Con sentimientos de aprecio le pregunto: ¿Sabe usted lo que significa control territorial?
Estoy seguro que sí...; llenarlo de tropa es la orden que se usa y efectivamente una práctica común en Colombia; que los militares y policías entren primero que después llega el resto. Históricamente es la fórmula simplista que se usa en Colombia para ejercer el control institucional del territorio y por eso no son tan buenos los resultados.
¿Por qué no hay control institucional del territorio? porque no hay suficiente capacidad institucional, ni suficiente autoridad, que haga que las cosas sucedan para bien de la gente.
Ejemplos: todos los años recibimos noticias sobre la muerte lenta que acusa la ciénaga grande de Santa Marta, y no se hace nada; todos los años los ríos inundan las mismas poblaciones y la misma gente; todos los años queman y talan miles de hectáreas de bosques; más de dos millones de personas no tienen servicio sanitario en sus viviendas; todos los días tiramos toneladas de mugre a los ríos y quebradas, pero no pasa nada; uno de cada dos colombianos que viven en la ruralidad nacional, son pobres y carecen de vías terciarias; hay una lista sin fin, pero no dejo por fuera, que en todos lados hay mucha gente que hace lo que se les da la gana y nadie les dice nada.
¿El asunto es por falta de estrategia y planes de largo aliento, por débil compromiso institucional, por la mezquindad de la política?
Es un poco de todo eso. Si la fuerza pública es exitosa en una región o zona en particular, la gestión de las capacidades de la institucionalidad civil, puede tardar décadas en llegar. Aplicar en la justa medida el concepto de gobernanza, versión moderada de la efectiva institucionalización del territorio, ayuda a comprender que son necesarias medidas excepcionales, en esta fase de estabilización o transición.
¿Qué exige un efectivo control del territorio?
Que las instituciones en su conjunto actúen con suma autoridad, con apego a la constitución, que se complementen con sistematicidad, coherencia y consistencia; que hablen el mismo idioma, que conozcan profundamente los fenómenos y dinámicas que confluyen en vastas regiones del país; que se entiendan los fenómenos que afectan el territorio, para minimizar la fragmentación del Estado en los espacios territoriales que más han sufrido las consecuencias de la guerra.
Un efectivo control institucional, fortalece la legitimidad, educa y edifica ciudadanía, no permite tanta improvisación, no permite tanto atropello e irrespeto; no acepta el clientelismo, ni la pugnacidad política; al contrario, genera desarrollo para la gente y estimula la construcción de paz.
En este punto, es donde crece la importancia de reconocer efectivamente el territorio y llevar Estado de manera sistémica y eficiente; esa compleja tarea, los colombianos pensamos que se hace de la noche a la mañana; aún los políticos creen que pueden hacerlo en tan solo cuatro años de gobierno.
Y es que la mezquindad no permite que la política pública siga el curso de su planificación, porque a menudo, quienes son elegidos en democracia, comienzan su tarea con un simple borrón y cuenta nueva; poco o nada se construye sobre lo construido; la métrica es poner distancia sobre el antecesor.
Pero lo que más retarda el efectivo control del territorio, es el clientelismo que agobia a los alcaldes; ¿por qué lo permiten?; ese mayúsculo factor, sumado a la falta de oportunidades para la gente en cientos de municipios, a la desordenada expansión demográfica que atraganta ciudades enteras, termina por colapsar la baja capacidad de respuesta de los alcaldes y quien paga el pato, es la gente.
Cuando la función pública pierde la ética, se retarda el desarrollo, crece el abandono y crecen las mafias: es entendible que el gobierno central resuelva los problemas gruesos de las regiones; pero no se debe soslayar lo fundamental: los alcaldes son los responsables de lo que pase o deje de pasar en sus territorios; son los responsables de poner órden; y los alcaldes tienen una asignatura pendiente: cortar de tajo la feria del clientelismo; sin esa cruz a cuestas, podrían gobernar exclusivamente para la gente.
Sobre el 75% de los municipios colombianos, cuyas áreas ocupan la mayor parte del territorio nacional, predominan relaciones propias de las sociedades rurales; por todo esto, cuando en los 1.102 municipios del país, existan alcaldes, concejales y funcionarios, calificados por los ciudadanos como extraordinarios buenos ejemplos, ese día estaremos dando el mayor paso para alcanzar un efectivo control institucional en todos los rincones de Colombia.
Un país con más territorio que institucionalidad, permanece siempre en conflicto, en crisis, en disputas; pero cuando un país tiene suficiente educación, autoridad y respeto, casi siempre en ese país existe paz territorial.
Finalmente: la presencia de la fuerza pública es fundamental, pues por su condición, sine qua non ejerce control territorial; pero debe ser acompañada siempre, por las capacidades de todas las instituciones; su actuación es significativa y complementaria; pero jamás podrá suplantar ni reemplazar, la capacidad y la gran responsabilidad que al país le debe la autoridad civil.
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