“Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí
resucitando.”
Escrita por María Elena Walsh y popularizada en la voz de Mercedes Sosa, bien podría Gustavo Petro cantar Como la Cigarra.
Desde el último 9 de diciembre, día en que el Procurador Ordoñez resolviera su destitución del cargo de Alcalde de Bogotá, no ha pasado jornada en la que no se informara su inevitable e inmediata salida de la dirección del Palacio Liévano. Letras de molde lo han confirmado. Litros de tinta se han utilizado para analizarlo. Encuestas han proclamado a su sucesor. Sin embargo, algunos respaldos, distintos recursos legales y masivas e históricas movilizaciones populares, lo han sostenido al frente de la alcaldía capitalina.
La última de las batallas desplegadas para mantenerse en el ejecutivo tuvo lugar el lunes, cuando el Consejo de Estado rechazó las 25 tutelas radicas contra la sanción disciplinar de la Procuraduría General. Parecía entonces justificarse, el tan anunciado y fallido final de su carrera política. El voto mayoritario del Consejo dejaba en firme su destitución e inhabilitación. Sin embargo, otra vez, el jaque no fue mate.
Al filo de la medianoche, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicitó al Estado colombiano suspender la remoción de Gustavo Petro y proteger sus derechos políticos para que pueda continuar en funciones hasta tanto el mismo organismo, perteneciente a la Organización de Estados Americanos, se pronuncie sobre la cuestión de fondo.
El caso adquirió notoriedad internacional a partir de la polémica decisión de un funcionario del Estado, el Procurador Alejandro Ordoñez, de destituir al alcalde elegido por el voto popular. La excusa administrativa, se sabe, fueron los inconvenientes generados por la decisión de Petro de estatizar el servicio de recolección de residuos, apartando a unas pocas familias tradicionales del millonario negocio. La razón, no obstante, es que sus políticas progresistas constituyen una amenaza para el status quo de un país eminentemente neoliberal. Gustavo Petro reivindica procesos y tradiciones del campo popular latinoamericano y eso para el sistema político y económico colombiano, es inconcebible.
Así se demostró apenas conocido el comunicado de la CIDH, cuando los principales medios de comunicación y distintos actores políticos salieron a presionar al presidente Juan Manuel Santos con la supuesta posibilidad de no acatar la resolución. Opción que la Corte Constitucional colombiana se había ya encargado de desestimar en el 2003, reconociendo su carácter vinculante.
De actuar Santos con apego al derecho nacional e internacional, el próximo 6 de abril se celebrará el referendo revocatorio sobre la situación del alcalde. Una elección que intentó ser eludida por las tradicionales elites colombianas, en tanto deja en manos del pueblo bogotano la decisión de dictaminar sobre el futuro político de Gustavo Petro. De optar por el "Si" a la revocatoria, la ciudadanía bogotana terminaría con todas sus aspiraciones. Pero, en caso de apoyarlo en las urnas, la legalidad y legitimidad debilitaría todo nuevo intento destituyente. Petro se vería fortalecido. Y la democracia colombiana, también.
“A la hora del naufragio
y de la oscuridad
alguien te rescatará
para” seguir gobernando. Cantan Walsh, Mercedes Sosa, Petro y gran parte del pueblo colombiano y latinoamericano.
Fernando Collizzolli
Politólogo UBA-UNAL