo final de la obra siniestra del mandatario nacional para finiquitar el mate a Petro. Muchos arremeten contra la figura retardataria, ortodoxa de Ordoñez en este proceso únicamente, sin detenerse a pensar en el silencio cómplice convertido en guiño del presidente.
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