Wu Zetian y la poesía Tang

Wu Zetian y la poesía Tang

Lo que comenzó como el surgimiento de una deslumbrante y memorable cultura, gracias a una poderosa mujer en los remotos tiempos, terminó mal en manos de otra

Por: Harold Alvarado Tenorio
febrero 17, 2019
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Wu Zetian y la poesía Tang

Tras el derrumbe de la dinastía Han en el tercer siglo, China vivió un largo periodo de descomposición política y caos social. Para el 581 el sur y el norte fueron unificados por los Sui, depuestos por los Tang hacia el 618, cuyos primeros emperadores ampliaron las fronteras y empujaron las artes a niveles que no han dejado de influir hasta nuestros días en el mundo oriental. La prosperidad económica, ligada a complejos tratados internacionales, creó uno de los estados más ricos, fuertes y sofisticados de la historia. Chang'an, la capital occidental, que había sido centro del poder de los Zhou, Qin y Han, llegó a tener más de un millón de habitantes, influenciados por las culturas y economías de Asia central, indostánicas y persas.

Por sus calles desfilaban mujeres cubiertas en sedas con diseños de las minorías del noroeste; pertinaces camellos y finos caballos de Bactriana, raros animales y no menos extravagantes forasteros. Las iglesias nestorianas crecían en sus avenidas, y el polo iraní distraía a los príncipes en los palacios imperiales. La orfebrería en bronce y la cerámica, la escultura budista, la pintura y los retratos alcanzaron un gran momento, ligado al budismo mahayana, que tuvo enorme influencia en las artes y la poesía posteriores.

De la llamada edad de oro sobreviven unos cincuenta mil poemas de dos mil trescientos poetas, conservados gracias a la técnica de prensar una página en un solo bloque de madera tallada, la imprenta, que con las reformas administrativas de la emperatriz Wu Zetian [武則天] [Lizhou, 624-705], a comienzos de la dinastía, tras la muerte del emperador Li Shimin, de quien era concubina, permitieron ampliar la pirámide social de los mandarines, la burocracia ilustrada, que había inventado el primer emperador.

Segunda consorte [huanghou] de Gaozong de Tang [唐高宗], luego de tres años como emperatriz viuda, en el seiscientos noventa se convirtió en la Sagrada y Divina Emperatriz Reinante [聖神皇帝] haciendo creer era la encarnación del Buda del futuro o Maitreya Bodhisattva, instituyendo, en parte como venganza contra las antiguas dinastías que nunca lo habían llevado a cabo, el sueño confuciano de un sistema de concursos, abiertos a todos, a través de los cuales aquellos que poseían saber podrían ser descubiertos y gratificados con altas funciones administrativas dentro del estado. De esa manera, el conocimiento e improvisación de poemas, con sus complejidades métricas y alusivas, se convirtió en prueba de que la sensibilidad y el intelecto de un individuo, habitualmente masculino, estaba altamente calificado para el liderazgo. Wu Zetian refinaba así un arma política con la cual destruir la vieja aristocracia del noroeste del valle del río Wei, generando no solo el apogeo de la poesía Tang, sino su temática, en gran parte referida a las degradaciones de la vida que produce el ejercicio de la política, al exilio de los intelectuales que no se someten al poder y las desgracias de las gentes del común. Una era de liberales diferencias, profundas contradicciones y lúcidas oposiciones que se remontaban a las tradiciones literarias atesoradas en el Shi Jing [詩經] o Libro de las odas del siglo doce antes de nuestra era y que lograrían compleción bajo los Tang.

Los poetas podían, entonces, echar mano a la poesía confuciana, celebrando la unidad y orden del imperio, para crear y preservar un modelo de excelencia; pero también podían inspirarse en la poesía taoísta y budista, individualista y de plena conciencia estética, que se habían extendido durante el lapso de rotura de la unidad nacional, ofreciendo escape de un presente impredecible. Una poesía que, enfatizando en los límites del saber, la inevitabilidad de las incertidumbres y la contradicción naturaleza humana/sociedad, proclamaba la espontaneidad [ziran 自然] y las acciones no intencionadas [wu wei 無為], que devinieron en supremos objetivos de la vida y el arte.

De tal manera que si un poeta reaccionaba ante la naturaleza como si fuese un exiliado, ello pudo interpretarse como el dolor o la indignación de un funcionario confuciano a quien se había negado su capacidad para servir a la sociedad, o a la vanidad de las ambiciones humanas de que habla el budismo, o a la celebración taoísta de la simplicidad natural de quien se ha liberado de toda atadura social. El poeta Tang podía ser un devoto budista, un recto confuciano de la mañana a la tarde y al caer la noche un taoísta.

La escala temática de la poesía Tang fue muy dilatada. Aun cuando los poemas de “antiguo estilo” tuvieron por modelo la poesía Han, el estilo que crearon durante la segunda mitad de la dinastía fue un intento por resucitar las formas más simples y meramente melódica de aquellos. Los poemas del viejo estilo [gushi 古詩] eran por lo general de longitud indefinida, con versos de cinco a siete sílabas con rimas que podían variar a lo largo del poema, cuyo arquetipo son las “canciones de la oficina de la música” [yuefu 樂府] que indicaban en el título la melodía y el asunto.

El estilo moderno [jinti 近 體 詩], que surgió al comienzo de la dinastía, tenía un verso regulado [lüshi 律詩], de ocho líneas de cinco o siete sílabas con una sola rima. Las cuatro líneas medias eran parejas paralelas o antitéticas, como en esta cuartera de Wang Wei titulada Una tarde de otoño en mi morada de la montaña:

La luna brilla a través de los pinos,

la corriente, clara, fluye sobre las piedras.

Cruje el bambú mientras las criadas regresan.

Los lotos se agitan: desciende un bote de pesca.

 

Además, debía conservar un conjunto de patrones de tonos: los cuatro tonos del chino mandarín se dividían en dos categorías de "iguales" (ping 平) o "desviados" (ze 仄). El "verso mínimo" (jueju 絕句) era métricamente la mitad de un poema en "verso regulado". Las “sartas de verso regulado" (pailü 排律) son cualquier número de versos habituales enlazados.

Lo que comenzó como el surgimiento de una deslumbrante y memorable cultura, gracias a una poderosa mujer en los remotos tiempos Tang, terminó mal en manos de otra. Considerado el periodo como la edad de otro de la poesía y las ciencias gracias al auge del budismo y su pensamiento internacionalista, por muchas situaciones del destino de los pueblos, acabó liquidando el budismo como una influencia corrupta y extranjerizante, mientras el notable sistema de igualdad en la distribución de la tierra fue abolido y los campesinos, que había apoyado con sus impuestos a los militares, fueron obligados a luchar en las fronteras lejanas. Millones de recursos fueron entregados a un ejército que se hizo cada vez más independiente del gobierno central, dejando el control a los grupos de condotieros que fueron apareciendo.

Un pequeño manuscrito en seda que reposa en una galería de arte de la capital de los Estados Unidos plasma el momento del suceso que asestó el golpe definitivo a la dinastía Tang y del cual no pudo recuperarse. Pintado por Qian Xuan luego de la invasión mongola del siglo trece y quizás una copia de otro del siglo octavo, retrata a Yang Guifei, la joven concubina del emperador Xuanzong, tratando de montar un caballo asistida por palafreneros. Yang Guifei, que había adquirido enorme influencia en el emperador llevó a la corte un caudillo militar que se levantó contra el emperador, obligándole a huir con su séquito a Sichuan. Las tropas leales exigieron entonces, acusando de traición a la concubina y a sus protegidos, a ahorcar a la bella y decapitar a su primo Yang Guozhong, que ejercía de primer ministro. Y aun cuando Luoyang y Changan fueron recuperadas en 763, la dinastía había llegado a su fin, convirtiendo la cultura Tang en una sociedad xenófoba e introspectiva.

Copio varios poemas Tang, en versiones de mi autoría:

 

Dejando mi tierra natal,

lejos de mis parientes,

desterrado en un extraño sitio,

me asombra que mi corazón

no tenga angustia o dolor.

Cuando consulto a Zhuanzi

me encuentro a mí mismo.

De seguro mi hogar está allí,

en esa tierra de nadie.

Bai Juyi

[白居易]

[Taiyuan, 772–846]

Respuesta a los consejos de un amigo

Dejamos la audiencia por quietas galerías

a través de las puertas del precioso palacio,

y vamos por caminos opuestos: tú hacia el oeste

con los ministros de Estado, yo hacia otra parte.

Aquí las ramas de los sauces son frágiles y verdes,

allá, a ti te conmueven las flores carmesíes.

Son sendas tan distintas: Tú escribes tan perfecto,

tan amable, y en vano, advirtiendo a un viejo loco.

Du Fu

[杜甫]

[Duling, 712–770]

Reliquias de seis dinastías y pastos que ascienden al cielo.

Los cielos son claros, las nubes serenas - hoy como hace mucho tiempo.

Las aves entran o salen de la sombra de la montaña;

La gente canta o llora a lo largo de la ronca corriente.

Con el profundo otoño hay miles de hogares cerrados por la lluvia.

Sobre la torre al atardecer, hay una sola flauta contra el viento.

Aflígete, aquel que te ayudo a recobrar el trono no está a la vista.

En el este, entre de la bruma, aparecen los árboles del Quinto Lago.

Du Mu

[杜牧]

[Changan, 803–852]

Todo resuena cuando se rompe el equilibrio.

Las yerbas son silenciosas,

pero si el viento las agita, silban.

El agua calla,

pero si el aire la mueve, repica;

las olas mugen: algo las oprime;

la cascada se precipita: le falta suelo;

el lago hierve: algo lo calienta.

Son mudos los metales y las piedras,

pero si algo los golpea, rechinan.

Así el hombre.

Si habla, es que no puede contenerse;

si se emociona, canta;

si sufre, se lamenta.

Todo lo que sale de su boca

se debe a una rotura...

Cuando el equilibrio se fragmenta,

el cielo escoge entre los hombres

aquellos más sensibles y los hace hablar.

Han Yü

[韓愈]

[Heyang, 768-824]

¿A qué se parecerá la tristeza?

Una muchacha con una jarra de vino.

El rostro del otoño cubriendo la tierra,

un caballo de piedra recostado en la bruma.

¿A qué se parecerá la tristeza?

El viento entre los árboles

ahoga el sonido de su canto,

la extensa cola de su vestido oprime el suelo,

sus ojos, llenos de lágrimas, miran las flores del mal.

Li He

[李賀]

[Fuchang, c. 790– 816)]

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