"L'Etat, c'est moi", la famosa frase atribuida a Luis XIV de Francia hace nada menos que cinco siglos, cae como anillo al dedo frente a una de las tantas expresiones que el expresidente Uribe repetidamente publica por Twitter. Recientemente afirmó lo siguiente: "…estudiantes pueden ir a la privada y el Estado pague el 100 % por estudiante de familia de bajos ingresos…"., con el propósito de evitar el "adoctrinamiento" al que son sometidos los estudiantes de escuelas públicas. Esta fue la reacción del expresidente frente a una pancarta que se hizo viral de los estudiantes de un colegio de Los Montes de María que decía "Abrazamos la JEP".
No es la primera vez, y con seguridad no será la última, que el expresidente expresará su desconfianza por lo que se asocia con el Estado, ese que fue definido por la Constitución de Colombia de 1991 como un Estado Social de Derecho. Para él, el sector privado es el que mueve el desarrollo, a pesar de las normas públicas y la Confianza Inversionista hoy claramente revivida, es el norte que él considera como el adecuado. Es la idea de que son los privados y no el Estado los que deben ocuparse de su seguridad y así se justifica que los individuos que tienen el poder se asocien con la justicia privada.
Pero resulta que este evidente desprecio por lo público que expresa con absoluta claridad el expresidente Uribe, no solo ahora sino siempre, se contradice claramente con su proceder. Si fuera consecuente, no trataría —como de hecho lo hace— de apoderarse de las ramas del poder público, es decir, de gran parte del Estado. Si se mira objetivamente lo que está sucediendo actualmente en Colombia, es evidente que Uribe controla el poder Ejecutivo y lo hace sin el menor asomo de pudor, debilitando con demasiada frecuencia al presidente Duque. Pero también trata de controlar el poder Legislativo y hasta el Judicial hasta donde puede. Esta aparente contradicción tiene una explicación clara: para el expresidente, el Estado vale cuando él es el Estado. Es decir, "El Estado soy yo", tal y como lo sentía y lo ejercía Luis XIV en 1655.
El evidente desprecio por lo público que expresa con absoluta claridad
el expresidente Uribe, no solo ahora sino siempre,
se contradice claramente con su proceder
Esta posición, peligrosa para un Estado de Derecho como lo es Colombia, la comparten los miembros del Centro Democrático, quienes obedecen casi que ciegamente los mandatos de su jefe, el cual domina el pensamiento de ese partido. Por ejemplo, circula entre sus miembros las idea de un Proyecto de Ley que frene la libertad de cátedra en el sistema educativo, obviamente público. De nuevo es una manera de limitar la libre expresión de aquellos que se salen de la línea ideológica de quién está convencido que "El Estado soy Yo". En esa misma dirección caben decisiones de este gobierno uribista, como los nombramientos de instituciones cuya función tiene que ver con construir la historia del conflicto armado con la clara intención de imponer la idea del Estado del expresidente, para el cual no hubo conflicto armado en Colombia.
A pesar de las limitaciones evidentes del sistema político colombiano, somos una democracia y no un régimen autoritario. Por ello, la sociedad colombiana progresista debe expresar su preocupación frente a actitudes que no corresponden a lo que ha sido y queremos que siga siendo este país. Para darles el beneficio de la duda, valdría la pena que le preguntaran al expresidente Uribe y a su partido si, al menos una vez, han medido las consecuencias de sus acciones y expresiones. Por el bien de la democracia colombiana, si no han hecho esta reflexión más vale que la hagan antes de que sea demasiado tarde.
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