Nadie, ni el más pesimista, imaginaba que el fútbol colombiano tuviera fecha de vencimiento. De ser un evento que llenó de júbilo el 2017 con su primer campeonato —llevando más de 33 mil personas a la final— a consagrarse en el 2018 con la obtención de la Copa Libertadores, la liga profesional femenina había llegado a pasos agigantados y daba a entender que era para quedarse. Claro que nadie contaba con los escándalos que dejaron en evidencia el acoso, la corrupción y machismo más recalcitrante.
Anoche la Federación Colombiana de Fútbol, encabezada por su presidente Ramón Jesurún, y el presidente de la Difútbol, división no profesional, Álvaro González, anunciaron que la liga profesional femenina de fútbol dejaba prácticamente de existir. La condenaba, de nuevo, al amateurismo argumentando escasez de recursos y patrocinadores. Esto significaba que los clubes ya no podrán contratar jugadoras extranjeras, ya no tendrían la obligación de pagarles a sus jugadoras sueldos o viáticos y, además, degrada automáticamente al torneo que tiene como gran baluarte al último equipo campeón de la Copa Libertadores.
Lastimosamente, la Conmebol no puede interceder en el caso. Hay un vacío legal en las últimas modificaciones del estatuto que no terminan de blindar al fútbol femenino. Si bien Alejandro Domínguez —presidente del ente— ha mostrado voluntad para profesionalizarlo, las últimas decisiones de cada federación demuestran lo contrario. Una de las modificaciones del estatuto 2019 dice lo siguiente: “El solicitante deberá tener un primer equipo femenino o asociarse a un club que posea el mismo. Además deberá tener por lo menos una categoría juvenil femenina o asociarse a un club que posea la misma. En ambos casos el solicitante deberá proveer de soporte técnico y toda la equipamiento e infraestructura (campo de juego para la disputa de partidos y de entrenamiento) necesarias para el desarrollo de ambos equipos en condiciones adecuadas. Finalmente, se exige que ambos equipos participen en competiciones nacionales y/o regionales autorizadas por la respectiva asociación miembro". Esto para los equipos que participen en los torneos Conmebol —ya sea Copa Libertadores o Copa Sudamericana—.
La única salida que tienen las jugadoras en el país es irse a paro y apelar a la sororidad de sus pares. Que dejen sin margen a los equipos femeninos para que los equipos masculinos no tengan representación en los torneos Conmebol. Club que no cuenta con equipo femenino, club descalificado de competencia. Si todas las mujeres se ponen de acuerdo, pueden torcer el sistema patriarcal que rige a las confederaciones y dar, de una vez por todas, el salto de calidad que requiere profesionalizar el fútbol femenino: salarios dignos, contratos anuales y mejor calidad de vida.